La “Guerra del Opio”... una lección para nuestro día
ECHAR una mirada honrada al pasado a menudo nos ayuda a comprender mejor el presente. Esto es cierto de muchos de los acontecimientos actuales.
En nuestro tiempo hay tendencias marcadas que son el resultado directo de la historia pasada. Entre los muchos ejemplos de esa historia que se podrían señalar está la “Guerra del Opio,” que se peleó en China hace más de un siglo.
¿Cómo se relacionan acontecimientos de esa índole con nuestro día? Para entender esto, observemos primero cuál es la corriente de los acontecimientos mundiales.
Los acontecimientos mundiales están causando mucha preocupación a las principales naciones de la llamada “cristiandad.” Por supuesto, por décadas varias naciones comunistas, encabezadas por la Unión Soviética, han presentado un creciente desafío a Occidente. Pero también se ha estado manifestando otra tendencia.
Hoy en día en varias partes de Asia, África y aun América Latina, muchos dirigentes y sus pueblos están desarrollando una oposición creciente a las prácticas económicas, políticas y religiosas de las naciones occidentales. Invariablemente, las acciones de estas naciones menos desarrolladas tienen el apoyo de la China comunista.
Por ejemplo, muchas de éstas con valiosos recursos naturales ahora están exigiendo precios más altos por sus materias primas... por lo general con el respaldo chino. Esto obra en desventaja para las naciones industriales de Occidente.
Además, gran parte de la “cultura” de Occidente está siendo rechazada en otros países. Esto es especialmente cierto de las religiones que representan a la cristiandad, sus iglesias. Los misioneros de esas iglesias a menudo son expulsados de los países en desarrollo, o por lo menos se les restringe en sus actividades. En China esto ha sido casi total.
La tendencia en contra de los intereses de las naciones occidentales también se puede observar dentro de las Naciones Unidas. Más y más de sus miembros están hablando y votando en contra de la dominación que previamente ejercieron los países occidentales. En esto, también, la China comunista respalda esta creciente mayoría de países en oposición.
Esta tendencia ha promovido una preocupación profunda en los Estados Unidos y en varios países europeos.
¿Por qué está sucediendo?
¿Por qué este cambio en el giro de los acontecimientos, hasta dentro de las filas de las Naciones Unidas? ¿Por qué es que las potencias principales de la cristiandad han perdido tanta influencia?
Básicamente, es tal como dice un principio bíblico: ‘Uno siega lo que siembra.’ (Gál. 6:7; Job 4:8) Es la consecuencia de apartar, no solo al pueblo y a los líderes, sino, más importantemente, a Dios mismo.
Tampoco se ha desarrollado súbitamente esta tendencia en los asuntos mundiales. Se ha estado desarrollando por mucho tiempo. Por varios siglos antes de la Segunda Guerra Mundial las naciones de la cristiandad se habían dividido la mayor parte de Asia, África y la América Latina. Aunque en esos lugares ya había grandes poblaciones con sus propias culturas, fueron sometidas por la fuerza al gobierno y a la cultura de sus conquistadores.
Es verdad, las naciones europeas hicieron algún bien en esos países. Pero también hicieron mucho mal, a menudo explotando a los pueblos nativos y sus recursos. Así es que, la mayoría de estos pueblos, con el tiempo, llegaron a considerar a los europeos como extranjeros indeseables.
Especialmente desde la II Guerra Mundial, muchos de estos países han obtenido su independencia. Y recuerdan las humillaciones del pasado. La mayoría resolvió ser amo de su propio destino en vez de ser colonias de las potencias europeas.
Por lo tanto, hoy día vemos a 138 naciones representadas en las Naciones Unidas, el más grande número hasta la fecha. La mayoría de éstas son intensamente independientes y exigen el dominio de sus propios recursos, cultura y política.
Un ejemplo
China es un ejemplo de cómo la dominación extranjera ha irritado a varias naciones en contra de la cristiandad. Por miles de años, China tuvo su propia cultura. Desarrolló sus propios sistemas económicos y políticos. En algunas ocasiones China alcanzó un grado de civilización no superado por ninguna otra nación.
El gobierno de las dinastías imperiales chinas duró por siglos. A veces su gobierno se hizo férreo y corrupto, causando gran sufrimiento. En todo caso, los chinos por la mayor parte se aislaron. Así es que, hasta los últimos dos siglos China tuvo muy poco contacto con el mundo exterior, y casi ninguno con Occidente.
Pero entonces, aproximadamente hace dos siglos, las potencias occidentales comenzaron su penetración en la China. Estos países, principalmente los de Europa, ejercieron creciente presión para tratar de obtener una posición establecida en China durante los años 1700. Obtuvieron esa posición, así es que para los años 1800 su influencia era un grave problema para los chinos. La Encyclopædia Britannica dice:
“Bajo regímenes que a menudo probaban ser ineficaces y corruptos, [China] permaneció indefensa mientras que las potencias extranjeras mordisqueaban su territorio y recursos a la misma vez que su pueblo humillado luchaba por la mera subsistencia.
“Aunque se le llamaba una ‘nación independiente,’ su nivel y condición se parecían a la de una colonia extranjera.”
Al principio, la penetración occidental solo fue un puesto para comerciar que estableció la Gran Bretaña en Cantón en 1715. Más tarde, Inglaterra se vio acompañada allí por comerciantes franceses, holandeses, y norteamericanos.
Los mercaderes occidentales querían las riquezas de la China. También querían vender a los chinos los productos europeos. De este modo, los comerciantes tendrían dinero para comprar las mercancías chinas. Pero, por lo general, China expresaba poco interés por las mercaderías occidentales. Se informa que en una carta al rey Jorge III de Inglaterra, el emperador chino manchú para fines de los años 1700 dijo:
“Como su embajador puede ver por sí mismo, nosotros poseemos todas las cosas. Los objetos extraños o ingeniosos no tienen ningún valor para mí, y las manufacturas de su país no me son de ninguna utilidad.”
Pero entonces los comerciantes occidentales hallaron algo que podían vender a los chinos: opio, una droga narcótica. Pronto llegó a ser uno de los principales artículos que se enviaba a China.
Viendo el mal efecto que el opio tenía sobre su pueblo, el gobierno chino proscribió su importación. Aunque esto hizo la droga ilegal, no detuvo su tráfico. Muchos comerciantes comenzaron a contrabandear el opio dentro de China, puesto que lo hallaban muy provechoso.
Para 1839 el volumen de opio que se contrabandeaba a China había aumentado enormemente. Lo que en un principio había sido un volumen de solo unas pocas toneladas de opio por año ahora era un raudal de varios miles de toneladas por año. ¿Quién estaba haciendo esta importación ilegal? El libro A History of the Far East in Modern Times declara:
“Tan solo el valor del opio importado excedía el de todos los artículos exportados. La mayor parte del opio venía de la India, una parte desde Persia y hacia el final los norteamericanos importaban parte del opio turco.
“Todas las nacionalidades representadas en Cantón . . . participaban en el tráfico, aunque en esto, como en el comercio general, los ingleses ocupaban una posición principal.”
Esta publicación agrega: “Al llegar aquí se puede señalar que el fumar opio no fue un vicio natural de los chinos, sino uno que se había introducido al país. . . . No se puede pasar por alto ni aminorar la responsabilidad extranjera por fomentar el fumar opio en los chinos.”
No es difícil de ver por qué los chinos consideraban a los occidentales como bárbaros. Aunque los europeos afirmaban que estaban introduciendo una cultura superior en China, junto con los misioneros de sus iglesias, los chinos los consideraban como conquistadores extranjeros.
Todos los acontecimientos que ya habían tenido lugar bastaban para irritar sus mentes orientales en contra de las naciones de la cristiandad y de sus sistemas de cultura, economía, política y religión. Sin embargo, más había de venir... mucho más.
Se declara la guerra
El gobierno chino ahora adoptó otras medidas para tratar de detener este tráfico ilegal de opio. Mandó tropas en contra de los mercaderes extranjeros. Se apropiaron del opio de los ingleses y otros comerciantes por valor de millones de dólares, y se impusieron varias medidas restrictivas sobre los extranjeros.
Estas medidas enojaron a los comerciantes, especialmente a los ingleses. Podían ver que se estaba perdiendo su muy provechoso comercio de opio así como el de otros. Por lo tanto, en 1839 se comenzó una de las guerras más extravagantes de la historia. Gran Bretaña declaró la guerra a la China, exigiendo el derecho de vender opio al pueblo chino. También se exigieron otros privilegios.
La guerra le fue mal a China. No estaba equipada para defenderse de las armas de los británicos. Por lo tanto, Inglaterra ganó fácilmente la “Guerra del Opio.” Esta terminó en 1842 con la firma del Tratado de Nanking.
El tratado fue el primero que se impuso por la fuerza a la China. Pero no fue el último. Inició una cadena de lo que los chinos llaman los “tratados desiguales.”
El Tratado de Nanking le dio a los ingleses los derechos de comerciar en varios puertos chinos. Le concedió a los ingleses el territorio de Hong Kong, el cual llegó a ser una colonia británica. Los chinos se vieron obligados también a pagar a los ingleses el costo de pelear la guerra. Hasta tuvieron que pagar de vuelta el valor del opio que se había expropiado a los ingleses.
Otras naciones europeas y los Estados Unidos, pronto exigieron concesiones. Los chinos no tenían el poder para resistir. Más guerras en contra de China por las naciones extranjeras produjeron nuevos tratados. Se cedieron más puertos y más privilegios: Gran Bretaña añadió Kowloon a Hong Kong; Rusia recibió territorio en el norte; otras naciones obtuvieron sus propias zonas de privilegio.
Así es que, se redujo la soberanía china sobre su propia nación, ciudades y pueblos. Un tratado especificaba que los impuestos sobre su comercio que China podía cobrar de los extranjeros serían muy pequeños, y no se podrían aumentar salvo por el consentimiento de las potencias extranjeras implicadas, el cual no era muy probable que se concediera. Además, hubo una pérdida de autoridad judicial. Por ejemplo si un norteamericano cometía un crimen contra un chino, éste solo podía ser castigado por las autoridades norteamericanas.
En todo esto, ¿cuál fue la actitud de los misioneros y otros representantes de las iglesias de la cristiandad? En la revista católica romana America, que publican los jesuitas, se reconoce que las iglesias le fracasaron al pueblo chino. Habló de su “alianza equivocada en el pasado misional, con los poderes imperialistas y con su diplomacia de barcos cañoneros, y los derechos de los tratados desiguales.” Concluyó diciendo: “El fracaso de la misión china en gran parte ha sido responsabilidad de los misioneros y/o de los mismos cristianos occidentales.” Sí, las iglesias trataron arrogantemente con China, y apoyaron los abusos de las potencias occidentales.
Más pérdidas
No es de extrañar que The World Book Encyclopedia diga esto concerniente a la actitud china hacia los extranjeros:
“Para los años 1890, muchos chinos aborrecían violentamente a todas las personas y naciones no chinas, culpándolas de los tratados desiguales. Los chinos rebeldes formaron sociedades secretas y se propusieron poner fin a la influencia occidental en la China. Estas sociedades ganaron mucho apoyo entre el pueblo chino.”
En 1899 estas sociedades comenzaron una violenta campaña en contra de los occidentales. Esta campaña también estuvo dirigida en contra de los chinos que se habían convertido a las iglesias de la cristiandad. Se conoció como la “Rebelión de los Boxers,” (Rebelión de los boxeadores), pues, según se dice, una de las principales sociedades secretas, los Boxers, practicaban ejercicios ceremoniales que se parecían a los que hacen los que se ejercitan en el boxeo con un adversario imaginario.
Sin embargo, al año siguiente un ejército internacional, que incluía a tropas norteamericanas, entró al país y aplastó la “rebelión.” Se impusieron fuertes sanciones a China. Por ejemplo, se confiscó un sector enorme en el corazón de Peking para el uso de las legaciones extranjeras. Ningún chino tenía el derecho de vivir allí. La zona tendría una guarnición militar permanente de tropas extranjeras. Además, China tuvo que pagar a trece países extranjeros centenares de millones de dólares de multa.
Una experiencia amarga
En gran parte, lo que le sucedió a China como resultado de la “Guerra del Opio” y de los acontecimientos relacionados dieron forma a la dirección que ésta ha adoptado en tiempos modernos. La hostilidad china contra Occidente está directamente relacionada con el modo en que la cristiandad se comportó con ella en tiempos pasados.
Semejantemente, muchas de las otras fuerzas radicales que ahora crecen en potencia y en cantidad dentro de la organización de las Naciones Unidas son ejemplos para la cristiandad de la veracidad del principio bíblico de que ‘uno siega lo que siembra.’ Esas naciones están adoptando un proceder de desarrollo político y económico que es desfavorable a la cristiandad.
Además, los valores morales y religiosos que vienen de Occidente y de sus iglesias en su mayor parte son rechazados, al estar inseparablemente ligados en la mente de muchas personas en esos países con las amargas experiencias del colonialismo. Como dice Creighton Lacy en Christianity amid Rising Men and Nations:
“Toda la herencia del colonialismo occidental se ha levantado de súbito para golpear a sus perpetradores a medida que ha brotado una conciencia nacionalista en África, Asia y América Latina.
“Como resultado hay una tendencia general a separar las ventajas técnicas de la cultura occidental . . . de los factores espirituales e ideológicos que determinan ‘un modo de vida.’ . . .
“Por lo general se mantiene que los principios sociales y morales occidentales —y por lo tanto la fe religiosa en la que están arraigados— no son superiores a los de otras sociedades. De hecho, quizás se consideren como inferiores.”
Ciertamente la cristiandad ha apartado a cientos de millones de personas. Es triste que esto haya hecho que se aparten del cristianismo. No comprenden que lo que la cristiandad representa no tiene absolutamente nada que ver con el cristianismo verdadero sino que es algo hipócrita y detestable a Dios. En el caso de China, este apartarse ha hecho que una nación de 800.000.000 de personas se vuelva contra el cristianismo.
Por todo esto, la cristiandad tendrá que responder a Dios. Y la clara evidencia en cumplimiento de la profecía bíblica como se ve en los acontecimientos mundiales de hoy, muestra que se está aproximando rápidamente el tiempo cuando Dios exigirá ese ajuste de cuentas.—Mat. 7:15-23; Revelación, cap. 17.