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  • Él la prohíbe, pero lo culpan de ella

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  • Él la prohíbe, pero lo culpan de ella
  • ¡Despertad! 1981
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¡Despertad! 1981
g81 22/10 pág. 6

Él la prohíbe, pero lo culpan de ella

ES LA gente quien guerrea, tulle, mata a millones de personas y causa hambre y peste. Es la gente quien contamina el ambiente, abusa de los recursos de la Tierra y los agota. Diezma la fauna y arrasa los bosques como si estuviera segando trigo, y deja el terreno desnudo y a merced de las lluvias que causan la erosión del terreno e inundan comunidades. La gente es quien causa el creciente número de crímenes, hasta tal grado que muchas regiones no son seguras ni siquiera de día. Millones de personas se entregan a conducta que las destruye, se entregan a las drogas para escapar de una realidad aburrida y desdichada, y empeoran la situación.

El punto es que la gente hace estas cosas calamitosas y ella podría poner fin a éstas. La mayor parte del sufrimiento que aflige a la gente se evitaría si se prestara atención a los mandatos de Dios. Él prohíbe el asesinato, el robo, la fornicación y la sodomía, la codicia, la glotonería, la borrachera y otros actos de maldad que son perjudiciales para la gente. Nos dice que cuidemos la tierra, las plantas y los animales, que amemos a nuestro prójimo, que tratemos a otros como a nosotros nos gustaría que nos trataran.—Gén. 1:28; 2:15; Mat. 22:39; 7:12.

¿Por qué a mí?

No obstante, multitudes de personas rehúsan seguir el consejo de Dios y prefieren seguir sus propios caminos, y cuando esto les acarrea calamidad culpan al que desde el principio les advirtió contra el derrotero que siguieron. Entonces se lamentan de su situación difícil y claman: ‘¿Por qué me pasa esto a mí?’ Se comportan como si la providencia divina las hubiera seleccionado para ser víctimas inocentes. En Proverbios 19:3 la Biblia señala que ésta es la inclinación de tales personas. La Versión Popular lo dice así: “La necedad del hombre le hace perder el camino, y luego el hombre le echa la culpa al Señor.” La Versión Moderna dice: “La necedad del hombre pervierte su camino y luego su corazón se enoja contra Jehová.” Es interesante el que esas personas estén prestas a culpar a Dios por el mal, pero cuando algo bueno les sucede nunca preguntan: ‘¿Por qué me pasa esto a mí?’ Únicamente culpan; nunca agradecen.

La mayor parte de la iniquidad por la cual el hombre se lamenta es iniquidad que las personas cometen unas contra otras o para su propio perjuicio. Sin embargo, hay sufrimiento que proviene de desastres naturales, tales como terremotos, huracanes, torbellinos, sequías prolongadas y semejantes calamidades. Aun en tales casos, el daño se puede reducir al mínimo si las casas y otros edificios se construyen apropiadamente, y si se conservan y preservan los bosques naturales que influyen en la precipitación. Además, cuando el daño sí ocurre, no se selecciona a las víctimas, sino que es como se declara en Eclesiastés 9:11: “No tienen los veloces la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tampoco tienen los sabios el alimento, ni tampoco tienen los entendidos las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.”

Dios condena la iniquidad, pero la permite, aunque es todopoderoso y podría poner fin a ella. Entonces, ¿por qué no pone fin a ella?

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