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  • ¿Qué sucede cuando hay un apagón?

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  • ¿Qué sucede cuando hay un apagón?
  • ¡Despertad! 1977
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  • Bomberos ocupadísimos
  • Gran actividad en los hospitales
  • ¿Qué sucedió en los trenes subterráneos y ascensores?
  • Otros se aprovechan de la ocasión
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¡Despertad! 1977
g77 22/10 págs. 20-24

¿Qué sucede cuando hay un apagón?

EL 13 de julio de 1977 fue un día muy caluroso y húmedo en la ciudad de Nueva York. A eso de las 9:30 de la noche se estaba cantando el cántico de conclusión en un Salón del Reino, en la parte sudeste del distrito municipal de Brooklyn. De repente las luces se apagaron, el sistema del acondicionamiento del aire dejó de funcionar y las luces de emergencia se prendieron.

“Ha fallado la energía,” dijo el anciano que estaba presidiendo en esa ocasión. “Es una noche calurosa y muchos están usando acondicionadores de aire y ventiladores eléctricos. No hay motivo para preocuparse. Las luces de emergencia les permitirán ver lo suficiente para recoger sus pertenencias y salir del salón.”

Puesto que los concurrentes viven en una sección residencial de Brooklyn que es comparativamente tranquila, no les perturbó mucho lo que había sucedido. Después que la reunión fue disuelta con oración, participaron brevemente en conversaciones amistosas. Entonces unos cuantos individuos decidieron salir a investigar. Se sorprendieron al notar que las manzanas circundantes también estaban sumidas en oscuridad. Pero la mayoría de los concurrentes creía que la fuerza eléctrica solo había fallado en esa localidad.

Se hicieron arreglos para que todos los que estaban en el salón tuvieran transportación a sus hogares. Un grupo, compuesto de dos matrimonios y un joven, tenía que ir en auto once kilómetros a través de Brooklyn. Llevaron consigo a otro miembro de la congregación, una señora que vivía cerca de allí, y pronto estaban en camino. No había una gran cantidad de vehículos en las calles, y la falta de la luz de los semáforos no presentó gran problema. Después de dejar a la señora en su casa, el grupo siguió su viaje en un camino de intenso tránsito a fin de llegar a la supercarretera más cercana. En los cruces de calle el tráfico se enredó, y parecía que había poca esperanza de lograr más progreso. Sin embargo, al ver el problema, algunos jóvenes se arriesgaron a salir de sus automóviles y se pusieron a dirigir el tránsito con lámparas portátiles. Debido a sus esfuerzos loables, muchos automovilistas pudieron llegar a la supercarretera sin dificultad.

Los cinco del grupo ciertamente sintieron alivio al estar en camino a casa. Puesto que no eran residentes de la ciudad de Nueva York al tiempo del último apagón grande que sucedió en 1965, las mujeres del grupo se pusieron a hablar acerca de lo excitante que era ser testigos oculares de una falla de fuerza eléctrica. Pero el joven añadió una nota seria al decir: “Es muy peligroso. Consideren la gente que tal vez esté atrapada en los trenes subterráneos y ascensores. Quisiera saber lo que les está pasando a otros que asistieron a reuniones esta noche. Ciertamente espero que todo les vaya bien.” A medida que siguieron adelante, se hizo patente que la entera ciudad había sido sumida en oscuridad total. Solo acá y allá podían verse luces en algunos edificios que evidentemente tenían su propio abastecimiento de energía.

Saqueadores y la policía

Pero, ¿qué estaba aconteciendo en la oscuridad? Juzgando por lo que había pasado la noche del 9 de noviembre de 1965, cuando la ciudad de Nueva York sufrió semejante apagón extenso, uno pudiera haber concluido que no había mucha razón para pensar en la posibilidad de desórdenes civiles. De hecho, en aquella ocasión de 1965 hubo menos arrestos que para el mismo período en otros tiempos.

Sin embargo, el miércoles, 13 de julio de 1977, fue diferente. Era una noche calurosa y había mucha gente en las calles, especialmente en las partes de la ciudad que están en deterioro. ¿Qué harían estos individuos y otros al amparo de la oscuridad... ¿se valdrían de la oportunidad para ayudar a otros, o para apoderarse de cosas que no les pertenecían?

La respuesta vino casi instantáneamente. Un policía estaba en el distrito sudeste de Brooklyn asignado a él cuando oyó la advertencia por su radio policíaco de que se esperaba una falla de la fuerza eléctrica. En seguida vino el apagón. En menos de un minuto recibió la noticia por su radio policíaco de que el saqueo había empezado.

Esa noche la policía a menudo se vio vencida tan solo por la cantidad de gente, y no pudo hacer mucho más que dispersar las turbas y recobrar parte de lo saqueado. También estaban en peligro de que les dieran con botellas, piedras, ladrillos y balas de tiradores apostados. Afortunadamente, no se le dio muerte a ningún policía, aunque centenares de ellos fueron lesionados.

El saqueo no cesó cuando empezó a amanecer. Y, mientras la policía estaba vigilando tiendas que los saqueadores ya habían forzado, los saqueadores estaban vendiendo los artículos que habían robado durante la noche.

Un testigo ocular del saqueo en Manhattan relata lo que vio por su ventana del piso undécimo: “La gente hormigueaba en las calles... hombres, mujeres y niños. Parecía una reunión animada o juego de pelota. Por todas partes estaban entrando en las tiendas por fuerza. Un hombre con un automóvil tenía un grupo de jovencitos ayudándole a cargarlo con mercancías robadas. Otros estaban amontonando los artículos en las aceras. Cada vez que se acercaba un automóvil policíaco, la gente se dispersaba. Lo más que la policía pudo hacer fue apoderarse de los artículos saqueados amontonados en la acera.”

La descripción de lo que aconteció en otras zonas era muy parecida. Con la ayuda de cadenas, barras de hierro, fuerza bruta y la potencia de automóviles, camionetas o camiones, los saqueadores rompían los portones protectores. A menudo hacían pedazos los escaparates con los recipientes de metal colocados en las aceras para el depósito de desperdicios. Luego invadían las tiendas. Por más extraño que parezca, algunos saqueadores se consideraban a sí mismos como muy respetables. Una señora del Bronx comentó: “No vayan a pensar que éramos animales aquí. La gente se turnó para entrar por los escaparates rotos, y nadie empujó ni trató de adelantarse.” No obstante, a veces los saqueadores sí peleaban por artículos robados. Y en muchos casos, después de vaciar las tiendas de su contenido, les prendieron fuego.

Se calcula que 2.000 tiendas fueron saqueadas. Inicialmente se juzgó que la pérdida total excedería mil millones de dólares. En el Bronx, de una sala en que se exhiben automóviles, se robaron cincuenta automóviles cuyo valor ascendía a unos 250.000 dólares. En menos de un día después del fin del apagón, se habían hallado treinta de estos automóviles. Todos tenían daños irreparables. A menudo cuando los saqueadores no podían llevarse algo, lo arruinaban. Como resultado de sus violentas acciones, partes de las vecindades que están en deterioro empezaron a parecerse a zonas devastadas por guerra.

La policía arrestó a más de 3.000 personas acusadas de saqueo. Un análisis de 300 ofensores escogidos al azar reveló que el 70 por ciento de ellos habían sido arrestados anteriormente. Pero miles de saqueadores se escaparon y se jactaron desvergonzadamente acerca de lo que se habían llevado. Algunos de éstos eran personas que tenían trabajos bien remunerados. Un hombre, al volver a su trabajo el viernes, le mostró orgullosamente a un compañero de trabajo una lista larga de los artículos que había saqueado. De hecho, se había robado tantas cosas que hablaba acerca de dar algunas a los que las necesitaran. Las siguientes palabras de un chico a una comerciante que contemplaba su establecimiento demolido resumen la actitud de muchos saqueadores: “Es nuestra Navidad.”

Bomberos ocupadísimos

Los incendios premeditados, aunados a las emergencias causadas por el apagón, les impusieron una carga de trabajo agotadora a los bomberos. El siguiente relato breve que uno de ellos hizo es típico de lo que sucedió:

“Empecé a trabajar a la medianoche. Un hombre afligido de enfisema necesitaba que impulsáramos su aspirador con nuestro generador. Terminada esa tarea, respondimos a una llamada en la sección Brownsville de Brooklyn. Las calles estaban tan llenas de gente que parecía que era una celebración del año nuevo en Times Square. Yo pensaba que nos habían llamado para dispersar a la chusma. Pero no. Una tienda estaba en llamas. Yo precisé tres tanques de aire para entrar y salir del edificio.

“Para el tiempo que logramos controlar este fuego, dos apartamentos cercanos de seis pisos estaban en llamas. Después de ayudar a apagar este fuego, nuestro autobomba estaba en camino a la estación de bomberos. Ni siquiera habíamos viajado la cuarta parte de la distancia de regreso cuando se nos mandó ayudar a combatir un incendio que se había vuelto a encender. Ya estaban en la escena cinco bombas, y la nuestra fue la sexta. Para entonces eran las seis de la mañana.

“Dos horas más tarde respondimos a una llamada para ayudar al mismo doliente de enfisema. Hicimos que nuestro generador suministrara la fuerza para su aspirador. Después de eso, el hombre fue llevado al hospital.

“De nuevo tuvimos que ir a Brownsville. Las bombas de incendio estaban organizadas en equipos. Todas estaban alineadas en la calle, listas para ir a la escena de un incendio. Ninguna bomba de estos equipos respondió a alarmas falsas.

“Fuimos a apagar un incendio en una tienda saqueada en la calle Broadway de Brooklyn. Fue necesario cortar un agujero en el piso para entrar en el sótano. Después de pasar una hora y media combatiendo este incendio, volvimos a nuestro lugar en la línea, esperando hasta que tuviéramos que ir a otro. En la escena del próximo incendio, la calle estaba llena de cajas de un depósito en llamas, y la gente las estaba mojando.

“A eso de la una de la tarde nos hallamos enfrente de otro depósito saqueado. Fue tan intenso este incendio de cinco alarmas que quince minutos después las paredes se desplomaron y la estructura se quemó por completo. Debido al tremendo calor procedente de las llamas, cuatro edificios vacíos al otro lado de la calle se encendieron, así como también otras casas cercanas. Fue en este sitio que terminó nuestra gira de veintiuna horas de combatir incendios.”

Gran actividad en los hospitales

Los hospitales cerca de las zonas donde hubo mucho saqueo estuvieron ocupados atendiendo a personas heridas con balas o cuchillos así como también las que tenían lesiones causadas por los cristales rotos. Un hospital de Brooklyn, cuyo generador de emergencia falló, estableció servicios quirúrgicos y de emergencia afuera. Dos generadores del servicio de bomberos suministraron la corriente para lámparas proyectantes de alta intensidad cuyos rayos concentrados proveyeron luz para tratar las heridas de lo que parecía ser una línea interminable de personas lesionadas, principalmente adolescentes y jóvenes de menos de treinta años de edad. En otro hospital donde falló su surtido de energía de emergencia, los médicos y las enfermeras comprimieron bolsas de aire manualmente hasta que volvieran a operar los resucitadores impulsados por electricidad. Básicamente, el sistema de hospitales de la ciudad continuó funcionando bien con las unidades que suministran energía auxiliar.

¿Qué sucedió en los trenes subterráneos y ascensores?

Comparados con el saqueo y los incendios premeditados, los problemas que resultaron de los trenes subterráneos inmovilizados fueron relativamente pequeños. Aunque al tiempo del apagón había entre 175 y 200 trenes en funcionamiento, solo siete se quedaron estancados por horas entre estaciones. El crédito por haber minimizado el problema de trenes inmóviles se atribuye a un hombre experimentado en el centro de mando. Notó dificultades eléctricas antes del apagón y dio órdenes para que todos los trenes se dirigieran a la estación más cercana.

Entre los pasajeros de los trenes inmovilizados estuvo una mujer quien de repente se halló en el trance del parto. Ella fue la primera que sacaron del tren. Entonces la policía ayudó a los otros pasajeros a salir. Los informes indican que nadie fue lastimado y que no hubo nada de pánico relacionado con los esfuerzos por vaciar éste y otros trenes subterráneos.

Algunos pasajeros que estaban en las estaciones esperando trenes ni siquiera se dieron cuenta de que había fallado la fuerza eléctrica. Un joven relata lo siguiente respecto a su experiencia: “Al mismo momento que ocurrió el apagón, luces auxiliares alumbraron la estación, de modo que apenas tenía motivo para notar el suceso dramático. Después de esperar treinta minutos por un tren, reconocí finalmente que algo no marchaba bien y me dirigí a la salida. Mientras más me acercaba a la calle, más audibles se hacían los gritos. Vi a policías, luces de Bengala y la gente compartiendo la luz de sus velas. ‘Un relámpago fundió una central de fuerza,’ le gritó un hombre fornido a uno de muchos transeúntes inquisitivos.”

El número de personas que se halló atrapada en ascensores fue sorprendentemente pequeño. A menudo se efectuó el rescate en mucho menos de una hora. Por supuesto, algunos se hallaron en ascensores inmovilizados en los pisos altos. Había unas 500 personas comiendo en el restaurante en el piso 107 del edificio World Trade Center cuando ocurrió el apagón. Siguieron comiendo a la luz de velas y les fue posible llegar al piso bajo en un ascensor de servicio operado con fuerza de energía de emergencia. Sin embargo, no les fue tan bien a las treinta y cinco personas que estaban en la parte del techo del Edificio Empire State que sirve de observatorio. Después de recibir su desayuno —obsequiado por los directores del edificio— la mitad de ellos bajaron por las escaleras desde el piso 86 y por fin llegaron a la calle. Los que se quedaron, tuvieron que esperar hasta el jueves por la tarde cuando el servicio de ascensor fue restaurado.

Otros se aprovechan de la ocasión

Los saqueadores no fueron los únicos que se aprovecharon de la ocasión. Cuando los restaurantes quedaron sumidos en oscuridad, muchas personas que estaban comiendo salieron precipitadamente sin pagar sus cuentas. Muchas personas que estaban en las tiendas durante el apagón se tornaron en rateras y se pusieron a arrebatar cuanto estuviera a su alcance. También había personas que pidieron precios escandalosos por artículos comunes. En una sección del distrito de Queens se pidió el precio fabuloso de tres dólares por una lata de cerveza o soda fría.

Puntecillos brillantes en la oscuridad

Sin embargo, no todos cedieron a la presión para lucrarse egoístamente de la emergencia. Cuando se le dijo a una tendera de la zona de Brooklyn Heights que ella podría sacar ganancias exorbitantes vendiendo velas a un precio subido, rehusó hacerlo. Las vendía a cincuenta centavos de dólar antes del apagón, y siguió vendiéndolas a ese precio.

Al enterarse de que cinco jóvenes iban del Bronx a la misma zona de Brooklyn, una señora ofreció pagar el coste del taxi por todos. Esto hizo posible que todos llegaran a casa incólumes.

Algunas personas hasta confesaron que la emergencia las había hecho manifestar lo mejor de su carácter. Tres varones de la raza negra y cuatro hispanos trabajaron juntos para abrir la puerta de un ascensor que se había detenido entre pisos. Por casualidad se oyó a uno de ellos decir: “Todos somos amigos ahora, pero después que saquemos a esta gente del ascensor nos pondremos de nuevo a maldecir y pelear.”

Cuando el apagón hizo que se detuviera una rueda giratoria de 45 metros de alto en un parque de diversión, dieciséis transeúntes voluntariamente ofrecieron su ayuda. Tiraron de la rueda gigantesca con las manos y así hicieron posible que las personas que iban en ella descendieran.

Tanto hombres como mujeres se dirigieron a los comisariatos o jefaturas de policía y declararon que estaban dispuestos a ayudar a dirigir el tráfico, participar en hacer rondas de seguridad o ayudar a peatones que se habían extraviado. Otros neoyorquinos proveyeron servicios de escolta.

En ciertos casos la falla de la fuerza eléctrica, que en algunas secciones de la ciudad duró veinticinco horas, produjo relaciones más amistosas entre unos y otros. La gente salía a la calle y allí conversaba con sus vecinos a quienes no había hablado en años. Un matrimonio cuyo divorcio iba a ser finalizado en tres meses fue a Nueva York para una “fiesta de divorcio” y quedó detenido en el piso 38 de un hotel durante el apagón. Terminaron por hablar extensamente. ¿El resultado? Decidieron salvar su matrimonio.

¿Qué hubiera hecho usted?

Claro está que los tiempos de crisis pueden exponer a la vista pública precisamente lo que está en el corazón de la gente. La revista Time del 25 de julio de 1977 dijo: “Los sicólogos que se basan exclusivamente en observaciones y conceptos referentes a la conducta por lo general creen que, dados una combinación parecida de oscuridad total, calor insoportable e ira a punto de hervir por parte de la clase que se cree oprimida, un saqueo desenfrenado muy parecido pudiera prorrumpir en casi cualquier otra ciudad de los EE. UU.” Basados en los datos de la historia reciente, ciertamente se pudiera decir lo mismo acerca de muchas ciudades en otros países. Esto hace apropiado preguntar de otros: ¿Qué hubiera hecho usted? ¿Se hubiera interesado usted en el bienestar de otras personas, ayudándoles de todo modo posible? O ¿se hubiera interesado usted únicamente en su propio bienestar y en el de unos cuantos conocidos estrechos, tal vez yendo a su casa a todo correr sin investigar primero lo que pudiera hacer para ayudar en la emergencia? Peor todavía, ¿se hubiera apoderado usted de las posesiones de otros, sin pensar en el daño que les estuviera causando a los propietarios de las tiendas y sus vecinos quienes serían desprovistos de barrios comerciales cercanos y por lo tanto se verían obligados a recurrir al transporte público a fin de conseguir sus necesidades diarias?

Realmente, no se necesita una crisis para revelar lo que usted o sus vecinos hubieran hecho en una situación parecida. Lo que el individuo hace de día en día indica si es recto y honrado o no. “La persona fiel en lo mínimo,” dice la Biblia, “es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho.” (Luc. 16:10) ¿Se esfuerza usted por ser fiel en lo mínimo para que su presencia durante una emergencia resulte en bendición y no en maldición para otros?

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