Las aptitudes o las frivolidades... ¿cuáles prevalecerán?
Era una noche fría y el hombre dejó que el camello metiera la cabeza en la tienda de campaña. Entonces el cuello. Luego los hombros. Pronto el camello estuvo dentro de la tienda y el hombre afuera titiritando. Eso dice una fábula. De manera similar, a medida que en el plan de estudios escolar se introdujeron cursos electivos, la lectura, la escritura y la matemática fueron quedando fuera.
HOY día en las escuelas de muchos países existe una falta lamentable de aptitudes o conocimientos prácticos, y “el entusiasmo que se manifiesta por la técnica de pintar con los dedos no es sustituto aceptable,” declaró una señora que antes era maestra. “Las escuelas han adoptado una gran cantidad de actividades, ninguna pedida por nosotros,” dijo. “Se preocupan por las necesidades emocionales de los estudiantes, por sus necesidades sociales y, en último lugar, por sus necesidades educativas. Las consideraciones sobre la vida de familia son, en la mayoría de los casos, un eufemismo por pornografía en la sala de clases.”
Esa última acusación recibió apoyo el 19 de junio de 1979 cuando el Post de Nueva York salió con los siguientes titulares en su primera plana: “Escolares de tierna edad recibirán lecciones de sexo clasificadas X [no aptas para menores de 16 años].” Estos detalles siguieron:
“La Junta de Educación está dando pasos para revisar su programa de educación sexual para que, tan temprano como en el quinto grado, se consideren temas que hasta ahora se consideraban prohibidos. La nueva materia ‘clasificada X’ incluiría el aborto, la homosexualidad, la contracepción y la masturbación. . . . Los funcionarios escolares opinan que esta educación sexual más temprana es necesaria porque ha habido un aumento alarmante en la cantidad de preñeces no deseadas y de casos de enfermedades venéreas entre los adolescentes. Los funcionarios también están proponiendo información sexual práctica en lugar de la materia corriente que pone de relieve los procesos biológicos. Por ejemplo, tan temprano como en el quinto grado los estudiantes considerarían diferentes métodos de contracepción.”
¿Le suena familiar eso? ¿No se empleó ese mismo argumento cuando por primera vez se introdujo la educación sexual en las escuelas, a saber, que reduciría la promiscuidad y las preñeces? Según el registro, lo único que se redujo fue la aptitud en lectura, escritura y matemática.
El “inglés de los negros”
Hace años, si una pobre jovencita de tez oscura, al expresarse en la sala de clases de una escuela estadounidense, hubiese empleado el inglés chapurrado que solían hablar sus bisabuelos esclavos, su maestra la hubiera censurado y le hubiera corregido su inglés defectuoso y descuidado. Pero en los últimos años algunas personas llaman ese modo de hablar el “inglés de los negros,” y afirman que es un idioma no escrito que debe enseñarse en las escuelas.
En muchas escuelas los planes de estudio están repletos de estas frivolidades electivas que son de poco valor, pero que consisten en cursos fáciles. Los maestros y maestras que se interesan sinceramente en su oficio ven esto como una amenaza a las aptitudes académicas. Típica es esta declaración de un maestro de estudios sociales:
“El sistema electivo que ha evolucionado en muchas escuelas tiene un efecto devastador en los hábitos de aprender de los estudiantes jóvenes. Los de quince años de edad han adquirido gran pericia en ‘comprar’ los cursos más convenientes y menos exigentes en el ‘supermercado’ de los programas de estudio.”
¡De regreso a lo fundamental!
La perturbación causada por el deterioro en las normas académicas, desde la escuela primaria hasta la universidad, ha convertido el movimiento de “regreso a lo fundamental” en una de las fuerzas más poderosas de la educación estadounidense. En 1977, en un sondeo de la opinión pública se preguntó a los estadounidenses si querían que se diera más énfasis a lo básico o fundamental... la lectura, la escritura y la matemática. Un gran 83 por ciento dijo que sí lo querían. Ha habido un tremendo aumento en el número de escuelas particulares, incluso las religiosas, porque la gente no está satisfecha con los logros deficientes de las escuelas públicas. Cuando se preguntó desafiadoramente al comisionado de la educación del estado de Florida —estado que tiene unas 300 escuelas religiosas— por qué no se obligaba a estas escuelas a satisfacer ciertas normas, contestó:
“No estamos en condiciones de hablar acerca de las normas ajenas hasta que pongamos en orden las escuelas públicas. ¡Sería un descaro que le dijéramos al cazo: ‘Quítate allá, que me tiznas’!”
Se hizo un estudio de 34 escuelas de segunda enseñanza que habían mantenido el nivel de las notas de los examinados, o lo habían visto elevado, en los exámenes para ingreso en los colegios universitarios. Estas escuelas eran de todas partes de los Estados Unidos, tanto de comunidades de acaudalados como de obreros... una muestra representativa tanto en sentido social como económico. Estas escuelas tendían a tener maestros experimentados que se adherían a altas normas, quienes no aprobaban “novedades educativas tales como el relajado ambiente de enseñanza simbolizado por el concepto que se llama ‘aula libre.’” Los estudiantes que sacan notas altas “toman cursos más académicos —matemática, idiomas extranjeros, inglés y ciencia física— que los examinados de las escuelas en las cuales las notas han bajado drásticamente.” Y los padres prestan firme apoyo a los maestros.
No hay atajo al aprendizaje
Edward T. Hall fue maestro de inglés en los Estados Unidos por 28 años. En 1974 fue a Botswana, África, para enseñar la misma materia. “Estoy enseñando inglés,” dijo él, “a muchachos y muchachas para quienes es un lenguaje extranjero. Estos lo están aprendiendo mejor que mis alumnos estadounidenses.” Este maestro no aprueba el modo indulgente de abordar los estudios. En Botswana su programa es riguroso, sin lugar para frivolidades.
“¿Anticuado? ¿Lleno de repeticiones? ¿Aburrido?” pregunta él. Sí. “Los ejercicios aburridos son tan necesarios para poder hablar y escribir el inglés correctamente como lo son las escalas de piano para poder tocar conciertos.” En los Estados Unidos los maestros temen ahogar la “individualidad” y la “facultad creadora” del estudiante si corrigen su inglés.
Hall hace estas observaciones en su ensayo intitulado “Por qué los estadounidenses no saben escribir,” que se publicó en la revista Human Nature de agosto de 1978. Presenta ejemplos concretos en prueba de la posición que ha adoptado... extractos de los deberes realizados en casa por un estudiante de último año de una escuela secundaria de la ciudad de Nueva York y por un estudiante africano de 15 años de edad. Lo que sigue es la traducción de un párrafo que se tomó del informe que el estudiante neoyorquino que estaba en su último año de escuela escribió sobre el diario de la niña judía Ana Frank; en la traducción tratamos de remedar o imitar las debilidades que se manifiestan en inglés:
“Esto es una idea de una tragedia la razón es que Ana Frank vivió a través de una vida muy dura. Su familia y Ana son alemán y a Hitler no le gustan los Alemanes, de modo que Hitler hizo una ley para capturar los Alemanes y hacerlos trabajar y quizás hasta matarlos.”
Lo siguiente, también una traducción, se tomó de un ensayo sobre el prejuicio, escrito por Mbuso, un africano de 15 años de edad:
“La verdad es que en África del Sur la cuestión del prejuicio racial ha sido establecida por una historia de varios siglos. En Botswana acabamos de salir de esa larga historia solamente durante los últimos 10 años de independencia. Por siglos el hombre blanco del África del Sur ha considerado al africano como un súbdito, un inferior, y como alguien que no está capacitado para pensar y actuar de manera civilizada y culta.”
No es de extrañar que en la ciudad de Nueva York uno de los desilusionados maestros de inglés haya dicho que si fuera posible medir el valor del sistema educativo con una vara, no se necesitaría una yarda, sino que bastaría con una reglita de seis pulgadas. Para que el sistema educativo recobre el valor que tenía antes, el disfrute de frivolidades tendrá que ceder ante el aprendizaje de conocimientos prácticos.