¿Le conviene el dinero de plástico?
UN CALIFORNIANO conocido por el nombre de “Sr. Plástico Fantástico” reunió una colección de 1.265 tarjetas de crédito, todas válidas. Claro está que este hombre no es representativo del usuario de tarjetas medio. Sin embargo, está ampliamente reconocido que el fenómeno de las tarjetas de crédito se ha convertido en una característica importante de la sociedad occidental moderna.
La publicación American Demographics afirma que en 1986 casi las tres cuartas partes de las familias estadounidenses tenían una o más tarjetas. En Estados Unidos existen más de veinticinco mil diferentes tarjetas de crédito. Las compañías petrolíferas, los comercios y las líneas aéreas emiten las suyas propias. En 1991 los norteamericanos tenían en su poder 232 millones de tarjetas válidas Mastercard y Visa, las dos de mayor renombre en el mercado.
La demanda del llamado dinero de plástico también aumenta en Europa, haciendo estallar enconadas batallas entre los bancos y las compañías de crédito rivales para atraer a los ansiosos consumidores. ¡La cantidad total de tarjetas de crédito en todo el mundo excede sobradamente los mil millones! ¿A qué se debe este volumen de tarjetas? ¿Quién se beneficia más de su uso? ¿Cuáles son algunos de los riesgos y problemas que afrontan sus usuarios?
¿Quién se beneficia?
Los bancos y las entidades emisoras de tarjetas de crédito obtienen sustanciosos beneficios, no solo por las cuotas y comisiones —lo que incluye cuotas anuales, comisiones por impago y recargos por exceder la cantidad máxima autorizada—, sino también por el alto interés con que gravan todo dinero que se les adeuda. Pero, como es lógico, los bancos no pueden aprovecharse de estos gravámenes a menos que los dueños de las tarjetas contraigan deudas importantes. Tan solo en Estados Unidos, millones de personas han adquirido deudas que estarán pagando toda su vida. Alrededor del 75% de los norteamericanos que utilizan tarjetas de crédito tienen saldos deudores en sus cuentas, por lo que deben pagar intereses mensuales exorbitantes. El deudor estadounidense con tarjeta de crédito medio tiene un déficit en su cuenta mensual de más de dos mil dólares.
En el libro The Credit Jungle (La jungla del crédito), Al Griffin señala que del “15 al 20% de los titulares de tarjetas que pagan sus cargos por completo en cuanto los reciben, no contribuyen ni un céntimo por las operaciones bancarias”. Añade que “el restante 80 a 85% hace que la tarjeta de crédito sea el negocio más rentable de un banco. Un movimiento modesto de 10 millones de dólares con tarjetas de crédito puede recaudar un beneficio de 1,8 millones de dólares al año”. En 1990, el banco estadounidense con mayor presencia en el negocio de las tarjetas de crédito percibió utilidades de casi mil millones de dólares por las operaciones bancarias de sus clientes, gracias, principalmente, a las tarjetas.
Sea consciente de los peligros
La utilización de estos pequeños trozos de plástico tiene su lado negativo. Por ejemplo, ¿ha recibido alguna vez una llamada telefónica de una misteriosa empresa para comunicarle que acababa de ganar un premio? Muchas personas han recibido llamadas de este tipo. Para conseguir su regalo, todo lo que debe hacer es responder a unas preguntas sencillas. Entonces le pide el número de su tarjeta de crédito. ¿Por qué? Porque en realidad no ha ganado ningún premio. Los autores de esta clase de llamadas tan solo quieren el número de su tarjeta a fin de hacer compras por correo o por teléfono con cargo a su cuenta.
Existen diferentes modalidades de fraude relacionado con las tarjetas de crédito, que cuestan cientos de millones de dólares al año. Y aun en el caso de que este problema no le afecte directamente, si usted tiene una tarjeta, es muy probable que esté pagando por tales estafas con aumentos en las cuotas y las tasas de interés.a
El verdadero peligro de las tarjetas de crédito radica en los apuros y dolores de cabeza que conlleva contraer grandes deudas. El libro The Credit Jungle asegura que “muchas personas capaces de resistir la tentación de comprar bienes y servicios de lujo que no pueden pagar en efectivo, se ven incapaces de evitarlo cuando tienen una tarjeta de crédito en sus manos. Más de una familia solo comerá habichuelas durante un par de semanas tras pagar por alguna que otra mariscada a cuenta de la tarjeta el mes anterior”.
Claro está que si las deudas consumen una parte importante de sus ingresos, no solo sufrirán sus costumbres alimentarias. El libro Credit—The Cutting Edge (Crédito: un arma de dos filos) informa que, “por término medio, los norteamericanos gastan aproximadamente el 75% de sus ingresos mensuales en devolver préstamos, pagar deudas y en los gastos de las tarjetas de crédito”.
Lamentablemente, para muchos consumidores la tarjeta de crédito no es la puerta a un paraíso económico, sino un patinazo hacia el endeudamiento perpetuo y las preocupaciones. Por ejemplo, en los últimos años, los consumidores de Estados Unidos han estado acumulando las deudas de sus tarjetas, lo que ha resultado en un aumento de los fraudes relacionados con ellas, incumplimientos en los pagos y ruina económica. En 1990, las deudas de los consumidores estadounidenses por las tarjetas, los préstamos para la compra de automóviles y las hipotecas ascendían a 3,2 billones de dólares. La familia media americana debía unos treinta y cinco mil dólares y pagaba unos intereses anuales que rondaban los tres mil quinientos dólares.
Por lo tanto, no es de sorprender que haya aumentado escandalosamente la cantidad de personas en bancarrota. Durante 1990, un total de 720.000 norteamericanos se declararon en esta situación: un aumento de casi el 17% con respecto a 1989. En 1991 esta cantidad subió a 800.000, y en 1992 la cifra llegó a los 971.517.
Algunas personas que han encontrado difícil controlar la utilización de sus tarjetas de crédito han decidido desprenderse de ellas. Por otro lado, muchos han sabido utilizarlas bien, sin complicarse la vida de forma innecesaria.
[Nota a pie de página]
a Si desea más información sobre maneras de evitar el fraude con tarjetas de crédito, vea el artículo “Las tarjetas de crédito... ¿‘trampas plásticas’?”, en el número del 8 de diciembre de 1986 de ¡Despertad!