La ONU... la visión de un hombre
EL Albertina, un avión cuatrimotor del tipo DC-6B, volaba a poca altura sobre la selva africana. Acababa de sobrevolar el aeropuerto de Ndola, en Rhodesia del Norte (ahora Zambia). Entre sus 16 ocupantes se hallaba uno de los hombres más importantes del mundo en aquel entonces.
En la oscuridad nocturna el piloto viró para aterrizar. “Instantes más tarde las hélices cortaron las copas de los árboles [...] La punta del ala fue destrozada, y, en los siguientes segundos fueron desprendiéndose cada vez más pedazos del ala. [...] A unos ochocientos pies [244 metros] de pesadilla, de donde habían rozado inicialmente las copas de los árboles, lo que quedaba del ala izquierda del Albertina chocó con la base de un hormiguero. El avión giró en redondo, dando vueltas hacia la izquierda hasta que se detuvo, envuelto en llamas, mirando hacia donde había venido.”
Cuando el equipo de rescate finalmente llegó hasta el avión, halló los cadáveres de 14 personas que habían muerto quemadas. El único sobreviviente solo vivió cinco días. A pocos metros de distancia de los restos del avión se hallaba el cuerpo destrozado del secretario general de las Naciones Unidas... Dag Hammarskjöld. Había muerto el funcionario público más encumbrado del mundo, el señor ONU, como lo llamaban algunos. (The Mysterious Death of Dag Hammarskjold, de Arthur L. Gavshon.)
La ONU y las iglesias
La muerte de Dag Hammarskjöld tomó al mundo por sorpresa. Algunas personas se preguntaban cómo funcionaría la ONU sin el liderato de este hombre reservado e inteligente, quien había impuesto su estilo característico en el papel de secretario general.
A Hammarskjöld se le había descrito como un místico cristiano. En sus escritos parecía dar a entender que creía que Dios lo había llamado para su destino en las Naciones Unidas. Al dirigir su palabra a grupos religiosos, les había dicho que la fe en Dios debería correr parejas con la fe en la ONU. En una ocasión declaró: “La Organización [de las Naciones Unidas] y las iglesias marchan lado a lado como partícipes en los esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad —prescindiendo de su credo o forma de adoración— para establecer paz en la Tierra”. También afirmó: “A pesar de todas las diferencias en carácter y responsabilidad, las iglesias y las Naciones Unidas tienen un objetivo común y un campo de acción en que trabajan lado a lado”.
Hammarskjöld también concibió la Sala de Meditación que se halla en el vestíbulo público del edificio de la ONU. Fue construida con fondos que recogió un grupo mixto de mahometanos, judíos, católicos y protestantes. En medio de la austera sala se halla un bloque de mineral de hierro pulido iluminado por un delgado haz de luz.
¿Qué pensaba Hammarskjöld de ese bloque de mineral de hierro? Él escribió: “Puede que lo veamos como un altar, vacío no porque no haya Dios, ni porque sea un altar a un dios desconocido, sino porque está dedicado al Dios a quien el hombre adora bajo muchos nombres y de muchas formas”.
Miles de millones de personas creen en Dios. Muchas de ellas han visto a los papas Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II, al igual que a clérigos protestantes, dar su apoyo y bendición a esta organización para la paz. El Vaticano hasta tiene su observador permanente en la ONU. A causa de este apoyo religioso, algunas personas creen que la ONU en realidad pudiera ser el medio que Dios use para traer paz y seguridad a la Tierra. Aun ahora esperan con expectativa el año 1986, el cual la ONU ha declarado como el “Año Internacional de la Paz”.
¿Cree usted que la ONU sea en verdad el medio que Dios use para traer paz en la Tierra? ¿Cree usted que los 40 años de historia de esta organización dan prueba de que tiene la bendición de Dios? Realmente, ¿ha unido en paz a las naciones la ONU?
[Fotografía en la página 3]
Dag Hammarskjöld buscó el apoyo de las iglesias para la ONU
[Reconocimiento]
Foto de la ONU