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¡Despertad! 1983
g83 22/6 págs. 26-27

Después de la erupción del Chichonal

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en México

MUCHAS personas están al tanto de que el Chichonal, un volcán inactivo del sudeste de México, entró en erupción repentinamente el año pasado. Pero mucha gente no está tan enterada de las experiencias de algunos de los sobrevivientes, a quienes se entrevistó más tarde.

Esos testigos oculares relatan los sucesos dramáticos en los que se vieron sumidos repentinamente. Abigaíl relata: ‘Después de oír una fuerte explosión, corrí a la puerta de entrada y miré en dirección a la explosión. Fue entonces cuando vi que salía fuego del cráter del Chichonal. Luego comenzó a caer una lluvia de ceniza fina, como el cemento. Unos minutos más tarde cayó una granizada de piedras, algunas de las cuales eran del tamaño de mi puño. Las casas de algunos de nuestros vecinos fueron enterradas por completo. En unos poblados cercanos, entre 400 y 500 personas fueron sepultadas vivas por las cenizas, la arena y las piedras’.

Esdras sobrevivió para relatar esta experiencia sobre ese domingo de marzo de 1982: ‘Cuando el volcán comenzó a entrar en erupción, nos preguntamos qué debíamos hacer. ¿Debíamos irnos inmediatamente y abandonar todos nuestros efectos personales? ¿Qué les sucedería a nuestros hijitos si tuviéramos que marcharnos y atravesar la selva espesa? Presentamos la cuestión a Jehová Dios en oración y buscamos Su guía. Después tomamos la decisión de marcharnos. Cuando emprendimos nuestro viaje pudimos ver los estragos que había ocasionado el volcán. En el pueblecito de Francisco León, Chiapas, docenas de personas habían muerto quemadas. Pude ver que algunas de ellas tenían cada una los brazos alrededor de un árbol y el cuerpo completamente quemado. En otros casos se veían miembros de cuerpos entre las cenizas y la arena en las que algunas personas habían quedado atascadas. En el pueblecito de El Naranjo, el intenso calor consumió por completo a 38 personas. Pero ni uno solo de nuestros hermanos perdió la vida’.

Una familia de siete miembros tuvo una experiencia conmovedora que fortaleció su fe en Jehová y en sus hermanos cristianos. La familia se encontró en un atolladero en Tapilula. Habían caminado a través de las montañas durante dos días para llegar al pueblecito y conseguir alimento, de modo que pudieran continuar su viaje. Pero ¡qué sacudida recibieron cuando descubrieron que todos los habitantes habían huido! Esto quería decir que, para llegar a Villahermosa, tendrían que viajar otros cuatro días a pie y sin alimento. Sin embargo, otros hermanos de la misma zona se las habían arreglado para llegar a Villahermosa, habían explicado el aprieto en que estaba la familia de siete miembros e informaron que ésta tal vez estaba en Tapilula. De inmediato un hermano se dirigió a Tapilula en su camioneta, viajando por caminos casi intransitables, cubiertos de cenizas y arena. No obstante, consiguió pasar, halló a los miembros de la familia y los sacó de allí sanos y salvos.

Ayuda amorosa

La mañana después de la erupción, varias emisoras radiaron a todo el país la noticia de que el Chichonal había entrado en erupción. La Sociedad, en la Ciudad de México, telefoneó inmediatamente a Villahermosa, la ciudad grande más cercana al lugar afectado, para averiguar exactamente los detalles de la situación y lo que podía hacerse para ayudar a los siervos de Jehová de aquella zona. En 48 horas se creó un comité de socorro para esta emergencia, compuesto de seis personas, el cual comenzó a trabajar 24 horas al día. Lo que se necesitaba con mayor urgencia no era dinero ni ropa, sino alimento.

Al establecerse esa prioridad, el alimento comenzó a encauzarse a las familias necesitadas. La Sociedad proveyó fondos a los hermanos de dos ciudades grandes, quienes recibieron telegramas con instrucciones de comprar alimento y llevarlo en camión a Villahermosa para distribuirlo, y así ahorrar tiempo valioso. Esta acción oportuna hace pensar a uno en las medidas de socorro de emergencia que se tomaron en el primer siglo para el tiempo del Pentecostés (Hechos 4:32). Además de alimento y ropa, se distribuyeron medicamentos debido al peligro de que hubiera brotes epidémicos.

Una vez que los hermanos del país se enteraron de las necesidades que tenían sus hermanos cristianos de la zona de desastre, contribuciones voluntarias fluyeron a la Sociedad y al comité de socorro hasta el punto en que la ayuda excedió a lo que se necesitaba. El comité escribió: ‘Ha sido maravillosa la manera como los hermanos han respondido a las necesidades de sus compañeros cristianos. A todos se les está dando atención’.

Algunos funcionarios gubernamentales visitaron la zona y ordenaron que se pusiera fin a los trámites innecesarios y se eliminara la especulación con el alimento y otros artículos que se habían donado para las personas desplazadas. Durante una gira de inspección de la zona afectada dieron instrucciones de brindar ayuda en lo que respecta a salud, nutrición y medicina preventiva a las 4.453 familias desplazadas de 16 pueblecitos en las inmediaciones del volcán.

Éxodo organizado

Un aspecto relacionado con el éxodo de la zona del volcán fue el modo organizado como partieron los siervos de Jehová. Nadie tuvo que valerse por sí mismo, sino que, en vez de eso, todos obraron en unidad y los ancianos llevaron la delantera. Los ancianos mantuvieron juntos a los hermanos y éstos, a su vez, apreciaron el espíritu de amor, unidad y cooperación que fueron tan patentes a medida que partieron hacia otros lugares.

Una vez más el pueblo de Jehová demostró cómo responden y despliegan un vínculo de amor y unidad los cristianos verdaderos, señal identificadora que se intensifica en tiempos de crisis, tal como en las secuelas de la erupción del volcán Chichonal. “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos”, dijo Jesucristo. (Juan 13:35.)

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