Un pueblo de hoy día que vive en el pasado
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en México
MÉXICO encierra muchas sorpresas para el visitante. Uno de los pueblos interesantes que se pueden observar en este país es el de los tarahumaras. ¿Ha oído contar algo acerca de ellos el lector?
Esta tribu tiene unos 70.000 miembros. Moran en la región montañosa del Estado de Chihuahua, hacia el noroeste de México. Por siglos la vida ha continuado inalterada para los tarahumaras.
Su vestido y acicalado son muy sencillos. Los hombres usan pampanillas. Las mujeres visten varias faldas, una sobre la otra, así como camisas de vivos colores y collares. Tanto los hombres como las mujeres dejan crecer su pelo, grueso y liso, hasta los hombros.
Algunos de estos nativos construyen sencillas casas de madera. Sin embargo, los que viven en las quebradas y tierras bajas quizás prefieran cuevas u otros abrigos rocosos como morada.
La tierra les da el sustento
Los tarahumaras tienen un procedimiento insólito para cazar. Siguen el rastro de los ciervos corriendo tras ellos, a veces hasta por días. Cuando los animales se agotan, es fácil cogerlos y matarlos. También cazan ardillas, lagartos y ranas pequeñas. Estos indígenas tienen un aguante asombroso en lo que toca a correr. Respecto a esto leemos en la revista National Geographic:
“Los tarahumaras poseen fantástico vigor y compiten descalzos en carreras que a menudo duran 48 horas. A medida que corren van dando patadas a bolas de madera que tienen el tamaño de naranjas cuando comienza la carrera pero se desgastan hasta la mitad de ese tamaño.”
Algunos tarahumaras trabajan la tierra, cultivando maíz, patatas, frijoles, y así por el estilo. Pero su tipo de agricultura exige una vida nómada. El suelo es tenue, y la erosión es intensa debido a los aguaceros y los fuertes vientos. Cuando el suelo desaparece en una zona, las familias tienen que mudarse a nuevas ubicaciones.
La familia y la comunidad
Los tarahumaras tienen puntos de vista peculiares en cuanto al matrimonio y la moralidad. Si dos jóvenes llegan a sentirse atraídos, se hacen arreglos para una celebración. Asisten la pareja, los padres y el siríame, o gobernador de la localidad, quien efectúa el matrimonio. Muy raras veces van a una ciudad a legalizar su matrimonio en una oficina civil.
Las parejas unidas de esta manera viven juntas por todo el tiempo que deseen. Cuando los individuos ya no quieren permanecer con sus cónyuges, se separan. Al conocer a otra persona del sexo opuesto que les atrae, pueden unirse de nuevo. En cuanto a ofensas sexuales, si un tarahumara viola a una joven, debe pagar una dote al padre de la muchacha. En tal caso el padre fija el precio.
La tribu reconoce la autoridad de los gobiernos federal y estatal de México. Además de éstos, sin embargo, tienen su propia administración local, una que combina características prehispanas y jesuitas coloniales.
Cada pueblo tiene una asamblea compuesta de los residentes del pueblo. El siríame preside en esta reunión, y a él lo ayudan autoridades inferiores. La asamblea se reúne cada domingo para oír y resolver los problemas de la comunidad. Como símbolo de autoridad, el siríame lleva una vara sagrada que se conoce como disora.
Poco deseo de progresar
Tanto el gobierno de México como los jesuitas han hecho arreglos para proporcionar cursos educativos a los tarahumaras, suministrándoles entrenamiento básico en artes y oficios. Algunos nativos se han valido de estas provisiones. Algunos han llegado a ser maestros de escuela. Otros han comenzado negocios en ciudades en las que pueden vender sus propios productos hechos a mano.
Pero, por la mayor parte, los tarahumaras no manifiestan deseo alguno de modernizar su primitivo modo de vivir. Prefieren vivir en el pasado. ¿A qué se debe esto?
En términos generales, el tarahumara es un conformista. Está contento con practicar las tradiciones que han sido transmitidas por muchas generaciones. Las actividades tradicionales incluyen el hacer guares (cestas hechas de palma), colchas de lana, y vasijas y ollas de burro.
Otra cosa que se opone al progreso es el hecho de que algunos de ellos van a las ciudades donde la gente se apiada de ellos y les dan limosnas. Los que la van pasando así tienen poco deseo de buscar trabajo.
Una mezcla de creencias religiosas
Las creencias religiosas de los tarahumaras son una mezcla de catolicismo romano y enseñanzas indígenas tradicionales. Desde hace mucho el clero español logró influir en ellos para que creyeran en Jesucristo, pero solo de manera superficial. Están prestos a cambiar la religión que alegan tener si les parece ventajoso. En los casos en que la Iglesia Católica provee los medios de vida, concuerdan con el catolicismo. Pero si un segmento del protestantismo ofrece bienes, como alimento y ropa, siguen las enseñanzas protestantes.
Los tarahumaras creen en la inmortalidad del alma, y, en conexión con ciertas festividades, adoran públicamente tanto al sol como a la cruz. Además, las prácticas mágicas son comunes. Hay médicos que curan con yerbas y “curanderos” que imponen y remueven maldiciones. Como paga, estos curanderos exigen un jarro de tesgüino, una potente clase de licor de maíz. De vez en cuando estos individuos recurren al engaño. Antes de visitar a un enfermo, algunos de ellos se ponen una piedra en la boca. Después de examinar al enfermo, aparentan libar las impurezas de las muñecas del paciente. Entonces se sacan la piedra de la boca, afirmando que vino del cuerpo del enfermo, y que éste por lo tanto está libre de su enfermedad. A pesar de estas prácticas fraudulentas, estos curanderos tienen muchísimos seguidores o creyentes.
Respuesta a la obra cultural
Felizmente, varios de estos nativos han respondido favorablemente a la obra cultural que efectúan las personas que distribuyen la revista ¡Despertad! Esta obra comenzó para los tarahumaras en 1956, cuando un “precursor” (uno que dedica todo su tiempo a esta obra) vino a la zona en que éstos residen. Comenzó a colocar literatura con ellos, hacer revisitas y conducir estudios en los hogares de las personas que mostraban interés.
Para 1958 se habían comenzado a celebrar reuniones en esa zona y tres años más tarde dos tarahumaras simbolizaron su dedicación. Para 1965 ya había 14 tarahumaras que hacían esta obra cultural en esta pequeña zona, y desde entonces esa cifra se ha duplicado. Y, en una reciente asamblea local, hubo una concurrencia de 94 personas al discurso público del domingo. Los siguientes comentarios de un superintendente viajante muestran el efecto de la educación cultural:
“Los que en la actualidad efectúan la obra cultural en Agua Caliente, Chihuahua, anteriormente eran el terror de esa región. Eran arrogantes y con regularidad causaban dificultades después de beber tesgüino en exceso. A fin de alejar a los chabochis (hombres blancos) de los sitios en los que tomaban, ponían a la entrada una hierba llamada frijolillo. Una vez seca, esta hierba produce un sonido de siseo parecido al de una serpiente debido a la vibración de los diminutos frijoles en sus vainas. Esto tenía el efecto de asustar a los chabochis y hacer que se alejaran.
“Ahora estos individuos son conocidos por toda la región como personas pacíficas y trabajadoras. Ya no se emborrachan ni participan en violencia. Desde eso, se han ganado la alabanza por la mejor conducta en su propio pueblo y son conocidos por toda la región como cristianos excelentes.”
Entre un grupo de estos cristianos en Chihuahua hay 10 hombres de pura cepa tarahumara. Todos ellos aprendieron a leer y escribir por medio de los programas culturales. Esto es cierto también de otros tarahumaras de grupos cercanos. Por medio de esfuerzo diligente estos nativos de mente progresiva han podido leer para sí mismos, y también a sus vecinos, las maravillosas promesas de Dios contenidas en las Escrituras.
Los tarahumaras ciertamente son un pueblo interesante. Aunque están muy vivos y activos en los años setenta, siguen un modo de vivir que evoca el pasado distante.