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  • ¡Despertad! 1978
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¡Despertad! 1978
g78 8/1 págs. 9-12

Sentido común al pasear en bote

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Nueva Zelanda

“DESAPARECE tras zozobrar el bote,” “Se pierde un hombre en el Estrecho Cook,” “Lancha policíaca salva yate,” “Mueren seis chicos buenos y un pueblo llora,” “Hombre rescatado después de 11 horas en agua sin chaqueta de salvamento,” “Se ahogan 14 en día de fiesta.”

Estos titulares y otros parecidos salieron en los diarios de Auckland, Nueva Zelanda, en el período que empezó a mediados de diciembre de 1975 y terminó a mediados de enero de 1976. Todos se referían a tragedias individuales relacionadas con personas que usaban, por recreo, el mar y canales o aguas navegables de la isla del Norte de Nueva Zelanda.

Informes como los citados serán repetidos tristemente cual eco alrededor de la Tierra, dondequiera que el hombre ponga en competencia su conocimiento, o falta de él, contra el mar, ya sea por placer o lucro.

Aunque es cierto que la práctica de pasear en bote por puro placer ha alcanzado un nuevo máximo en años recientes, y por lo tanto ha atraído a muchos neófitos, debe notarse cuidadosamente que aun los barcos que pasan la inspección de las autoridades más estimables y que están tripulados por marinos profesionales capacitados siguen teniendo tremendas dificultades al enfrentarse a tempestades y otros peligros que a menudo resultan en pérdida de vidas.

Ciudades a orillas de puertos, ríos y lagos

Casi todas las grandes concentraciones de población se hallan situadas ya sea en puertos, o cerca de ríos o lagos. Auckland es una de esas ciudades y tiene una población de aproximadamente 800.000. Yace a través de un istmo entre dos grandes puertos, el que está al occidente da al mar de Tasmania y el otro, al este, proporciona entrada desde el océano Pacífico. Tan solo contando estas dos aguas navegables hay un litoral combinado de unos 610 kilómetros, mientras que otros puertos, ríos e islas y ensenadas abrigadas abundan dentro del fácil alcance de pequeñas embarcaciones. Estos alrededores, junto con un clima moderado, hacen de esta ciudad de Oceanía un lugar de mucha actividad acuática.

No solo en esta zona, sino en toda Nueva Zelanda, con sus largos litorales y numerosos ríos y lagos, sigue aumentando el número de ahogamientos, pues no menos de 130 personas perdieron la vida así en 1975. El consejo sobre la seguridad en la navegación le ha rogado a la gente que ejerza mayor cuidado en el agua; y la Guarda de Costas Voluntaria de Nueva Zelanda recomendó que “probablemente la cosa de más importancia que uno pueda llevar consigo en un bote pequeño [es] un estado de temor sano.”

“La práctica corriente de marinos,” o sentido común

Por acuerdo internacional las naciones marítimas observan y siguen los “Reglamentos Internacionales para la Prevención de Choques en el Mar,” los cuales incorporan las luces y formas que se exige que lleven las embarcaciones así como también las “Reglas de Gobierno y Navegación” y señales de socorro o peligro. Puesto que en su primer párrafo las reglas declaran que las deben observar todas las embarcaciones en alta mar, y en las aguas unidas a ella, se desprende que cualquiera que piense alejar de las playas una embarcación de la descripción que sea debe por lo menos familiarizarse con el contenido de las reglas. Pero seguramente la regla más importante es la Núm. 2, que declara: “Nada de lo dicho en estas reglas exculpará a cualquier embarcación o a su dueño, amo o tripulación, de las consecuencias producidas por no cumplir con estas reglas o por no hacer caso de alguna precaución que las prácticas corrientes de marinos, o las circunstancias especiales del caso pudieran exigir.”

Las palabras dominantes que definen “la práctica corriente de marinos” son el sentido común, nada más ni nada menos. El no ser exculpados, como se declara en la regla, pudiera significar la suspensión de la licencia o certificado, o hasta pudiera significar una multa o prisión. Algunas autoridades locales les imponen multas y penas a los aficionados dueños de botes de placer por las violaciones de reglamentos y estatutos. Pero, ¿qué se puede decir acerca del dueño de un bote que, por no observar “la práctica corriente de marinos,” y por descuido o por no hacer caso de las precauciones de sentido común, causa la pérdida de vida? Ciertamente su conciencia nunca lo exculparía, aunque la ley lo hiciera.

Diez reglas básicas

El folleto Ahoy Skipper publicado en Nueva Zelanda alista lo que llama las diez reglas áureas para seguridad en la navegación. Estas son (1) vigilar el tiempo, (2) no sobrecargar, (3) asegurarse de que se lleva el equipo necesario, incluso chaquetas de salvamento, (4) mantener su motor ciento por ciento seguro, (5) conocer los reglamentos y estatutos sobre choques, (6) mantenerse a la mira, (7) conocer las señales de socorro o peligro, (8) guardarse de incendios, (9) no mezclar el beber con la navegación, (10) antes de partir comunicar sus intenciones a alguna persona en la playa.

Pero prescindiendo de las ideas que abrigue al embarcar en su primer o su centésimo primer viaje, no trate la experiencia livianamente, o como si estuviera en la misma categoría con un viaje en auto. Para la persona que emprende un viaje en agua, por más corto que sea, hay diferencias profundas.

Los caminos acuáticos no permanecen tranquilos todo el tiempo. No siempre es posible detenerse y pedir direcciones. Si falla el motor, uno no puede apartarse al lado del camino y esperar ayuda. Los tipos de embarcaciones que usan los caminos acuáticos pueden variar en tamaño de unos cuantos metros a más de 300 metros de longitud. Puede que estas embarcaciones estén pescando, dragando o navegando con dificultad en aguas restringidas. Tal vez estén remolcando, ancladas o anclando. Puede que estén “sin dirección” o estén navegando con poder o sin él. Tal vez estén atravesando el rumbo de usted o alcanzando o atajándolo, o estén en un derrotero de choque, o se acerquen a usted de frente. Es preciso que las pueda identificar por sus luces de noche y por sus características de día. Debe estar suficientemente familiarizado con las “reglas del camino” para saber qué hacer para evitar un choque... lo que son sus derechos, responsabilidades y obligaciones bajo las leyes internacionales y locales, todo lo cual viene a ser lo mismo que sentido común y observar la práctica corriente de la marina.

No se puede esperar aprender en diez lecciones fáciles la erudición marina acumulada por generaciones de marinos. Hay algunas cosas que solo la experiencia puede proporcionarle... se dará cuenta de que siempre hay lo inesperado, la amenaza imprevista de calamidad. Y tal vez un hombre pueda habérselas con una emergencia repentina en alrededores desconocidos, mientras que otro, a pesar de tener experiencia, pierda la serenidad y todo sentido práctico. Por lo tanto, si usted no está seguro de que puede enfrentarse con éxito a cualquier situación de emergencia que surja, no emprenda actividad en un bote pequeño para placer.

“Runabouts” de alta velocidad

Estas canoas automóviles ligeras, a pesar de ser embarcaciones pequeñas, son veloces y han llegado a causar preocupación particular a las autoridades de Nueva Zelanda y otros lugares. Se pueden comprar con relativa facilidad, se echan al agua desde un remolcador por medio de una rampa y se recogen de la misma manera. Dado circunstancias ideales un muchacho o una muchacha puede ponerlas en marcha, acelerarlas y gobernarlas a velocidades de veinte nudos y más. Obviamente estos botes son sumamente letales en las manos de personas inexpertas, o atrevidas, o demasiado jóvenes para reconocer la responsabilidad aterradora envuelta en zonas limitadas o atestadas. Es ilegal que personas de menos de quince años de edad conduzcan cualquier embarcación de motor que pueda exceder diez nudos. No se les permite exceder cinco nudos cuando están a 180 metros de la playa o cuando solo distan 30 metros al pasar otros barcos o personas que estén nadando o pescando. Cuando los barcos remolcan a esquiadores acuáticos, tienen que acercarse a la playa o partir de ella únicamente por rutas de acceso debidamente marcadas y siempre tienen que llevar a bordo por lo menos una persona además del conductor.

Requisitos mínimos de seguridad

Prescindiendo de las aguas en que va a usar su embarcación, el botero prudente se asegurará de que su bote sea adecuado para lo que él se propone, y que satisfaga por lo menos los requisitos mínimos de seguridad. Todo barco debe tener por lo menos un método secundario de propulsión, como, por ejemplo, un juego de remos de repuesto, o un pequeño motor exterior extra, o velas. Debe tener los medios con que combatir el fuego, y alguna clase de achicador, sea un cubo o una bomba. Debe haber suficiente materia flotante, como cojines rellenados de kapok, para mantener a flote a todas las personas que estén en el barco, y un ancla con suficiente cuerda o “espía” como para poder sujetar la embarcación por lo menos bajo condiciones moderadas.

Todo barco capaz de hacer cruceros extensos con la perspectiva de hacer viajes de toda la noche debe llevar una brújula confiable, y la persona encargada de la excursión debe saber usarla al dirigir el buque y orientarse para establecer una posición en la carta de marear. Por supuesto, estas embarcaciones deben estar equipadas con las luces de navegación reglamentarias. Todo dueño de barco debe tener un ejemplar de la carta de marear más reciente que abarque la zona en que se propone viajar o por lo menos debe estar familiarizado con los bajíos y bancos de arena circundantes y los flujos de marea y las variaciones. Debe saber dónde están los canales de agua profunda que usan las embarcaciones mayores, y las obligaciones que tiene de no obstruir estos pasos y los barcos grandes que los usan.

Consiguiendo experiencia y confianza

Si usted nunca antes ha gobernado una embarcación, no trate de empezar de modo dramático embarcando a su familia para un viaje largo como, por ejemplo, el de unos 60 kilómetros a través del golfo Hauraki de Auckland a la isla de la Gran Barrera. Siéntase satisfecho con hacer viajes cortos de unos dos kilómetros sin alejarse mucho de la orilla, durante una temporada mientras consigue conocimiento tanto por medio de observar a otros como por hablar con ellos y adquiere experiencia y confianza en diferentes circunstancias y condiciones. Para empezar, es mejor usar un motor de potencia reducida o una embarcación de vela con limitaciones obvias para que no se sienta tentado a exceder su destreza. No habrá por qué recordar al que ha tenido experiencia con barcos durante toda su vida, que cuando tiene un barco nuevo recién comprado debe limitar la duración de sus viajes hasta que haya eliminado todos los defectos, si acaso los hay, y se haya familiarizado cabalmente con las características y comportamiento de su barco.

Aunque usted pueda repetir de memoria toda publicación que se haya escrito sobre la seguridad en la navegación de botes y embarcaciones menores, de nada le habrá servido si deja de ejercer sentido común y prudencia. Haga de esto su pauta en cada paso que dé, en cada viaje que proyecte, porque el mar es severo e implacable con los que lo tratan ligeramente o no le muestran el debido temor y respeto.

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