¿Basta con la prosperidad material?
EL DESEO de disfrutar de prosperidad material no es malo en sí. ¿Pero basta ésta para alcanzar verdadera felicidad? ¿Se han olvidado el capitalismo, el comunismo y el socialismo del ingrediente principal para la felicidad verdadera? ¿Y pudiera esta falta seria explicar, al menos en parte, el porqué esos sistemas no han podido hacer que la gente sea verdaderamente feliz?
No hay duda de que hombres sinceros han dedicado toda su vida para hacer que el capitalismo, el comunismo o el socialismo tengan éxito. Y cada sistema ha tenido éxito en elevar la norma de vida en ciertos países, para cierta gente. Pero, ¿han traído éstos felicidad genuina a la mayoría de la gente de esos países? ¿Han acabado con el crimen, la violencia y la guerra? ¿Ha podido alguno de estos sistemas eliminar el suicidio, el enviciamiento en la droga o el alcoholismo? ¿Es propio de la gente feliz suicidarse, “escapar” mediante el uso de drogas o “ahogar sus penas” en el alcohol?
El propósito declarado de estos diversos sistemas humanos es promover un modo de vida que todos, o por lo menos “el grueso de la gente,” consideren el mejor. Ellos dan más o menos importancia a la libertad o a la igualdad como esencial para la felicidad humana. El capitalismo está dispuesto a sacrificar la igualdad a favor de la libertad. El comunismo antepone la igualdad a la libertad. La democracia social trata de conseguir lo mejor de ambos sistemas. Pero ninguno de éstos ha tenido éxito en cambiar la naturaleza humana. El egoísmo humano saca a relucir lo peor de los capitalistas y hace de muchos de ellos explotadores injustos; el egoísmo ha convertido los experimentos comunistas en capitalismo del estado, donde el estado, en vez de los capitalistas individuales o las grandes corporaciones, explota a la gente común; el egoísmo ha arruinado los utópicos sueños socialistas.
No basta con la tecnología
Hasta hace poco ideólogos políticos y economistas de toda tendencia cifraron sus esperanzas en el progreso científico y en la tecnología. Leemos: “La nueva tecnología parecía caerle [al capitalismo de libre empresa] como anillo al dedo y parecía garantizar la realización inmediata del ideal de los filósofos utilitaristas, que es ‘el mayor bien para el grueso de la gente.’ Hasta Marx y Engels, cuya orientación política era radicalmente diferente, vieron solo beneficios en la tecnología.”—Encyclopaedia Britannica.
Sí, desde los capitalistas más intransigentes hasta los comunistas más revolucionarios, hombres han aclamado la tecnología como la clave para la felicidad futura de la humanidad. Máquinas nuevas y mejores eliminarían el trabajo pesado. Se reducirían las horas de trabajo, lo cual dejaría más tiempo libre para que la gente viajara, se educara o se divirtiera. ¿En qué pudiera resultar todo esto sino solo en felicidad?
Hoy día el optimismo se ha desvanecido. La tecnología ha creado tantos problemas como los que ha resuelto, o quizás usted pregunte: ¿no ha producido más problemas? La obra de consulta que acabamos de citar pasa a hablar de “los defectos sociales del progreso tecnológico, tales como las muertes por accidentes de automóvil, la contaminación del aire y el agua, la superpoblación en zonas urbanas y el ruido excesivo.” También menciona el serio problema de la “tiranía tecnológica sobre la individualidad del hombre y los patrones tradicionales de la vida.”
¿Quiénes, hoy día, pueden afirmar seriamente que la tecnología ha mejorado la vida familiar, que ha provisto a la gente empleos satisfacientes o ha hecho que el mundo sea un lugar más seguro en el cual vivir? Indudablemente se necesita algo más que la tecnología para que la gente sea feliz.
“No de pan solamente”
Mientras comenzaba la revolución tecnológica, varios hombres perspicaces previeron los peligros de ésta. El estadista británico William Gladstone (1809-1898) advirtió en contra de la “dominación aumentante de las cosas que se ven sobre las que no se ven,” y en contra del “poder de un materialismo inconsciente que es silencioso y reservado.” El ensayista estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882) escribió esta advertencia en contra del materialismo aumentante: “Las cosas están en control de la humanidad.”
En su libro Religion and the Rise of Capitalism, R. H. Tawney censura severamente la “ilusión de progreso que obtuvo debido al dominio del ambiente material una raza demasiado egoísta y superficial como para determinar el propósito por el cual sus triunfos han de ser aplicados.” Critica la idea “de que el obtener riquezas materiales es el objetivo supremo del esfuerzo humano y el criterio final del éxito humano.” Además, recalca lo necesario que es tener “una escala de valores . . . que se base en alguna concepción de los requisitos de la naturaleza humana en conjunto, para la cual la satisfacción de las necesidades económicas sea claramente vital, pero que exija la satisfacción de otras necesidades también.”
Sí, para ser verdaderamente feliz, el hombre tiene que tener una “escala de valores.” Pero la condición actual del mundo demuestra más allá de toda duda que la filosofía, la economía política, la ciencia y la tecnología humanas todas han dejado de suministrar al hombre una escala de valores que sea práctica. Por eso, la gente haría bien en no despreciar el único libro que ciertamente suministra una escala de valores confiable... la Biblia.
Tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas hallamos esta verdad básica: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová.” (Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3) La Biblia coloca el énfasis donde va... en los valores espirituales. Al dar un prerequisito fundamental para la felicidad, ésta dice: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.”—Mateo 5:3.
El hombre ha demostrado que no puede satisfacer esta necesidad espiritual. Al hacer de la tecnología y las búsquedas materialistas su meta principal, se ha encarado a una crisis que se resume como sigue: “A pesar de toda su inteligencia, el hombre que vive en comunidades muestra indiferencia por su ambiente, lo cual es potencialmente un suicidio. Por eso es debatible el hecho de que la tecnología sea una bendición o una plaga [que causa desconsuelo, muerte o ruina]. La historia de la tecnología ha ido desde los primeros logros tecnológicos del hombre que fabricaba herramientas hasta la encrucijada en la que se halla ahora la especie humana, en el último tercio del siglo veinte, ante la alternativa de autodestrucción o un milenio de crecimiento y expansión aventurados.”—Encyclopaedia Britannica.
Un milenio de verdadera prosperidad
La Biblia no solo suministra ahora mismo los valores espirituales que son los ingredientes principales para la felicidad, sino que también proporciona la esperanza maravillosa de un milenio de paz, justicia y prosperidad material aquí mismo en la Tierra. (Vea la página 13.) Más de dos millones de testigos de Jehová que viven en 206 países cuyos gobiernos representan toda la variedad de sistemas económicos y políticos —desde el capitalismo hasta el comunismo— han hallado felicidad instantánea al aplicar los valores morales de la Biblia a la vez que cifran su esperanza de paz y justicia en la segura promesa divina de un nuevo orden.—2 Pedro 3:13.
En el pasado, muchos que ahora son testigos de Jehová habían cifrado su fe en los sistemas políticos y económicos que el hombre ha inventado, o pensaban que se podía hacer algo para reformar estos sistemas. Algunos creían fervientemente en el capitalismo de libre empresa. Otros opinaban que el socialismo del estado benefactor resolvería los problemas de la humanidad. Aun otros eran militantes comunistas. Uno de éstos, quien vive en Francia, escribió: “Creía que toda la clase obrera podía alcanzar la felicidad material mediante practicar el marxismo. Por unos 12 años fui miembro activo del Partido Comunista. Vendía L’Humanité [un periódico comunista francés] en las calles y pegaba en las paredes carteles de propaganda tarde por la noche. Estaba muy convencido de que el comunismo era el único medio que pondría fin a la explotación del hombre por el hombre. Pero finalmente me cansé del Partido. Siempre éramos los mismos a quienes se nos pedía que hiciéramos el trabajo. Los demás solo compraban la tarjeta del Partido.”
Al explicar por qué se hizo testigo de Jehová, él añadió: “Los Testigos pudieron contestar todas mis preguntas. Comprendí que las promesas de Dios se apegaban más a la realidad que las del Partido comunista. Me regocijé en gran manera cuando llegué a conocer a personas bondadosas que realmente se amaban unas a otras. Entonces aprendí que el paraíso que yo esperaba ver mediante el comunismo vendría por el reino de Dios.”
Otros Testigos han aprendido por experiencias penosas que la prosperidad material definitivamente no basta para producir felicidad. Han experimentado la veracidad de este axioma bíblico: “El amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales.” (1 Timoteo 6:10) Esto ha resultado cierto tanto para ricos como para pobres. Sea cual sea la condición social de ellos, los testigos de Jehová siguen este consejo bíblico: “Entrénate espiritualmente. . . . la utilidad de la espiritualidad no tiene límite, puesto que ofrece la recompensa de la vida que tenemos ahora mismo y también de la vida futura.”—1 Timoteo 4:7, 8, The Jerusalem Bible.
La “vida futura” que la Biblia ofrece en una Tierra paradisíaca es una eternidad de prosperidad espiritual y material, una eternidad de vida en felicidad para los que son fieles al “Dios feliz,” Jehová. (1 Timoteo 1:11; Revelación 21:1-5) Esta es una esperanza que ni el capitalismo, ni el comunismo ni el socialismo se atreven a ofrecer.
[Comentario en la página 11]
“Hasta Marx y Engels . . . vieron solo beneficios en la tecnología”