De nuestros lectores
El alcohol y la carretera
Me da mucho gusto escribirles para expresarles que el alguacil encargado de la circulación del tránsito pidió 100 ejemplares de su número sobre “El alcohol y la carretera” (8 de marzo de 1986). Actualmente participa en un programa sobre el mismo tema e iba a dirigir la palabra a un auditorio de dueños de bares y restaurantes con el fin de recalcar la responsabilidad que tienen de no permitir que los clientes beban demasiado si van a conducir. Gracias por proveer siempre lo que necesitamos al debido tiempo.
J. P., E.U.A.
Simplemente amigos
No se imaginan la sorpresa que me causó recibir su número con el artículo “Los jóvenes preguntan... ‘¿No podemos ser simplemente amigos?’” (22 de marzo de 1986). Pues estoy pasando por este mismísimo problema. Tengo 20 años de edad, y un joven con quien trabajo dice que se ha enamorado de mí, pero yo no de él. Ahora tengo la respuesta en el artículo supracitado.
M. W., República Federal de Alemania
Niños minusválidos
Su artículo “Treinta años de amor y devoción” (8 de febrero de 1986) fue bueno y animador para padres de hijos que padecen del síndrome de Down, pero no estoy de acuerdo con la oración: “Personas ajenas frecuentemente creen que cuidar de un niño con retraso mental debe ser una responsabilidad poco remuneradora. ¡Qué equivocadas están!”. Como padre de una hija gravemente minusválida, sinceramente puedo decir que ustedes quizás estén equivocados al colocar a todos los niños minusválidos en la misma categoría. Mi hija no puede caminar, hablar, ver, alimentarse ni estar sin pañales. Le tenemos que cepillar los dientes y hay que bañarla todos los días. El darle de comer es una tarea que ocupa todo el día. El consultar con terapeutas, especialistas en nutrición, pediatras y otros consume muchas horas, y se tiene que luchar continuamente para obtener la ayuda debida y los servicios necesarios. Los padres de hijos minusválidos aman muchísimo a sus hijos, pero lo que quiero decir es que si sencillamente no entienden la situación, no traten de consolar a la persona o disculpar la situación diciendo: “Pues, les da mucho gozo y se sienten felices”.
J. B., Canadá
En el transcurso de los años hemos publicado varios relatos personales de padres que cuidan de hijos minusválidos. Nos ha parecido que ha habido mucha información útil que podría beneficiar a otras personas en circunstancias similares, y que el publicar tales artículos ha sido alentador para otros. Ciertamente no hemos querido añadir a la aflicción de ninguna familia que tenga algún problema muy difícil. En su relato, Anna Field reconoce que cada caso es diferente y que las circunstancias domésticas varían. Aunque en el caso de ellos también ha habido ocasiones penosas y tristeza, ella sinceramente siente que su hija minusválida les ha dado más gozo que dolor. Nos alegra que así haya sucedido. A la misma vez, reconocemos que pueden haber casos mucho más difíciles en que el hijo no pueda responder de modo alguno que resulte en gozo a los padres. Los padres de tal hijo ciertamente merecen comprensión compasiva por parte de todos así como la ayuda debida de sus amigos íntimos. Sinceramente nos condolemos de todo padre que se halle en esta difícil situación.—La dirección.