BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g80 22/3 págs. 16-20
  • De estrellato en el fútbol a devoción piadosa

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • De estrellato en el fútbol a devoción piadosa
  • ¡Despertad! 1980
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Mi vida como estrella del fútbol
  • Conozco a los testigos de Jehová
  • Ayuda amorosa cuando la necesitábamos
  • Dos diferentes modos de vivir
  • Mi selección... los resultados
  • El principal evento deportivo del mundo
    ¡Despertad! 1978
  • Algo mejor que el fútbol americano profesional
    ¡Despertad! 1976
  • ¿Cómo le afecta a usted?
    ¡Despertad! 1978
  • ‘Tras las flores, las piedras’... en el campo de fútbol
    ¡Despertad! 1981
Ver más
¡Despertad! 1980
g80 22/3 págs. 16-20

De estrellato en el fútbol a devoción piadosa

CRECÍ en una pequeña aldea minera de Yorkshire, Inglaterra. Aunque detestaba la escuela, sí derivaba placer de los deportes. Disfrutaba particularmente del fútbol (soccer).

Un día, después que hube jugado para el equipo de la escuela, un señor que se dedicaba a buscar personas que tuvieran aptitudes especiales para el fútbol me preguntó si me gustaría jugar para el Club de Fútbol Wolverhampton Wanderers. Aquello no me causó ninguna impresión. Lo que yo planeaba hacer cuando saliera de la escuela, como cosa natural, era comenzar a trabajar en la mina de carbón de la localidad, pero mi madre sugirió que, en vista de la oferta del club, por lo menos deberíamos viajar a Wolverhampton y enterarnos de lo que estuviera implicado en ello. Así que concordé.

La visita fue memorable. Al hacerla percibí una atmósfera de excitación. El apoderado era un hombre sincero y me persuadió a firmar para jugar con los “Wolves” (“Lobos”), el nombre que se daba al equipo.

Yo tenía 17 años cuando me dieron la oportunidad de jugar en el equipo titular. El juego fue en Leicester, y ganamos. El siguiente partido fue en nuestro propio pueblo y marqué algunos goles. Los titulares de las páginas deportivas declararon: “¡Ha surgido una nueva estrella!”

Mi vida como estrella del fútbol

Solo me sentía realmente feliz cuando jugaba fútbol, especialmente cuando marcaba goles. Recuerdo que en una ocasión en Preston di un puntapié a la pelota y la lancé por 32 metros y marqué un gol. Todavía puedo ver la pelota metiéndose como un cohete directamente por la esquina superior de la malla. Entonces corrí los 32 metros hacia donde estaban los hinchas o aficionados de los Lobos detrás de la portería, y levanté los puños cerrados, en realidad preguntándoles si alguna vez habían visto algo semejante. La muchedumbre respondió aclamándome, repitiendo mi nombre vez tras vez.

En diferentes ocasiones fui escogido para jugar con el equipo inglés de jugadores de menos de 18 años, y con el tiempo me seleccionaron para jugar con el equipo nacional de Inglaterra de jugadores de menos de 23 años. Muchos decían que el que alguna vez me escogieran para jugar en el equipo titular inglés era solamente cuestión de tiempo.

Sin embargo, el ser una estrella del fútbol no me resolvió los verdaderos problemas de la vida. Mi actitud de rebeldía me producía dificultades; no me importaba lo que pasara a otros. Tan mala era mi actitud, que el apoderado hizo arreglos para que yo fuera a ver a un siquiatra. Pero no cambié. Entonces un día conocí a Jean y pronto decidimos casarnos. El apoderado del equipo se alegró mucho por ello. Esperaba que el matrimonio me estabilizara.

Jean me gustaba porque era bonita. Ella dijo que yo le gustaba porque la hacía reír, pero verdaderamente no nos amábamos. Jean decía que el concertar citas con una estrella de fútbol era una cosa, pero el casarse con uno de ellos era un asunto completamente diferente. A las pocas semanas de casados nuestro matrimonio ya estaba en condición tempestuosa. En una ocasión, en un arrebato de cólera, le arrojé una tetera a Jean, y ésta le dio en el muslo y entonces rompió una puerta de cristal. Ella respondió cortando en pedazos, con unas tijeras, el último traje que yo había comprado. Pensé en abandonar a Jean y, por mi manera de actuar, ella hasta amenazó con suicidarse.

Conozco a los testigos de Jehová

Cuando llevábamos dos meses de casados alguien tocó a nuestra puerta, y un hombre, a quien más adelante llegué a conocer como Ken, se presentó como testigo de Jehová. Tan pronto me di cuenta de que representaba una religión le dije que no me interesaba el mensaje que traía. Pero antes de que yo cerrara la puerta él me preguntó si me gustaría ver una Tierra en la que reinara la paz. No contesté su pregunta, pero sentí el deseo de decirle cómo habían muerto mi padre y mi hermanita. Y eso fue lo que hice.

Mi padre había sido un hombre popular y respetado y solo tenía 42 años de edad cuando murió de cáncer. Todavía recuerdo la amargura que me embargó mientras estuve de pie ante su tumba. Precisamente dos semanas después murió mi hermanita, que todavía estaba en su temprana infancia. Mi madre quedó con el corazón destrozado. Yo no podía borrar de la mente el hecho de que, siendo un muchacho de 11 años, subí las escaleras con la criaturita muerta en los brazos para colocarla en la cama. ¿Por que habían ocurrido aquellas cosas?

Ken me preguntó si yo creía que Dios podría corregir todas las cosas. Recuerdo que dije de modo enfático: “¡Jamás!” Entonces Ken me mostró 2 Timoteo 3:1-5, y una frase atrajo mi atención, a saber: “los hombres serán amadores de sí mismos.” Yo dije: “Hoy día la gente es así.” De hecho, reconocí: “¡Yo soy así!” Entonces él me explicó las condiciones que reinarían durante el período que la Biblia llama los “últimos días.” Sugirió que continuáramos la consideración la siguiente semana, y yo concordé. Comenzamos a estudiar la Biblia con la ayuda del libro La verdad que lleva a vida eterna. Jean se reía cuando pensaba en que yo estuviera leyendo la Biblia, pero durante la cuarta semana pasó por la habitación donde Ken y yo estudiábamos e hizo una pregunta que Ken le contestó. Entonces hizo otra, y poco tiempo después Jean estuvo participando en el estudio.

Al poco tiempo Ken comenzó a invitarnos a ir al Salón del Reino. Puesto que yo era muy egocéntrico, me preguntaba qué impresión haría en los que concurrían al Salón. Durante la primera reunión a la que asistí me puse a hablar a la persona que estaba a mi lado en lo que yo pensaba que era voz baja, pero un acomodador me pidió cortésmente que guardara silencio. Aquello no me cayó muy bien. Después que la reunión terminó, muchas personas vinieron y se me presentaron y me preguntaron cómo me llamaba. Sorprendido por el hecho de que no me reconocieran, les dije que era Peter Knowles. Ellos ni sabían que yo jugaba fútbol. El colmo fue cuando me preguntaron: “¿Con qué equipo juega usted?” Yo creía que todo el mundo en Wolverhampton me conocía. Las experiencias que tuve aquella noche fueron las primeras de muchas otras que resultarían en que llegara a verme tal como en realidad era.

Jean y yo continuamos adquiriendo conocimiento, pero nuestro problema era aplicar la Palabra de Dios en nuestra vida. En el hogar nunca poníamos en práctica el principio que dice: “Que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado.” (Efe. 4:26) Se me hacía difícil tranquilizarme. Siempre tenía los nervios de punta; era un manojo de nervios. Hasta durante el estudio bíblico me sentaba en una silla, después en otra, y con frecuencia terminaba sentado en el suelo. El jugar fútbol me ocasionaba presiones. Como resultado, me hallaba tenso, y esto conducía a riñas con Jean. El estrellato en el fútbol no estaba favoreciendo nuestro arreglo matrimonial.

Ayuda amorosa cuando la necesitábamos

Algo que hizo una profunda impresión en nosotros durante aquel tiempo fue la bondad de la congregación. Nos mostraron maravillosa hospitalidad. ¡Qué diferente de cuando me asociaba con otros futbolistas! Estos nunca nos habían invitado a sus hogares, y nosotros jamás habíamos pensado en pedirles que nos visitaran. Pero en la congregación habíamos encontrado a personas que realmente podían vivir en el nuevo sistema del cual habíamos estado estudiando.

La temporada de 1968-1969 había terminado, y, junto con otros clubes británicos, nosotros habíamos concordado en jugar un torneo fuera de temporada en los Estados Unidos, para fomentar el fútbol. Mientras estuve allí me comuniqué con los testigos de Jehová. Uno de ellos, en particular, me atendió cuando estuvimos en Kansas por seis semanas, y me llevó a algunas reuniones así como a las oficinas donde un grupo de trabajadores voluntarios estaban ocupados preparando una asamblea de los testigos de Jehová. Al reflexionar ahora, me doy cuenta de que aquél fue un tiempo crítico para mi progreso espiritual.

Dos diferentes modos de vivir

Cuando regresamos a nuestro pueblo el entrenamiento para la nueva temporada ya había comenzado, pero la congregación estaba a la expectativa de ir al Estadio Wembley, no para ver fútbol, sino para asistir a la Asamblea Internacional de los Testigos de Jehová “Paz en la Tierra.” Jamás olvidaré aquella semana, pues, además de asistir a mi primera asamblea, también tuve que jugar tres partidos de fútbol. Así se me proveyó una oportunidad extraordinaria de contrastar el ambiente del lugar donde los jugadores se cambian de ropa con el espíritu de familia de la asamblea. Durante los partidos en los cuales jugué miré a las muchedumbres y las comparé con las 82.000 personas que estuvieron presentes el domingo en la asamblea de los testigos de Jehová. Lo que sucedió aquella semana me demostró de modo concluyente la enorme diferencia que existía entre la vida de una estrella de fútbol y una vida de devoción piadosa.

Sin embargo, todavía yo no veía la inconsecuencia de jugar fútbol y ser testigo de Jehová. Una noche invité al superintendente presidente de nuestra congregación para que me viera jugar. Mi equipo ganó, y yo marqué uno de los goles. Más tarde aquella noche el presidente de la congregación vino a nuestro hogar y charlamos un rato. Finalmente le pregunté qué pensaba del partido de fútbol. Quedé sorprendido cuando dijo que en el terreno de fútbol yo era una persona diferente de la que iba a las reuniones del Salón del Reino. Le expliqué que antes de cada partido yo oraba a Jehová para que me ayudara a no perder los estribos. Sin embargo, él me dijo que en el campo de juego a veces yo actuaba como si fuera un gladiador. Pero no quedé convencido.

Más tarde, cuando estuvimos jugando contra el Manchester United, la muchedumbre me dio una extraordinaria ovación. Cantaban: “¡Pásenla a Knowles; queremos goles!” Cada vez que yo marcaba un gol la multitud se ponía frenética, y me aclamaba más y más. Poco a poco comencé a darme cuenta de que era cierto lo que había dicho el superintendente. Muchas personas de la muchedumbre me trataban casi como a un dios. Era una forma de idolatría, y yo sabía que aquello era incorrecto. A pesar de ello, no quería dejar el fútbol. Recuerdo que antes de un partido oré a Jehová: “Por favor, ayúdame a combinar ambas cosas. Por favor, ayúdame a mantener el gobierno de mí mismo y, por favor, Jehová, ayúdame a marcar tres goles; te pido esto en el nombre de Jesús. Amén.” Pero en mi corazón sabía que mis días de estrellato en el fútbol se acercaban a su fin.

Mi selección... los resultados

Un día, mientras me entrevistaba un cronista deportivo, mencioné que pensaba dejar el fútbol. ¡Él se apresuró a buscar un fotógrafo, y la mañana siguiente se podía leer acerca de ello en todas las páginas de la sección deportiva del periódico! “¡Peter Knowles se hace testigo de Jehová... piensa retirarse del fútbol!” De entonces en adelante los sucesos se precipitaron. Yo sabía que el ser testigo de Jehová y servir a Jehová con devoción piadosa podría resultar en la recompensa de la vida eterna. El estrellato en el fútbol nunca podría hacer tal cosa. Así que fijé una fecha para dejar el deporte en unas cuantas semanas. Mi último partido fue cuando jugamos contra Notingham Forest.

Tres semanas después Jean y yo nos bautizamos en símbolo de nuestra dedicación a Jehová. Con la excepción de un partido en gratitud a mi hermano Cyril, en el que participé más adelante para cumplir con la promesa que le había hecho, nunca he regresado a mi anterior modo de vivir en el mundo del fútbol.

Para aquel tiempo en la congregación había dos personas que trabajaban de tiempo completo en la obra docente bíblica y nosotros dedicábamos mucho tiempo a predicar las buenas nuevas del reino de Dios de casa en casa con ellas. Con frecuencia la gente nos invitaba a entrar en sus hogares y muchas veces dejábamos en manos de la gente ejemplares del libro La verdad. Pero se nos hacía difícil entablar una conversación acerca de la Biblia, y por más de dos años no pudimos comenzar un estudio bíblico con nadie. La gente solo quería hablar sobre el fútbol. De muchas fuentes se ejerció mucha presión en mí para que regresara al fútbol. Pero además de las cartas que me pedían que regresara al fútbol, recibí muchas de Testigos de todas partes del mundo en las cuales me estimulaban a no desistir de mi fe. Ahora realmente sentíamos que éramos parte de una asociación mundial de hermanos y hermanas. Persistimos con esta asociación, y en seis meses tuvimos el privilegio de dedicar todo nuestro tiempo a predicar las buenas nuevas del reino de Dios, y después, transcurridos ya nueve años, tuve el privilegio de comenzar a servir de anciano de nuestra congregación.

No hay duda de que si no hubiésemos comenzado a servir a Jehová, Jean y yo no habríamos estado juntos para este tiempo. Nuestra fe realmente nos ha unido. Ahora estamos contentos, porque sabemos lo que sucederá en el futuro. Por supuesto, todavía tenemos nuestros altibajos, pero gracias al consejo de la Palabra de Dios ahora estamos bien capacitados para hacer frente a cualesquier problemas que puedan surgir en la vida.

Un texto bíblico que verdaderamente hizo impresión en mí es el de 1 Timoteo 4:8, que dice: “El entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.” Al pensar en la “vida . . . que ha de venir,” espero con mucho interés ver tanto a mi padre como a mi hermanita, junto con muchos otros millones de personas, que serán resucitados para vivir aquí en la Tierra en el nuevo orden de justicia de Dios en el futuro cercano. En cuanto a la “vida de ahora,” estoy mucho más contento de lo que jamás estuve cuando jugaba fútbol.

Puede que algunos piensen que puedan jugar fútbol profesional y todavía ser cristianos, pero para mí eso no es posible. El mantener gobierno de uno mismo durante el partido se hace difícil, si no imposible. En el fútbol se despliega un espíritu feroz de competencia y frecuentemente se fomenta la idolatría. Cuando reflexiono en la ocasión en que la muchedumbre me aclamó repitiendo en cadencia mi nombre, y me vi a mí mismo como casi un dios, me doy cuenta de lo peligroso que esto puede ser. Ahora tengo estabilidad. El adorar a Jehová me ha dado paz mental así como muchos amigos genuinos. Me ha ayudado a amar, no solo a mí mismo, sino también a mi esposa y, sobre todo, a Jehová Dios.—Mat. 22:37-39.

He llevado una vida de estrellato en el fútbol. Ahora solo deseo llevar una vida de devoción piadosa.—Contribuido.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • Español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir