En contacto con el “Reino del Medio”
POR años había soñado con visitar al “Reino del Medio.” ‘¿Dónde queda eso?,’ pregunta usted. El “Reino del Medio” es el nombre chino para China. Este nombre refleja el punto de vista tradicional que tienen los chinos de que China es el centro del mundo, y que todos los otros países se hallan en la periferia.
El “Reino del Medio” ha afectado a muchas personas que no se dan cuenta de ello. Los chinos fueron los primeros en inventar el papel y la imprenta. Fue en la China que por primera vez se echaron a volar las cometas que tanto deleitan a los niños en los días ventosos de la primavera. Los comensales chinos fueron los primeros a quienes se les regaló el paladar con los espaguetis y ravioles, mientras que la cerámica fina y lo que llegó a usarse como pólvora son otras aportaciones del “Reino del Medio” al mundo exterior.
Mi esposa y yo habíamos sido misioneros en Taiwan por cuatro años, pero yo siempre había deseado conocer la China continental. Por fin me llegó la oportunidad de satisfacer esa curiosidad, cuando, a fines de 1978, el gobierno chino me cablegrafió el visado para que hiciera un viaje de negocios a su país. Emprendí el largo vuelo y crucé el océano Pacífico, y a medida que el avión se acercaba a Pekín para su última escala, el corazón empezó a latirme con más rapidez al pensar que pronto estaría comiendo pato de Pekín en Pekín, paseándome por la Gran Muralla y —hasta cierto grado— llegando a conocer el país cuyos habitantes constituyen la cuarta parte de la raza humana. Por fin estaba a punto de ponerme en contacto con el “Reino del Medio.”
Los mil millones de personas
Varios años han pasado desde aquella primera llegada. Pero los días que pasé en las tumbas de Ming y en la Ciudad Prohibida son inolvidables. También son acontecimientos notables de mi vida los cruceros que hice en el río Yangtse y el montañismo en el Himalaya. Sin embargo, en este país antiguo descubrí algo que es mucho más digno de mención que el monte Everest en el sur o la Gran Muralla en el norte. Me refiero a algo que se halla entre estos dos monumentos: los mil millones de personas del “Reino del Medio.”
Por años los chinos rara vez hablaban con los muy pocos extranjeros a quienes se les permitía entrar en su país. Con esto no se quiere decir que no querían hacerlo. Por naturaleza los chinos son sociables y hospitalarios. Pero la situación política los hizo aprensivos. Felizmente, aquella era es en general cosa del pasado. El simplemente dar una vuelta por las calles después de la cena rápidamente se convierte en un suceso importante. En cosa de minutos multitudes de personas salen a ver al extranjero y hablar con él. El visitante, que viene a ver, se convierte rápidamente en el objeto a ver.
Nada encanta más a esta multitud de nuevos amigos que una foto ultrarrápida de ellos tomada con una cámara Polaroid. Cuando se le acabe la película, prepárese para explicar lo que sucedió a unos 400 chinos desilusionados.
Una noche cuando estaba en la provincia de Szechwan, mis amigos y yo decidimos ir a la ópera... ópera china, por supuesto. Al llegar, me di cuenta de que ya había visto esa ópera. Sabiendo que los ojos de todos estarían fijos en el escenario, decidí sentarme justamente en la parte de atrás en una pared provisional baja y simplemente observar a las personas de la localidad disfrutar del espectáculo. Al contemplar los rostros alegres, sonrientes, no pude menos que meditar sobre la fuerza moral de esta gente. Han pasado por tiempos muy difíciles, y todavía son muy pobres. No obstante, se muestran optimistas. Consideran que su vida es acomodada en comparación con la que vivían unos años atrás.
No pasó mucho tiempo antes que un estudiante universitario se me acercara y dijera: “Señor, permítame preguntarle: ¿De dónde viene usted?” Le dije, y él pasó a expresar lo feliz que se sentía porque se nos permitía venir a China, y cuánto se alegraban los chinos de vernos en su país. Dijo que se sentían honrados por el interés que manifestábamos en sus costumbres y cultura.
Por supuesto, estoy resumiendo en gran manera una conversación bastante larga y muy interesante, pero la sinceridad del joven fue conmovedora. Nuestra consideración terminó antes que lo que yo hubiera deseado, pero no antes que él insistiera en traerme una taza de té caliente.
Conversaciones memorables
Aunque frecuentemente se le hace difícil al que visita al “Reino del Medio” hablar realmente a fondo con la gente, es posible hacerlo. Casi siempre las mejores oportunidades se presentan a la hora de comer... no en banquetes ceremoniales, sino en las ocasiones en que se disfruta de una comida sencilla con solo unas cuantas personas en algún lugar apartado.
Recuerdo cuánto disfruté de una conversación memorable que tuve un invierno en lo alto de una montaña de la China central. El grupito con el cual yo iba había estado escalando todo el día, y al anochecer encontramos albergue en un templo budista medio abandonado. El templo solo se usaba en las raras ocasiones en que algún tibetano llegaba andando de algún lugar distante para adorar con las pocas reliquias que el gobierno había dejado allí. Después de darnos la bienvenida, el vigilante mostró gran gusto en prepararnos una comida sencilla pero deliciosa, y nuestro grupo empezó a conversar.
Hablamos sobre muchos temas, pero las consideraciones más animadas giraron en torno a la Biblia. Un estudiante joven de nuestro grupo conocía muchas citas políticas, y las repetía cual loro siempre que la conversación parecía desviarse de lo “ortodoxo.” Cuando por fin quedó sin más citas, todos los demás tuvimos la oportunidad de hablar y hacer preguntas.
Fue emocionante poder hablar a esta gente acerca de Jehová. Los de más edad sabían que Jehová era el nombre de Dios, pues lo recordaban de los días anteriores a la revolución comunista. ¿Por qué? Porque la Biblia china usa el nombre de Dios miles de veces en las Escrituras Hebreas. Fue maravilloso ver cómo se les iluminaba el rostro al hablar abiertamente de cosas que no habían considerado por muchos años.
Descubrí que se pueden tener conversaciones igualmente interesantes con extranjeros en la China, particularmente con los que viven ahí. Muchos de ellos son diplomáticos. Algunos de ellos son “peritos extranjeros,” alquilados al gobierno. La prensa tiene sus diferentes reporteros y, por supuesto, hay un grupo mixto de hombres de negocio.
En Pekín y Shanghai hay unos cuantos hoteles que tienen cafés a propósito para los extranjeros, y puesto que virtualmente no hay vida nocturna, muchos extranjeros se congregan ahí cada noche. ¡De noche esos cafés parecen estar llenos de personajes tomados de las películas cinematográficas! Casi siempre se halla allí a un tejano de la industria petrolera, con su sombrero y botas de vaquero. Habrá sikhs de la India con sus turbantes, y africanos vestidos en una gran variedad de trajes típicos de su país. Tuve una experiencia interesante una noche cuando llegué a formar parte de semejante escena en el famoso hotel La Paz de Shanghai.
La Paz es un hotel elegante y viejo y está lleno de decoraciones artísticas que recuerdan a uno una época anterior cuando Shanghai era tan atractiva como París, Roma y Nueva York. Dos rusos grandes entraron en el café, y puesto que las únicas sillas que quedaban desocupadas estaban a mi lado, los invité a sentarse. Resultó que eran diplomáticos soviéticos de alta categoría estacionados en China. El lenguaje que teníamos en común era el chino, de modo que empezamos una conversación interesante.
Cuando se enteraron un poco acerca de mí, deseaban saber a qué religión pertenecía para que me fuera posible servir de misionero en Taiwan en un punto de mi vida y luego comerciar más tarde con lo que ellos consideraban ser enemigo de aquel país. La experiencia de estos dos les había enseñado que la mayoría de las personas que tienen fuertes convicciones religiosas también tienen fuertes convicciones políticas, lo cual les impedía hacer tales ajustes.
Les dije que era testigo de Jehová y por lo tanto era absolutamente neutral en lo que tenía que ver con asuntos políticos. Les expliqué que mi amor era por la gente de Taiwan y por la del resto de China. Ellos contestaron: “Díganos otra vez el nombre de su religión, pero esta vez en inglés.” Se lo dije, y ellos dijeron: “Oh, sí, tenemos a mucha de su gente en nuestro país. Ahora, díganos más. Explíquenos la diferencia entre ustedes y los bautistas.”
Después de una conversación de dos horas, en la que tuvimos una consideración larga acerca del amor y la neutralidad cristianos, estos diplomáticos dijeron: “No sabe usted lo agradecidos que estamos por habernos explicado esto. Esta es la primera vez que hemos entendido plenamente la posición de los testigos de Jehová.” Para entonces era casi la medianoche. Después de recibir una invitación afectuosa para que fuera a comer en la embajada de la Unión Soviética, me despedí y salí a llamar un taxi para el viaje de regreso a mi hotel.
“Más impresionante que la Gran Muralla”
Es difícil decir mucho acerca de la China del día moderno sin dar la impresión de ser o defensor o crítico del gobierno. Naturalmente, yo no soy ni uno ni lo otro. Sin embargo, hay por lo menos dos cosas positivas, dignas de mención.
Aunque China ha sido un país agrícola por miles de años, da gusto ver que el país ha aumentado su capacidad para proveerse de alimento, y así evitar las grandes hambres que solían azotar a toda la China. Además, miles de médicos “rústicos,” o “descalzos,” han recibido instrucción para que puedan suministrar servicios básicos a las masas relacionados con la salud. Estos dos logros tocantes a alimento y servicios de salud pública son, en mi opinión, los mayores logros de China en tiempos modernos, mucho más impresionantes que la Gran Muralla, y ciertamente más importantes que la invención del papel o las cometas.
El atractivo de la China es difícil de resistir. Desde los días de Marco Polo ha cautivado el interés de los occidentales. Por fin me llegó la oportunidad de ponerme en contacto con el “Reino del Medio,” pero descubrí que era como si aquel territorio extenso y densamente poblado hubiera extendido la mano y a su vez se hubiera puesto en contacto conmigo. Ciertamente profundizó mi entendimiento de la humanidad. Dudo que mi punto de vista jamás vuelva a ser lo que era antes.—Contribuido.
[Ilustraciones de las páginas 24 y 25]
El “Reino del Medio” ha afectado a muchas personas que no se dan cuenta de ello