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  • Lo que los padres pueden hacer
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  • Aprecio por el valor de la educación
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¡Despertad! 1978
g78 8/6 págs. 13-16

La fatiga escolar... ¿qué puede hacerse en cuanto a ella?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Suecia

“ES AL momento en que mi mano toca el tirador del armario que me canso. Después de la primera lección, me voy a casa. Todo es aburrido. Quiero trabajar y ganar dinero o, por lo menos, hacer algo que tenga significado.” Esto es lo que una muchacha de catorce años de edad en Suecia dijo al explicarle a un siquiatra de niños por qué había empezado a faltar tanto a las clases.

Obviamente la muchacha sufría de fatiga escolar, una “enfermedad” que está extendiéndose entre los alumnos de la sociedad moderna. A menudo las autoridades de las escuelas, los maestros y los padres se sienten faltos de poder cuando tienen que hacerle frente. La realidad es que en muchos lugares el problema de la fatiga escolar es tan grande que ha llegado a ser asunto de extensa investigación.

Una razón fundamental

A menudo los estudiantes que sufren de fatiga dicen que las asignaturas en la escuela les parecen aburridas y faltas de significado. También mencionan la frustración que viene de tener que estudiar demasiadas asignaturas. El desorden en las aulas hace que algunos estudiantes se sientan inseguros y nerviosos. Otros tienen problemas con sus condiscípulos. Los hijos de familias que tienen diferentes creencias religiosas frecuentemente pueden hallarse en conflictos. Factores como éstos contribuyen a la fatiga escolar. Sin embargo, muchas investigaciones señalan a una causa fundamental... a los estudiantes que padecen de fatiga escolar les falta motivación para estudiar. Sencillamente no ven motivo para hacerlo. Asisten a la escuela por muchos años sin sacar provecho práctico de gran parte de los asuntos que consideran en las clases.

¿Por qué es más común la fatiga escolar entre los estudiantes que pasan de los trece años de edad que entre los más jóvenes? Los investigadores dicen que los más jóvenes quieren aprender porque tienen curiosidad natural. El deseo de imitar lo que los adultos hacen los impulsa. Por lo general, todo en la escuela les parece excitante, y están más dispuestos a acomodarse y llevarse bien. Pero después de la pubertad, se necesitan otras motivaciones. Alvar Ellegård, profesor e investigador de la técnica de aprender en la Universidad de Gotemburgo, Suecia, se expresa así respecto a esto: “Después de la pubertad ya no es posible hacer un juego del aprender o del sentimiento de llevarse bien. Más bien, entonces es preciso dar a las tareas escolares una meta y propósito a fin de conseguir que los alumnos logren algo.” La investigación también ha revelado que antes de la pubertad el aprender es más automático debido a una necesidad innata de aprender para la vida. Sin embargo, después de la pubertad se adquiere el conocimiento de una manera más constructiva y sistemática y, por lo tanto, se requiere motivación más concreta.

¿Qué se puede hacer?

A muchos estudiantes cansados se les puede ayudar por medio de darles incentivo. ¿Quién los puede ayudar con esto? El resumen de una investigación realizada por la Junta Nacional de Educación de Suecia dice de estos estudiantes: “Los que han interrumpido sus estudios en la escuela comprensiva y han hecho novillos, los que persistentemente han deseado salir temprano de la escuela comprensiva, y los que por fin han interrumpido sus estudios en el nivel de la escuela secundaria vienen de hogares cuyo estado socio-económico es bajo y de hogares donde los padres no han provisto el apoyo necesario con relación a las tareas escolares.” (Las letras cursivas son nuestras.)

Dos investigadores estadounidenses, W. R. Morrow y R. C. Wilson, que han estudiado las relaciones familiares de 96 muchachos de escuela secundaria, entre ellos “los de logro superior y los de logro inferior,” descubrieron que una buena vida de familia era importante. Los que tenían una vida de familia más armoniosa que les daba apoyo emocional lograron los mejores resultados. Por eso, estos investigadores sostienen que la atmósfera en el hogar afecta las tareas escolares y las actividades asociadas. También hallaron que los hijos que habían recibido de sus padres una actitud negativa para con la escuela a menudo se mostraban negativos en cuanto a adaptarse a la escuela.

Lo que los padres pueden hacer

Se ve pues que los padres pueden hacer mucho para fomentar el interés de sus hijos en sus tareas. ¿Cómo? Ellos mismos deben interesarse en las tareas. Por eso no se quiere decir simplemente preguntar de vez en cuando: “¿Qué pasó en la escuela hoy?” Más bien, los padres deben manifestar interés en cosas más específicas... en detalles respecto a sus tareas. Entonces, deben considerar los asuntos con ellos en términos que revelan que entienden lo que sus hijos están estudiando.

También es importante que los padres muestren que esperan ciertos logros de sus hijos e hijas en la escuela. Es bueno que se les impongan demandas razonables a los hijos. Realmente aprecian esto en el fondo. De otro modo puede que razonen: “¿Por qué debo esforzarme cuando a nadie le importan los resultados?” Con respecto a esto, el profesor Alvar Ellegård hizo notar: “No es natural que a las personas que han pasado de la niñez no se les hagan demandas. La falta de demandas no hace más feliz la vida.”

Por eso, los padres deben decir a sus hijos lo que esperan de ellos y luego atenerse a ello hasta que lo cumplan. Pueden alabar y recompensar el buen éxito, y proveer consuelo y ayuda en caso de fracaso. Esto les da a los hijos un sentimiento sano de importancia y les asegura de que hay alguien a quien realmente le importa.

También es bueno que los padres den importancia a la utilidad de la educación. Pudieran explicar cómo les ha sido provechoso a ellos mismos el haber aprendido cierta asignatura en la escuela. Además, pudieran señalar a sus hijos qué problemas y situaciones en la vida adulta requieren cierta aptitud o conocimiento.

Uso práctico de la información

Otra manera de impulsar a los hijos a estudiar es por medio de arreglar situaciones en las que pueden dar uso práctico en la vida diaria a su conocimiento recién adquirido. Muchos educadores han descubierto la importancia de la aplicación práctica de las tareas escolares. Se han hecho esfuerzos por combinar la teoría con el trabajo verdadero. Se envían los estudiantes periódicamente a lugares de empleo para utilizar el conocimiento que han adquirido. De modo parecido, los padres pueden dar a sus hijos e hijas diferentes quehaceres y responsabilidades.

Cuando se trata de algún idioma extranjero, ¿por qué no hacen arreglos para que los hijos lo usen tanto como sea posible? Tal vez los puedan llevar a lugares donde se habla ese idioma, pedir que les traduzcan recortes o citas en ese idioma, o invitar a su hogar amigos que hablan ese idioma.

Para que los hijos hagan una aplicación práctica de la matemática, se les puede animar a llevar un libro de cuentas personal, a sumar los recibos en el manejo de la casa, a calcular el costo de ciertas composturas en la casa y así por el estilo.

Para ejercicio de lectura, los padres pudieran pedir a los hijos que les lean en voz alta. A algunos jovencitos se les ha hecho muy felices y han conseguido experiencia práctica leyendo a ciegos y a otros que no pueden leer por sí mismos. Un padre hace que su hija lea con regularidad y grabe en cinta magnetofónica la materia de estudio. Entonces, cuando él viaja de ida y vuelta al trabajo, escucha la materia en su automóvil en su magnetófono de “cassette.”

Muchos padres han hallado que es bueno dejar que sus hijos hagan trabajo manual y así se acostumbren a manejar herramientas. Esta aplicación práctica del conocimiento contribuye al desarrollo de la mente.

Aprecio por el valor de la educación

Aunque ciertas asignaturas que se enseñan en la escuela no parezcan necesarias para el futuro, se puede hacer que los hijos reconozcan su valor. El tener conocimiento de varios campos sirve para ampliar la mente, provee una educación más equilibrada y lo entrena a uno a aprender. El cerebro se parece mucho a un músculo, en el sentido de que se puede aumentar su capacidad por medio del entrenamiento. El estudiar también proporciona práctica en la autodisciplina y mejora las facultades de pensar y concentrarse.

Si cierta instrucción de la escuela es contraria a las convicciones religiosas de la familia, como a veces sucede con los testigos de Jehová, es importante que los padres no usen esto para animar desdén por la escuela en la mente de sus hijos. Cuando la instrucción incluye información que no está en armonía con la Biblia, pero que no requiere que el estudiante niegue su fe o participe en un acto de adoración falsa, todavía puede ser útil. Puede proporcionarle al jovencito entendimiento de cómo piensa cierta gente y de qué manera se les pudiera ayudar a apreciar el valor de la Palabra de Dios. Una actitud equilibrada, pero todavía intransigente, puede ayudar a los hijos a evitar muchas confrontaciones y conflictos embarazosos o desconcertantes en la escuela. Se les debe enseñar a los hijos que cuando se trata de esos asuntos en la clase, en vez de ponerse a disputar se puede lograr mucho más por medio de ser prudentes, corteses y alegres.

Hoy en muchos países la educación escolar es gratis. Esto puede hacer que los jóvenes —y hasta los padres— minimicen su valor. Pero tal vez el saber lo costosa que es ayude a todos a apreciar a mayor grado su valor. Por ejemplo, en Suecia, durante el año escolar 1976/77 cada estudiante en la escuela comprensiva le costó al contribuyente 12.300 coronas suecas (aproximadamente 3.000 dólares). Fácilmente nos podemos imaginar cómo se sentiría el hombre de familia medio con tres hijos escolares si tuviera que pagar su educación. Por lo tanto, si nos perdemos la educación gratuita cuando somos jóvenes, pudiera resultar muy costoso conseguirla más tarde en la vida.

Buena comunicación con los maestros

Los padres pueden manifestar interés en la instrucción de sus hijos por medio de tener buena comunicación con los maestros. A muchos maestros les gustaría tener mayor intercambio con los padres. Esto crea mejor entendimiento entre todas las partes envueltas... maestro, estudiante y padres. Al ver que a los padres les importa la instrucción de su hijo, puede que el maestro se sienta impulsado a manifestar mayor interés personal en él como discípulo. El estudiante también puede sentirse más inclinado a portarse bien y mostrar el debido respeto a su maestro.

Hoy día la vida escolar puede serles muy molesta a muchos estudiantes. Por eso necesitan amor y un sentido de seguridad. Una señora que ha trabajado por 30 años como enfermera en las escuelas dice: “Es aterrador la falta de seguridad que tienen algunos niños. Falta algo fundamental. Yo sé de seguro lo que se necesita: amor e interés. Se puede derramar el amor sobre un niño. Lo embebe cual esponja.”

De modo que, muy a menudo la inseguridad y el sentimiento de que todo carece de significado o propósito son responsables de la fatiga escolar. Por lo tanto, los padres pueden hacer mucho al tratar con este problema por medio de dar a sus hijos incentivo para estudiar. Pueden hacer esto interesándose activamente en las tareas escolares de sus hijos y dándoles un sentido de seguridad, haciéndolos sentir que se les ama y aprecia.

[Ilustración de la página 15]

Los padres deberían interesarse sinceramente en las tareas de sus hijos

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