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¡Despertad! 1981
g81 22/1 págs. 12-15

Explotación en el campo de las drogas... ¿se le ha hecho víctima?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Australia

EL DESEO más elemental del hombre es el de vivir. Por eso, siempre ha estado dispuesto a pagar bien a cualquiera que pudiera ayudarle a vivir más tiempo o librarle del sufrimiento.

Los libros de la antigüedad abundan de remedios para las enfermedades, algunos de ellos beneficiosos, otros verdaderamente peligrosos. Pero nunca antes había florecido la medicina al grado que lo ha hecho en nuestro siglo veinte. Además de los constantes esfuerzos por desarrollar nuevas técnicas en el campo de la medicina, se ha descubierto una gran cantidad de drogas que sirven de medicamentos. En cierto año, poco tiempo atrás, había unas 7.200 drogas y combinaciones de drogas en el mercado.

Por otra parte, hay personas que opinan que los países más adinerados, más progresivos, se han convertido en la sociedad más dada al uso excesivo de medicinas de toda la historia. Un factor que se destaca en la situación mundial de la medicación es la enorme cantidad de dinero envuelta en la cuestión. En tan solo Australia, que no tiene más de 14 millones de habitantes, cada año se gastan más de 300 millones de dólares australianos en drogas medicinales. ¿Será posible que los fabricantes de productos farmacéuticos estén explotando el interés natural de millones de personas en su salud?

Publicidad agresiva

Las boticas o farmacias, los supermercados y muchas tienditas almacenan medicamentos que se pueden comprar sin receta médica. A fin de estimular al público a comprar más de estos medicamentos, las compañías farmacéuticas patrocinan agresivas campañas de publicidad altamente perfeccionadas en los periódicos, las revistas, las carteleras, la radio y la televisión. Peritos en el campo de la publicidad investigan las necesidades, actitudes y gustos del grupo de personas quienes ven como su objetivo —persona que pudieran usar su medicina particular— y preparan una campaña adecuada. Por lemas ingeniosos, anuncios llenos de color y métodos llamativos de comerciar que se despliegan a través de los distintos medios publicitarios se anima a la gente a comprar.

Se emplean muchos métodos sutiles para atraer la atención de uno. Puede que la etiqueta de una medicina diga “nueva” cuando en realidad solo es una combinación diferente de drogas viejas. Una compañía quizás afirme que su producto es especial porque contiene “XYZ,” cuando la verdad es que “XYZ” es simplemente un nombre comercial de un componente común. Algunas compañías dan gran importancia a las pequeñas diferencias, que a menudo son insignificantes, entre sus productos y los de un competidor. A veces se hace referencia a pruebas efectuadas en laboratorios o a las recomendaciones de médicos, o puede que los anuncios sean presentados por alguien vestido como miembro de la profesión médica.

Un resultado de la imponente e incesante publicidad ha sido la grandísima popularidad de las drogas calmantes. A la gente se le anima a considerar el uso de ellas como normal, como una ayuda para resolver los pequeños problemas de la vida. Los esfuerzos de una organización de ventas eficaz han resultado en que estas drogas estén disponibles en casi cualquier lugar.

Muchos médicos dicen que la aspirina (incluso la aspirina soluble) es un analgésico comparativamente libre de peligro y eficaz. Sin embargo, hasta las preparaciones sencillas para el dolor de cabeza que contienen aspirina junto con otra sustancia, como la fenacetina, pueden ser muy nocivas y causar grave daño a los riñones. Por lo tanto, muchas organizaciones médicas han estado participando activamente en campañas para impedir que esta clase de medicamento sea tan fácil de conseguir. Algunas autoridades han condenado la publicidad engañosa que describe a los analgésicos como innocuos, útiles para aliviar la tensión, para tranquilizar o estimular.

Por eso, cuando usted compre alguna medicina para la cual no necesite receta, no deje de considerar primero cuidadosamente si de veras la necesita. Tenga presente que ninguna droga es completamente innocua. La idea de que para cada pequeña indisposición hay un remedio en la farmacia puede convenirle mucho al fabricante, pero tal vez no sea para el bien de usted. Recuerde, además, que por lo general estas medicinas solo alivian los síntomas de una enfermedad; no quitan la causa.

Promoción de drogas recetadas

Puesto que el médico es la única persona que puede autorizar la consecución de drogas que solo se pueden conseguir con receta, al manejarlas él llega a ser el intermediario entre usted y el fabricante o elaborador. Los médicos, puesto que son humanos, pueden sucumbir a las técnicas publicitarias. Por eso, se les envía una abundancia de brillante y llamativa literatura publicitaria sobre productos farmacéuticos, preparada con pericia para estimular al médico a recetar cierta droga para el más extenso grupo de enfermedades posible.

En Australia, de cada dólar que las compañías farmacéuticas gastan, 20 centavos se emplean en la promoción, y de esa cantidad el 42 por ciento se gasta en los representantes viajantes, cuyas presentaciones se adaptan a las necesidades del médico. Bien puede ser que al terminar su entrevista el representante viajante deje un cuaderno de notas o una pluma inscritos con el nombre de la droga que quiere que el médico recete.

Los fabricantes industriales de medicamentos insisten en que el procedimiento de informar a los médicos es muy importante. Ciertamente el que se dé a conocer a un médico la existencia de una nueva droga puede ser valioso. Pero parece que gran parte de la promoción del medicamento tiene como mira convencer al médico de que una nueva formulación de una droga vieja es superior a los productos existentes, y crear el incentivo para que la medicación de esa compañía se prescriba más ampliamente. Los médicos han criticado alguna publicidad, declarándola engañosa porque da opiniones unilaterales y porque resta importancia a los efectos secundarios adversos de ciertos medicamentos.

Además, la industria farmacéutica produce material audiovisual costoso, apoya conferencias y produce revistas médicas, y provee esto gratuitamente a los médicos. Aunque todos estos medios publicitarios pueden resultar en algún bien, al mismo tiempo hay un continuo esfuerzo subyacente, un esfuerzo promotor respecto a los productos.

La situación tiene el aspecto desafortunado de que, para obtener conocimiento de los usos y de los efectos secundarios de muchas drogas actualmente asequibles, muchos médicos dependen de la publicidad de los fabricantes, junto con el contacto limitado que tienen con sus colegas. Por lo tanto, no causa sorpresa el que se haya dicho lo siguiente en el informe parlamentario “Buchanan,” de Australia: “Se incurre en un significativo y evitable recetar en exceso de medicamentos, y esto contribuye al elevado costo del proyecto [de la salud nacional] y a las enfermedades causadas por drogas, y además reduce la eficacia futura de drogas valiosas.”

Sin embargo, la posición del médico es solo uno de los muchos problemas relacionados con el uso excesivo de las drogas en la medicación. El paciente tiene que llevar gran parte de la responsabilidad por esta situación.

El problema del médico

Uno de los mayores problemas que afrontan los médicos es el deseo ávido del paciente común de tomar medicinas. En los casos en que posiblemente lo único que el enfermo necesita para recuperarse es descanso, tiempo y cuidado razonable, muchos pacientes consideran que es una pérdida de tiempo y dinero consultar a un médico si éste no les receta algo. Tal vez el médico, dado que tiene una sala de espera atestada, no se sienta inclinado a aceptar la tarea ardua y prolongada de convencer al paciente de que no necesita medicina. Bajo la presión del paciente y de la compañía farmacéutica, él tal vez opte por el proceder más fácil, y simplemente escriba una receta.

Las compañías farmacéuticas declaran que ellas también están en una situación difícil. Desde el “desastre de la talidomida” que resultó en el nacimiento de 8.000 bebés trágicamente deformes, los gobiernos han exigido que se efectúen pruebas cada vez más estrictas antes de que una droga nueva pueda comercializarse. La investigación, el perfeccionamiento y el registro de una droga nueva envuelven muchos gastos. No todas las drogas nuevas tienen éxito comercial. Aun las que tienen éxito sólo pueden patentarse por tiempo limitado. A veces, poco después de presentarse un medicamento, se descubre uno superior. Por eso, las compañías farmacéuticas opinan que tienen que darse prisa para lograr para sus drogas el uso más extenso posible.

¿Qué puede hacer usted para protegerse?

¿Qué puede hacer usted para que no lo exploten los que quieren que usted compre y use más medicinas? Ante todo, debe reconocer que el cuerpo humano está diseñado maravillosamente y puede curarse a sí mismo de muchos males. Como dijo el Australian Prescriber en reconocimiento de esto: “Aunque las drogas son importantes en el manejo de muchas condiciones, los problemas de muchos pacientes pueden atenderse mejor empleando una terapia exenta de drogas. El mejor tratamiento no siempre consiste en píldoras ni en medicina.” Muchas veces el dar al cuerpo un buen descanso es mucho más beneficioso que el llenarlo de drogas y obligarlo a seguir funcionando. A veces ciertos alimentos o remedios naturales pueden ser provechosos.

En vez de insistir en que su médico le dé una receta, ayúdele a decidir si en un caso dado realmente se necesita terapia con alguna droga. Si se necesita, averigüe cuáles serán los efectos secundarios o las posibles complicaciones del tratamiento. Los médicos concienzudos proveen esta información con gusto. ¿Pudiera haber más complicaciones que beneficios? ¿Cuánto realmente se necesita del medicamento, y por cuánto tiempo?

El reconocer que el tomar drogas que afectan la disposición no es sustitutivo válido de ir a la raíz de los problemas emocionales puede ser una verdadera protección. Si a usted se le hace difícil enfrentarse a la vida, bien puede ser que todo lo que necesite sea un examen franco de su modo de vivir y denuedo para hacer los cambios necesarios.

Si a usted le parece esencial tomar medicamentos, siga cuidadosamente las instrucciones que dé el médico. Evite tomar varios remedios diferentes al mismo tiempo sin supervisión médica. Fíjese bien en las advertencias asociadas con el medicamento, como las de evitar el alcohol o el no conducir un vehículo mientras lo esté usando.

Ciertamente las drogas medicinales han salvado millones de vidas. Han acortado la convalecencia y han ayudado a eliminar mucho del temor que se les tenía a las enfermedades. Por otra parte, muchas personas, sin darse cuenta de que tales cosas podrían suceder, han llegado a ser víctimas de medicación innecesaria, de habituación a las drogas y de enfermedades causadas por medicamentos. Pero si uno da a las drogas el respeto y entendimiento que merecen, hay mucha menos probabilidad de que uno llegue a ser víctima de la explotación en el campo de las drogas.

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