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  • ¡Despertad! 1986
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¡Despertad! 1986
g86 8/12 págs. 12-14

Las tarjetas de crédito... ¿“trampas plásticas”?

¡TARJETAS DE CRÉDITO! ¿Posee usted alguna? Si no, y si vive en un país desarrollado, es posible que solo sea asunto de tiempo antes de que le ofrezcan alguna. Los bancos, las tiendas por departamentos, las compañías petroleras, y así por el estilo, están saturando el mundo con estas tarjetitas plásticas rectangulares y, tarde o temprano, puede que lleguen a usted. No obstante, el tener una puede resultar ser una bendición o una maldición. ¿Qué resultará ser para usted?

En la actualidad, un número creciente de poseedores de tarjetas de crédito acaban teniendo dificultades financieras. ¿Por qué? Por el uso imprudente que les han dado a las tarjetas de crédito. Atrapados por el fervor de poder gastar sin tener dinero efectivo han caído en lo que muchos llaman “la trampa plástica”. Para ellos, las tarjetas de crédito son una maldición. Puede que concuerden con la persona que recomendó que en cada tarjeta se pusiera esta inscripción: “PELIGRO: ¡Las tarjetas de crédito pueden perjudicar su estado financiero!”.

Sin embargo, hay muchas personas que no se quejan al respecto. Para ellas, la disponibilidad de tarjetas de crédito ha resultado ser una bendición. Algunas de las ventajas más populares que tienen los poseedores de tarjetas de crédito son: el ir de compras sin tener que llevar mucho dinero efectivo; el poder aprovecharse de rebajas inesperadas en el precio de artículos que necesitan; la flexibilidad que ofrece el crédito, o sea, comprar ahora y pagar más tarde; pronto acceso a dinero efectivo en caso de emergencia; y la conveniencia de hacer compras y pagos por teléfono.

Aunque “el dinero plástico” puede causar angustia a algunos cuando lo usan imprudentemente, si se le da uso apropiado puede proporcionar a uno la oportunidad de disfrutar de ciertos privilegios que de otra manera no pudieran obtenerse de inmediato. En vista de esto, puede que usted se pregunte: ‘¿Cómo puede convertirse en una trampa?’.

“En realidad no la necesito, pero...”

La propaganda y la presión que otros ejercen han llevado a muchas personas a usar tarjetas de crédito. Los bancos gastan millones en promociones publicitarias en un esfuerzo por seducir a más gente para que entren en “el paraíso plástico”. Hasta niños han sido el blanco de esas estratagemas de promoción. ¡Se han aceptado solicitudes para tarjetas de crédito de niños de ocho, siete y hasta de seis años de edad!

La mayoría de los anuncios son preparados para atraer a personas que buscan prominencia y a quienes se les ha hecho creer que el simplemente poseer una tarjeta de crédito les garantizará reconocimiento e importancia instantáneos. Algunos creen que la tarjeta de crédito es una especie de diploma que asegura el éxito financiero y el prestigio. La revista Changing Times declaró recientemente lo siguiente: “Los anuncios comerciales de televisión muestran que el tener la tarjeta indicada puede servirle a uno para ganarse amigos, influenciar a la gente y, bueno, experimentar una sensación de bienestar”.

Algunos poseedores de tarjetas de crédito admiten que cuando usan la tarjeta les sobreviene una sensación de bienestar interno, un “torrente de poder” y un realce al concepto que tienen de sí mismos. Muchos ceden a la tentación sin realmente necesitar la tarjeta y, por lo general, acaban gastando más de lo que pueden pagar.

Después de estudiar el comportamiento de personas que tienen tarjetas de crédito, un sicólogo hizo la siguiente observación general: “Las personas que usan tarjetas de crédito no llevan cuenta de los gastos que hacen”. Se ha observado que muchas personas, después de obtener una tarjeta, de repente se hacen insensibles a los precios y se convierten en gastadores impulsivos. Una persona declaró que después de deshacerse de sus tarjetas de crédito notó por primera vez en mucho tiempo el precio de las cosas.

Costos ocultos

Los bancos están “poniendo tarjetas de crédito plásticas en las manos de personas que no pueden costearlas ni que comprenden la complejidad de una deuda”, hizo resaltar recientemente un artículo periodístico. El usar tarjetas de crédito sin comprender cómo opera el sistema de crédito ha resultado en un desastre financiero para muchos.

Por ejemplo, un periódico publicó que una señora obtuvo con su tarjeta de crédito un préstamo de $3.000 (E.U.A.). Después de sus primeros tres pagos, que sumaban $220, todavía debía $2.956. En un lapso de siete meses pagó $584, pero esto solo redujo su deuda $157,19 ¿A dónde fue a parar el resto del dinero? ¡Al pago de los intereses! Hasta hace poco, algunos bancos cargaban hasta cerca de un 22% de interés. Como resultado, la deuda de los que poseen tarjetas de crédito ha ascendido a cifras sin precedente.

Además, la mayoría de los bancos cargan un honorario anual por cada tarjeta que emiten. En los Estados Unidos, los honorarios oscilan entre $15 y $250. Hay otros bancos que cobran cierta cantidad cada vez que se usa la tarjeta. Estos costos ocultos han dado a las tarjetas de crédito la reputación de que son “plástico costoso”.

“¡Yo no compré eso!”

Si usted tiene una tarjeta de crédito, es posible que reciba la cuenta por algo que no compró. Tal vez se deba a algún error en la cuenta por parte del banco o del negocio donde usted usó la tarjeta. Sin embargo, añadido a esos errores en la cuenta, los cuales ocurren de vez en cuando, todo el que tiene una tarjeta de crédito corre el riesgo de llegar a ser víctima de fraude.

Para que otra persona pueda usar fraudulentamente su tarjeta de crédito solo necesita tener el nombre suyo, el número de cuenta y la fecha de vencimiento de la tarjeta. Las tarjetas robadas o perdidas, así como las copias al carbón de las facturas de venta, pueden proporcionarle a algún ladrón dicha información valiosa. Algunas personas que poseen tarjetas de crédito han recibido llamadas telefónicas de compañías desconocidas para informarles que han ganado algún premio. Tras dar alguna explicación complicada, quien llama trata de persuadir a la persona a que le dé la información que necesita de la tarjeta de crédito para darle uso fraudulento.

Se ha logrado mucho para dificultar los fraudes. Hubo un tiempo en que las tarjetas eran solo un pedazo de plástico con números. Después se les agregó una cinta magnética con información en código. Actualmente se están usando hologramas y ciertos patrones de impresión más complicados. En algunas zonas se está experimentando con una tarjeta especial que contiene un microordenador.

Aunque estas medidas harán cada vez más difícil la comisión de fraude, el periódico The New York Times agregó: “Abundan miles de tarjetas falsificadas. Y la mayoría de los ladrones tienen garantizadas unas horas en las cuales ir de compras antes de que se cancelen las transacciones de una tarjeta robada”. Un informe reciente indicó que en 1985 hubo pérdidas por más de $700.000.000 por motivo de fraudes cometidos con tarjetas de crédito en los Estados Unidos.

¿Quién paga el precio a la larga? Aunque pareciera que son los bancos, la revista Parents da una respuesta más realista. Esta hace notar que los bancos “mantienen artificialmente alta la tasa de interés que cargan [...] a la tarjeta para cubrir las pérdidas incurridas por el mal uso que a ellas se da”. Además, cuando los bancos “pagan un 7 u 8% por préstamos hechos y cargan a los poseedores de tarjetas de crédito un 16, 18 o hasta un 20%, la inmensa diferencia les permite absorber el costo de muchos de los fraudes realizados con tarjetas de crédito”. Al fin y al cabo, ¡todo el que tiene tarjeta de crédito paga el precio!

Cómo evitar la trampa

Usted puede evitar caer en la trampa. ¿Cómo? En primer lugar, determine si realmente necesita una tarjeta de crédito o no. Analice qué lo motiva a querer tener una tarjeta de crédito antes de solicitarla. Tome una decisión sensata más bien que dejarse influenciar por la propaganda.

Si decide obtener tarjetas de crédito, úselas con prudencia. Trátelas como si fueran un negocio. Familiarícese con el método que ha de seguirse para notificar cualquier error en la cuenta o cualquier sospecha de fraude. Averigüe cuáles son las leyes locales que lo protegen. Examine con cuidado las facturas cada mes. Las facturas impresas por ordenadores que usted recibe de la compañía de la tarjeta de crédito no son infalibles.

Puede que usted no desee mantener un débito en la cuenta de su tarjeta de crédito. Muchas personas pagan la suma total por lo que compran antes de que se empiece a computar los intereses. Si necesita algún tiempo para pagar su deuda, entonces páguela lo antes posible.

¡Sea un consumidor sensato y tal vez nunca caerá en la trampa plástica!

[Recuadro en la página 14]

Maneras de protegerse contra los fraudes cometidos con tarjetas de crédito

◼ Cuide bien sus tarjetas, como si fueran dinero efectivo. Nunca las deje desatendidas.

◼ Examine sus estados de cuenta y concílielos mensualmente. Notifique cualquier cargo dudoso.

◼ Nunca dé por teléfono el número de su tarjeta, a menos que esté tratando con una compañía de buena reputación.

◼ Después de haber dado su tarjeta a algún dependiente o camarero, asegúrese que es la tarjeta suya la que le devuelven. Sin querer podrían confundir tarjetas.

◼ Pida que le den los papeles al carbón de la factura de venta y destrúyalos. También, conserve su copia de la factura.

◼ Destruya las tarjetas vencidas o que no desee.

◼ Mantenga un registro completo de los números de las tarjetas en un lugar seguro.

◼ En caso de pérdida o robo, notifíquelo inmediatamente.

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