De nuestros lectores
La miel cura
Les doy muchísimas gracias por el artículo “La miel cura” (8 de noviembre de 1984). He estado confinado a un sillón de ruedas por 18 años debido a un accidente automovilístico. De vez en cuando me salen llagas y permanezco postrado en cama mientras éstas se curan con la ayuda de diferentes ungüentos. Leí la revista de ustedes y, como no tenía nada que perder, apliqué un poco de miel en un vendaje seco. No encuentro palabras para expresarme. Lo que debió haber tomado de tres a cuatro semanas para curarse, ha tomado entre ocho y nueve días. No comprendo por qué se ha mantenido oculto este tratamiento por tanto tiempo.
V. M., México
La ayuda de un riñón artificial
Su artículo “¡Sigo viva! Con la ayuda de un riñón artificial” (8 de enero de 1985) fue muy oportuno. Hace solo poco más de dos meses que a mi suegra le fallaron los riñones por completo. Actualmente está aprendiendo a operar la máquina (riñón artificial) en el hogar. El artículo nos ayudó a comprender mejor lo que ella está pasando. El párrafo respecto al régimen alimentario fue muy útil también. Ahora conocemos algunas cosas que debemos evitar al comer con ella y al escoger regalos.
L. K., Montana, E.U.A.
Muchísimas gracias por el artículo “¡Sigo viva! Con la ayuda de un riñón artificial”. Cuando mi esposa y yo nos casamos (1979), teníamos el deseo de seguir, sin interrupción, en el ministerio de tiempo completo. Siete meses más tarde, se me informó que yo tenía una enfermedad crónica de los riñones. Con el tiempo tuve que recibir tratamientos de diálisis. Después de dos operaciones, me pusieron por medios quirúrgicos un catéter para comenzar a recibir de continuo el diálisis peritoneal ambulatorio. Para no decir mucho, mi esposa y yo hemos tenido momentos difíciles. Siempre hemos buscado artículos de la revista ¡Despertad! que nos puedan ayudar a tratar con esta enfermedad. Entonces, al regresar a casa de nuestro viaje de 160 millas (260 kilómetros), ida y vuelta, que acostumbramos hacer a Lexington, Kentucky, para mi reconocimiento médico general cada dos meses, recibí el número de ¡Despertad! que contenía el artículo. ¡Si ustedes supieran cómo me sentí al verlo! Dejé de sentirme solo y diferente. Me pareció que la experiencia de Dorothy Bull había sido escrita precisamente para mí. El leer acerca del aguante de ella ha fortalecido mi propia determinación de seguir sirviendo a Jehová a pesar de mis limitaciones físicas.
W. R., Kentucky, E.U.A.
La lucha hasta el final
Sencillamente no puedo retraerme de expresar lo mucho que disfruté del artículo “Mi lucha hasta el final” (8 de agosto de 1984). Tengo 18 años de edad y padezco de una enfermedad que me ha afectado adversamente las piernas y la parte inferior de la espalda. A veces el dolor es muy intenso. Cuando se me tuercen las piernas, a menudo caigo al piso sin poder pararme y tengo que gatear. Los médicos no han podido encontrar la causa de la enfermedad ni el remedio para ella. Puedo identificarme con Monika Siebert —quien rehusaba compadecerse de sí misma y estaba resuelta a luchar contra su enfermedad— a medida que sigo esforzándome por alcanzar mi meta del ministerio de tiempo completo. Muchísimas gracias por proveer artículos tan animadores y edificantes. Espero que esta carta sirva para animar a otros jóvenes a que no se desesperen cuando se encaren a alguna dificultad.
L. K., Dinamarca