Locura de espectador
En una consideración en cuanto a cómo las actividades deportivas de una nación son un reflejo de la sociedad de ésta, la revista británica “New Scientist” comentó: “El fútbol permite solo una expresión mínima del comportamiento agresivo [entre los jugadores], pero esta actuación bélica parece trasladarse a los espectadores. . . . Los guardias armados, las vallas de alambre de púa y túneles para escapar, cosas que en algunos lugares se consideran necesarias para proteger a los jugadores y funcionarios de aquellos a quienes han venido a entretener, le recuerdan [a uno] un sistema de seguridad que es más apropiado para una prisión.” La “Encyclopœdia Britannica,” en ediciones recientes de la publicación anual “El libro del año,” registra algunas de las locuras de estos espectadores:
“En 1975 continuó la historia de violencia que rodea al fútbol, y parecía que Inglaterra estaba engendrando los peores ofensores . . . Pero Inglaterra no tuvo un monopolio en lo que respecta a esta enfermedad moderna. En Santiago de Chile, el 25 de junio, después que no menos de 19 jugadores habían sido despedidos [del juego] tras de una disputa en el campo de juego, los jugadores no pudieron abandonar la zona del juego por otro cuarto de hora debido a una lluvia de piedras lanzada por los espectadores. . . . También se han informado disturbios en otras partes en Sudamérica e Italia.”—1976, pág. 350.
1977: “La reiterada violencia conectada con el fútbol fue una consecuencia de la proliferación de las facciones bélicas en el mundo. Durante un partido de campeonato europeo en Cardiff [Gales], . . . los espectadores arrojaron latas de cerveza al campo de juego para mostrar su cólera por algunas decisiones del árbitro de Alemania Oriental. . . . En Malta algunos jugadores pendencieros recibieron sentencias de cárcel, y un árbitro de un juego en América del Sur murió después de haber sido atacado por los jugadores.”—pág. 350.
1978: “Los problemas de las muchedumbres persistieron por todo el mundo, y más y más países se esforzaron por mantener cercados a los desordenados. En Barcelona, España, se cavó un foso que costó 150.000 dólares para mantener a los hinchas fuera del terreno de juego.”—pág. 394.