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g79 22/1 págs. 10-12

Cómo emprender su propio negocio... a la filipina

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Filipinas

¿PREFIERE usted trabajar horas regulares bajo un superintendente razonable en una oficina urbana bien establecida? Muchas personas lo prefieren. La persona empleada así posiblemente disfrute de mayor seguridad que otra que emprenda por primera vez un negocio suyo propio.

Sin embargo, en las Filipinas hay quienes prefieren arriesgarse. Quieren disfrutar de horas de trabajo ajustadas a sus propias necesidades. En tal caso, por supuesto, no habrá ascensos, no habrá aumentos de salarios de vez en cuando y no habrá la posibilidad de recibir un reloj de oro al jubilarse. Pero esto no preocupa mucho a estos individuos. Reciben satisfacción de ganarse la vida usando su propia aptitud y el sentido sano que tienen para los negocios. Para ellos, nada puede compararse con la oportunidad de trabajar todo el día con su esposa e hijos y, al anochecer, contar juntos sus bendiciones.

Muchas veces los filipinos empiezan un negocio en su propia casa. Considere algunas de las posibilidades.

¿Qué clase de negocio?

¿Tiene usted un hobby, es decir, “una actividad en la cual participa por puro placer, al margen de las obligaciones,” que pudiera convertir en trabajo de tiempo completo? Tal vez haga juguetes para sus hijos. Si es así, ¿pudiera usted hacer juguetes para los hijos de otra gente? En la ciudad filipina de Cebú, la producción de guitarras como juguetes no es simplemente un hobby, sino un negocio lucrativo. Trabajando en casa, los artífices producen guitarras, ukuleles y bandurias de juguete, y aun guitarras que son muy profesionales que se venden en los aeropuertos y tiendas de música. A menudo al terminar el día de trabajo, las colinas cobran vida al resonar con la música de miles de instrumentos de cuerda a medida que familia tras familia se ponen a tocar.

Los industriosos residentes de Bicol usan la fibra del abacá para producir bolsos, zapatillas y numerosas pertenencias femeninas. En las provincias de Bulacán y Quezón manos diestras tejen los sombreros buntal de las fibras del pesiolo que consiguen de la palma burí. Mire, pruébese este. Es fresco, y ¿no le parece que enaltece su dignidad? Bueno, aquí está otro. ¡Si le hace lucir 10 años más joven!

Bajo las serenas aguas azules de Zamboanga se hallan los “cuernos” ahusados de coral negro. De este coral, los artífices de la Ciudad de Quezón y Manila labran alfileres de corbata, gemelos, anillos, aretes, brazaletes y collares. En los arenosos lechos del mar cerca de Surigao, Sámar, Leyte y Panay se puede hallar una colección de conchas que es un verdadero tesoro: las del cauri tigre, el caracol, lupo y kapis. Manos ágiles convierten éstas en cortinas, veladores, vidrios de ventana y arañas de luces que los habitantes de París, Londres o la ciudad de Nueva York se sentirían satisfechos de exhibir en sus hogares.

Quizás no le parezca muy probable que alguien escoja el trabajo de hacer zapatos. Pero allá en 1884, el joven Kapitan Moy compró un par de zapatos británicos de hechura fuerte. Cuando regresó a casa se interesó más en los zapatos. De modo que los deshizo y luego volvió a juntar las partes. Dentro de poco estableció un taller de zapatería y empezó a compartir con sus vecinos sus conocimientos prácticos recién adquiridos. Casi un siglo más tarde, el pueblo de Marikina continúa a plena velocidad en el negocio de elaborar zapatos. En muchos, sí muchísimos hogares de este pueblo, los abuelos, las abuelas, los padres, las madres y los hijos que han regresado de la escuela están ocupadísimos haciendo zapatos que algunos de nosotros probablemente llevaremos puestos mañana. “Hoy,” dice el comisionado del comercio de zapatos de Marikina, “exportamos zapatos a muchos países, incluso al lugar donde tuvieron su origen los zapatos que Kapitan Moy trajo consigo allá en 1884.”

El aumento del comercio de zapatería de Marikina ha significado más negocio para otros pueblos. Por ejemplo, Meycauayán en Bulacán le proporciona a Marikina mucho del cuero para los zapatos. A su vez, Marinduque, Masbate, Mindoro, Palawán, Romblón y otras islas mantienen a Meycauayán provista de los pellejos del ganado y carabaos. También proveen cuero de cocodrilo, cabra, cerdo y víboras para zapatos, bolsos y cintos.

Muchos filipinos abren tiendecillas o manejan puestos o mostradores en los mercados públicos. Por lo general los miembros de la familia atienden por turno estos puestos en los mercados de Kamuning, Cubao, Tondo y otros lugares. Se dice que el mercado Divisoria de Manila es el más grande de esta clase en las Filipinas. Este no es un vasto supermercado del cual un solo individuo o compañía sea el dueño o quien lo maneje, sino que consiste en miles de tiendecillas de familia bajo un solo techo. Aquí el arte de regatear ha alcanzado la perfección.

El gobierno da una mano

Puesto que el gobierno filipino reconoce la potencialidad de las “industrias caseras,” ofrece alguna ayuda a los filipinos emprendedores. Hay seminarios gratuitos para varios oficios. Hasta se ofrece un curso sobre el cultivo de hongos.

El gobierno también ayuda a la gente a mejorar la cualidad de sus productos. Por ejemplo, en Albay, muchos han pasado de hacer ollas de barro al estudio de la cerámica. En Ilocos Norte, la gente está aprendiendo a hacer ladrillos y azulejos.

El Daily Express filipino informó en un artículo de fondo del 17 de agosto de 1974 que la Junta Nacional para el Desarrollo de la Ciencia ha enviado peritos en el entrenamiento alimenticio a 39 provincias filipinas para “propagar diferentes métodos de tratar los alimentos, para poder usar comercialmente artículos como el agua del coco, las verduras sobrantes, las frutas de temporada y los pescados pequeños.” Esto ha resultado en la formación de “18 cooperativas de industrias caseras.”

¿Cooperativas? Sí, éstas se forman cuando varios negocios pequeños se unen para tener protección y ganancias mutuas. Se registran debidamente con la apropiada agencia de gobierno. El gobierno fomenta el establecimiento de las cooperativas por medio de hacerlas exentas de impuestos y concederles varias formas de protección. Estas cooperativas le facilitan al grupo comprar a precios de fábrica, vender a precios más bajos de lo que les sería posible individualmente y entonces compartir mutuamente las ganancias.

A las personas que todavía prefieren tener su negocio por su propia cuenta, se les ofrece ayuda por medio de la Autoridad Nacional para el Desarrollo de las Industrias Caseras (NACIDA). Esta agencia suministra información valiosa sobre la fabricación de artefactos filipinos. Además, el gobierno ayuda a los que registran su propia “industria casera” concediéndoles exención de impuestos por cinco años, lo cual permite que muchos sigan funcionando y prosperen.

Cómo financian el negocio

Pero ¿dónde obtiene la gente dinero para emprender un negocio? En realidad, puede que se necesite muy poco. Por ejemplo, un joven vendió un anillo. Con lo que realizó empezó un pequeño negocio de joyas. Hoy no solo puede vender las joyas, sino el polvo mismo de su taller por buen dinero. ¿Por qué? ¡Porque hay oro en cada pizca de éste!

Otro hombre consideró el asunto con sus parientes políticos. Les agradó su plan de modo que cada uno proporcionó unos 200 pesos (aproximadamente $30, E.U.A.). Ahora percibe un buen ingreso de su artesanía en corales, y todos participan de las ganancias.

Algunos bancos mantienen oficinas de préstamos en los mercados públicos para ayudar financieramente a los que tienen puestos. Los filipinos prudentes evitan a los prestamistas inescrupulosos cuyos altos tipos de interés acumulativo no solo pueden devorar rápidamente las ganancias sino también todo el capital del negocio.

¿Es para usted?

El emprender uno su propio negocio tiene algunas ventajas. Por lo general lo deja a uno más libre para programar su trabajo y recreo. No le es responsable a ningún superintendente, y puede que tenga más tiempo de asueto con su familia. Al escoger la clase de trabajo que le agrada, evita el estar obligado a hacer un trabajo aburrido simplemente para ganarse la vida. Además, su negocio le brinda la oportunidad desafiadora de ejercer su ingeniosidad.

Pero hay riesgos. Se puede perder el capital debido a manejo incompetente o problemas imprevistos. La competencia o la inflación pudieran reducir las ganancias. También hay la ansiedad acerca de lograr éxito, puesto que al manejar uno su propio negocio quizás no tenga la seguridad que brinda el estar empleado por otro. A veces también es posible que el negocio exija más tiempo que el que había pensado tener que dedicar a él.

¿Qué hay de usted? Prescindiendo de dónde viva, después de considerar las ventajas y desventajas, ¿le gustaría emprender su propio negocio... a la filipina?

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