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  • El problema de la vejez
  • ¡Despertad! 1979
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¡Despertad! 1979
g79 8/11 págs. 3-4

El problema de la vejez

EN REALIDAD nadie quiere envejecer. Sí, tal vez deseemos la experiencia y sabiduría que vienen de vivir muchos años; pero no queremos las severas limitaciones que la vejez puede ocasionarle al cuerpo y a la mente. Tampoco queremos lo que le sigue... la muerte. Si pudiéramos escoger lo que queremos, sin duda combinaríamos la sabiduría de la vejez con la vitalidad de la juventud. Ponce de León tenía eso mismo en la mente hace siglos cuando buscaba en Florida la “Fuente de la juventud.”

¿Es posible poner coto al envejecimiento, recobrar la juventud? ¿Será posible que algún día veamos la sabiduría de la vejez combinada con la vitalidad de la juventud y que dure indefinidamente? Con confianza contestamos: ¡SÍ! ¿Cuándo? Mucho más pronto de lo que usted puede imaginarse, como explicaremos más tarde en esta revista.

Pero antes que pueda recobrarse la juventud, los problemas de la vejez persisten con nosotros. Y es preciso que nos enfrentemos a éstos.

¿Son los “años dorados” o no?

Algunos han llamado la ancianidad los “años dorados.” Cuando uno no está plagado de muchas enfermedades, pesares o temores, es cierto que el período de edad avanzada puede ser uno de tranquilidad grata parecido a lo que evidentemente experimentó el patriarca Abrahán, pues la Biblia dice de él que “murió en buena vejez, anciano y satisfecho.”—Gén. 25:8.

Sin embargo, otros no llamarían la vejez “dorada,” sino “desastre.” Se le preguntó a una persona eminente, cuando cumplió 70 años de edad, lo que opinaba de la vejez. Contestó: “Es como un naufragio.” Comparó su envejecimiento a un buque que el mar había varado sobre la playa y que los vientos y las olas estaban azotando y despedazando. O como declaró una sicóloga, la Dra. Rebecca Black, de Boston:

“Se les hace creer que cuando se jubilen vivirán felizmente para siempre jamás, pero se hace poco para prepararlos para la realidad de la jubilación... y a menudo es un desastre.”

Así es que el pensar en la vejez produce un conflicto de imágenes. Una imagen presenta la pérdida de la juventud, la fuerza menguante, y finalmente la posibilidad de una muerte solitaria. La otra imagen representa el haber logrado algo valioso en la vida y el haberse ganado respeto y honra.

Hizo notar este conflicto Daniel Calahan del Instituto de Sociedad, Étnica y la Ciencia de la Vida en un editorial que escribió cuando cumplió los 46 años de edad. Declaró:

“Para alguien que recientemente ha cumplido la avanzada edad de cuarenta y seis años, la perspectiva de la vejez que rápidamente se aproxima es tanto fascinante como aterradora.

“Mis hijos habrán crecido, mi vida volverá a pertenecerme. Eso es fascinante.

“Pero no me siento enteramente tranquilo al notar a algunos de los ancianos que me rodean, pues pasan gran parte de sus ratos libres visitando hospitales, yendo a los funerales de viejos amigos, e inquietamente buscando algo en que emplear su tiempo de ocio. . . .

“Muchos de los ancianos están en instituciones particulares establecidas especialmente para atender a los ancianos, sí, esas instituciones que han sido creadas astutamente para asegurar que los ancianos no estén en casa donde pueden servir de estorbo. La perspectiva de que quizás termine mis días en uno de esos lugares —con la vista clavada en las paredes o en televisores que no dejan de sonar a toda fuerza— me aterroriza, pero solo un poco más que la perspectiva misma de envejecer.”

Hay más ancianos

De algunas maneras la ciencia moderna ha complicado el problema de los que son ancianos y están en malas circunstancias económicas. ¿Cómo? Bueno, la ciencia médica ha prolongado la vida, pero no ha hecho mucho acerca de la clase de vida que los ancianos llevan. Por ejemplo, en los Estados Unidos el niño que nace hoy tiene como promedio la esperanza de vivir 24 años más que el niño que nació en 1900. Pero si los ancianos tienen que pasar muchos de estos años adicionales en la miseria, ¿qué se ha logrado?

El hecho de que más personas están llegando a alcanzar una edad más avanzada, aumenta los problemas asociados con el envejecimiento. Hoy, tan solo en los Estados Unidos, hay más de 24 millones de personas que tienen 65 años de edad o más. La vejez afecta a casi toda familia, puesto que es una excepción el que haya una familia que no tenga por lo menos un miembro de más de 65 años de edad. El departamento del censo informa que entre estos estadounidenses que tienen más de 65 años de edad, hay más de cinco millones de mujeres que viven solas. Más o menos un millón y medio de hombres también viven solos.

En muchos países los ancianos viven más, y hay más de ellos, de modo que el problema de lo que deben hacer con su vida es un problema verdadero. Muchos ancianos vivirán tantos años después de cumplir los 65 como vivieron antes de alcanzar el estado de adulto. ¿Qué han de hacer con todo ese tiempo?

El hecho de que las facultades mentales no disminuyen tan rápidamente como el cuerpo agrava el problema. Un grupo de sicólogos declara que las facultades mentales alcanzan su mayor logro alrededor de los 60 años de edad, y que después de eso decaen muy lentamente. Así es que el problema de cómo ocupar la mente cobra mayor magnitud precisamente al tiempo en que el cuerpo ya no responde como solía hacerlo.

Problemas para otros

Por supuesto, los problemas de los ancianos no afectan únicamente a los ancianos mismos; los miembros más jóvenes de la familia también tienen que enfrentarse a sus problemas. Por ejemplo, la revista Business Week dice:

“Después del problema de criar a los adolescentes y financiar su educación universitaria, el problema familiar más difícil al que se enfrentan los ejecutivos que tienen más de 35 años de edad es el de cuidar de sus padres de edad avanzada.

“Un ejecutivo neoyorquino de una compañía de seguros dice: ‘El cuidar de mi madre de 91 años de edad nos ha causado una revolución... tanto emocional como financiera.’ La reacción de este señor es del todo típica.”

Se ve pues que la vejez ciertamente es un problema. Y cada vez son más las personas que tienen que enfrentarse a él. ¿Cómo pueden hacerlo y estar ‘satisfechas,’ como lo estuvo Abrahán? ¿Qué pueden hacer? ¿Qué pueden hacer los jóvenes adultos acerca de sus padres que están envejeciendo?

Y la pregunta más vital de todas: ¿Podrá recobrarse la juventud algún día?

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