Acorralados por las fobias
TRES CUARTAS partes de las personas que presentan los peores síntomas fóbicos son mujeres, pero las estadísticas no indican el porqué. La edad de la mayoría de los hombres y mujeres que padecen de este mal oscila entre los 25 y 45 años, pero aún se desconoce la razón.
“En realidad estamos en un estado de desacuerdo tocante al origen de las fobias”, admitió el Dr. Thurlow Oppenheimer, siquiatra, en una conferencia que dio a un grupo de terapeutas en Nueva York, y añadió: “Nos encontramos en un bosque oscuro de conflictos humanos”. Las fobias son un misterio.
¿Qué puede causar fobias?
Las investigaciones indican que las fobias pueden desarrollarse por varias causas. Un ataque de pánico, por ejemplo, puede ser el producto de una experiencia traumática o de la pérdida de un ser amado. Helen, a quien mencionamos antes, casi perdió la vida unos meses antes en un incendio de una casa remolque de vacaciones. ¿Desencadenó ese choque emocional el pánico que sintió en la cabina de teléfono? De acuerdo con esta teoría, pudo haber sido así.
Por otra parte, muchos científicos creen que las fobias se aprenden de otras personas. Los hijos, a medida que crecen y observan a sus padres, pueden aprender a reaccionar de manera similar a como ellos reaccionan por sus fobias. En algunos casos, sin embargo, a medida que el niño madura, puede que su temor a lo que originalmente lo causó sea transferido y se manifieste en una situación diferente. Helen admite: “Recuerdo que he estado predispuesta a fobias ligeras”. ¿Fue su experiencia algo que aprendió, o quizás, en su caso, fue un temor transferido? En realidad, no existe manera segura de saberlo.
Una fobia que se origina de alguna experiencia específica es más fácil de identificar. Si, por ejemplo, a un niño lo asusta o lo muerde un perro, tal suceso pudiera desarrollar en él, más adelante en su vida, cinofobia o temor a los perros. De igual modo, la hidrofobia o temor al agua, podría provenir de una experiencia en que la persona casi se haya ahogado.
Según los análisis modernos, todas las fobias se dividen en tres categorías básicas bien conocidas. Es de utilidad poder identificarlas. De modo que analicemos primeramente
Las fobias sociales y las simples
¿Conoce usted a personas que temen firmar en público porque tienen terror a que la mano les tiemble, o a otras que tienen miedo de hablar en público o asistir a una fiesta? Tales problemas son ejemplos de fobias sociales. Estas son inducidas por la presencia de otras personas.
Las fobias simples están conectadas con objetos específicos o situaciones, tales como temor a los perros o al agua. Un temor desproporcionado a los gatos, los ratones o a las arañas también es común, tal como lo es el temor a la altura. En esta misma categoría ponen los médicos la claustrofobia o temor a los lugares cerrados, ya que entra dentro del patrón de las fobias que son provocadas por una causa específica.
Por muy irracional que deba parecer a la mayoría de nosotros que alguien se aterrorice por esos temores sencillos, no es difícil imaginarse lo extremadamente frustrante que puede ser la vida para quienes no pueden evitarlos.
¿Por qué tener ‘temor al temor’?
La tercera categoría de fobia, la agorafobia, es la más compleja de todas las fobias. La palabra significa literalmente “temor a la plaza del mercado”. Algunos especialistas sostienen que en realidad este temor es un temor a lo que la plaza del mercado significa: muchedumbres y la pérdida de la seguridad o del control que uno puede tener en áreas más cerradas. Por lo tanto, los que padecen de agorafobia la describen de varias maneras, quizás como miedo a las muchedumbres, o aun como miedo a salir de la casa.
Puesto que abarca tanto, a la agorafobia también se le describe como ‘temor al temor mismo’. Muchas víctimas quedan inmovilizadas hasta el grado de que van a extremos para evitar cualquier situación que ellas sientan que pudiera provocarles un ataque de pánico. Como resultado de ello, la opresora fobia va acorralando cada vez más la vida de las personas hasta que con el tiempo estas se encuentran tan restringidas que no pueden moverse en absoluto.
¿Es todo eso mental? Algunas investigaciones indican que la agorafobia puede ser una enfermedad física, un trastorno del sistema nervioso. El Dr. David V. Sheehan, siquiatra y autor del libro The Anxiety Disease (La enfermedad de la ansiedad), afirma: “Lo que se está haciendo cada vez más claro es el hecho de que estamos tratando con una enfermedad patológica”. Algunos opinan que esta idea de que es una enfermedad patológica es válida, según muestra el hecho de que inyecciones de sodio láctico pueden provocar ataques de pánico en personas que padecen de esta clase de fobia, tal como descubrió el Dr. Ferris Pitts, profesor de siquiatría en la Universidad del Sur de California. Esto, sin embargo, es solo una teoría.
La investigación de la causa de las fobias se está realizando sistemáticamente en muchas direcciones. Algunos investigadores buscan en el campo de la genética. Otros creen que desequilibrios hormonales pudieran ser la raíz del problema. ¿Acaso tiene lo que comemos algo que ver con este mal? Según Dennis Charney y su equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, la cafeína puede producir “ansiedad, nerviosismo, temor, náuseas, palpitaciones, intranquilidad y temblores” en algunas de las personas que padecen de agorafobia.
No obstante, persiste el hecho de que nadie puede señalar con precisión la causa común de las fobias. Siguen siendo un misterio.
¿Qué ayuda existe para los que padecen de fobias?
¿Pueden los medicamentos y la vasta variedad de drogas modernas curar las fobias? En algunos casos parece que sí. Pero de nuevo, la manera como responden las personas puede ser tan variada como sus propias fobias. “Pese al triunfo prometedor al haber tratado con medicamentos algunos trastornos de ansiedad —comenta el siquiatra David Burns—, no hay evidencia alguna de que con solo drogas se cure el mal.” En realidad, para muchos que padecen de fobias algunos medicamentos no producen ningún efecto y, si acaso lo producen, es por corta duración... unos meses, o tan poco como más o menos una semana.
También hay que considerar la reacción que las drogas produzcan en el paciente, la cual puede ser bastante desagradable. Por esta razón, se calcula que solo a un 70% de las personas con fobias se les puede administrar drogas. Además de insomnio, visión borrosa y otros problemas, algunas drogas pueden producir en algunos casos síntomas de un ataque de pánico, solo para angustiar mucho a la persona.
Por lo tanto, no es poco común que las personas con fobias recurran a varias terapias en su búsqueda por encontrar alivio. “El método que haya tenido un efecto maravilloso para alguna persona puede que no le resulte a otra”, dice Muriel Frampton en su libro Agoraphobia—Coping With the Outside World (La agorafobia: cómo enfrentarse al mundo que le rodea). Se registra que además de los tratamientos médicos ortodoxos, la homeopatía, la osteopatía, la acupuntura y varios remedios naturales han ayudado a algunas personasa. La preferencia personal desempeña su papel en la selección que se haga de medicamentos. Aun así, es bueno estar al tanto de ciertos problemas al respecto.
La TEC y la hipnosis
En Gran Bretaña, una clase de terapia para la ansiedad es la terapia electroconvulsiva (TEC), o electrochoque, como se le llama comúnmente. Se pasa una débil corriente eléctrica por el cerebro para provocar una ligera convulsión. Este tratamiento puede proporcionar alivio, pero en cuanto a quitar las fobias, sus efectos puede que no sean duraderos. Existen también posibles reacciones, tal como la pérdida de la memoria. En la actualidad, en algunas zonas de los Estados Unidos y en algunos países de Europa la aplicación de este tratamiento está prohibida o restringida.
La hipnosis o hipnoterapia también ha sido recomendada por algunos médicos. Pero Frampton declara: “La experiencia dice que la terapia es mejor cuando incluye la voluntad del paciente en estado consciente”. (Agoraphobia—Coping With the Outside World.) Los cristianos, sin embargo, saben de los peligros que implica el pasar el control de la mente a otra persona y, por eso, evitan la hipnosis.
El valor de ayudarse a sí mismo
En vista de las limitaciones de los medicamentos, ¿pueden las personas que sufren de fobias ayudarse a sí mismas? Sí, y muchos médicos y terapeutas enseñan que la ayuda que uno mismo se dé es la mejor manera de tratar las fobias. Los resultados pueden ser remuneradores y frecuentemente duraderos.
En primer lugar, la víctima de fobia tiene que aprender el arte de relajarse. La relajación física completa es esencial para lograr la sumamente importante relajación de la tensión mental. Tocante a esto, el sicólogo Alan Goldstein informa: “Enseñamos a los pacientes con agorafobia a relajarse, a controlar el ritmo de su respiración, a poner paro a sus pensamientos de pánico y a enfocar su atención en el momento presente para ayudarlos a lidiar con sus ataques de pánico”.
Una vez que esto se logra (y no es fácil, ya que el aprender a relajarse adecuadamente puede requerir semanas de paciente esfuerzo), el próximo paso consiste en identificar la fuente del temor y enfrentarse a esta. Un terapeuta diestro puede ayudar a un paciente a comprender las etapas que conllevan a un ataque de pánico. Entonces, paso a paso, anima al paciente a contrarrestarlas en su imaginación. Es tal como lo explica Alan Goldstein: “Los ayudamos a identificar lo que sienten y a poder atinar a ello”.
No todas las personas que padecen de fobias pueden llegar a dominar esta técnica de desensibilización, como se le llama. Pero puede con el tiempo conducir a los que sí logran dominarla a encararse a su experiencia y contrarrestarla. Aunque no se logre una cura completa, puede que la causa o las causas de la fobia se puedan, por lo menos, tolerar de allí en adelante. Los terapeutas que usan esta técnica alegan que de cada diez pacientes que se someten a este tratamiento, ocho obtienen considerable alivio.
La lucha contra el temor
Una extensión de esta idea de desensibilización es hacer que el paciente se encare deliberadamente a la fuente de su temor por el mayor espacio de tiempo posible. Esto requiere mucho valor y puede ser agotador y emocionalmente irritante en algunos casos. Por estas razones es mejor, por lo general, que este método se realice bajo supervisión profesional, más bien que por sí solo. De cualquier modo, frecuentemente da buenos resultados.
Un pionero de este tratamiento, Tony Elliott, quien padeció de agorafobia, fundó una asociación para personas con fobias en Nottingham, Inglaterra. Para ayudar a los pacientes a vencer la fobia de viajar en tren, hace que estos visiten una estación ferroviaria y se sienten en un vagón situado en una vía muerta. Después, el primer paso es mover el vagón de un extremo de la estación hasta el otro, progresando poco a poco hasta hacer un viaje de unos pocos kilómetros hasta la próxima estación. Hay médicos supervisando el viaje y están listos con un surtido de tranquilizantes.
Los resultados han sido muy animadores. “Puedo curar el 90% de la enfermedad de algunos de los pacientes”, alega Elliott. La misma terapia ahora se está aplicando a los que tienen fobia de viajar en autobús y en avión, y varias asociaciones están usando este métodob.
La empatía y la fe religiosa
¡Qué fácil es reírse de las fobias de otras personas! Tales temores, sin embargo, son muy reales y exigen gran comprensión y compasión. Los que sufren de fobia rara vez exageran o fingen lo que sienten. El puño de hierro del temor puede ser intenso y los obstáculos que este presente pueden ser completamente reales.
No obstante, se sabe de amigos que, aunque con buenas intenciones, toman el problema a la ligera y animan a la persona con fobia a que ‘deje eso’. Expresiones tales como: ‘¡Cedes muy fácilmente!’, y: ‘¡No seas tonto, eso no hace daño!’ se oyen comúnmente. Pero son, de hecho, contraproducentes... y poco amables. La persona con fobia necesita que se le ayude con paciencia y empatía.
Otro factor de importancia que ayudará a alguien con fobia es una fuerte convicción religiosa. Es tal como lo expresó un escritor: “Soy de la firme opinión de que la fe religiosa está relacionada a todo aspecto de nuestra vida y los que profesan tal fe deberían ‘movilizarla’ en su lucha contra el temor”.
Ciertamente es buen consejo para un cristiano el que este se dirija a Dios en oración cuando sienta que se está desarrollando en él o ella un pánico fóbico. La confianza en Dios y en su amor y poder puede aportar una fuerte ayuda espiritual. (Filipenses 4:6, 7, 13.)
El escritor ya mencionado advierte: “Debo agregar, no obstante, que la fe religiosa no hace necesariamente un ‘milagro’ ni trae cura instantánea”. Nadie alega que es fácil sobreponerse a una fobia. Es una lucha que tiene lugar en la mente, y la perseverancia es vital. El mismo experto escribe: “Si usted se da por vencido tan pronto como siente pánico, regresará de nuevo a su encarcelamiento. Es solo por medio de hacerle frente al temor, de sobrellevarlo, de darse cuenta de que el miedo en sí no puede hacerle daño, que gradualmente usted perderá la ansiedad y hallará liberación”.
[Notas a pie de página]
a ¡Despertad! no recomienda ningún tipo de medicamento o terapia como mejor que otros ni ofrece asesoramiento médico. Su objetivo es el de sencillamente presentar los hechos y dejar que el lector decida por sí mismo.
b En la actualidad existen instituciones en muchos países para ayudar a las personas con fobias. Se puede poner en contacto con estas a través de las agencias médicas o gubernamentales corrientes.
[Comentario en la página 6]
No se sabe exactamente la causa común de las fobias
[Comentario en la página 6]
La relajación física completa es esencial para aliviar la tensión mental
[Comentario en la página 8]
Se necesita valor para enfrentarse a una fobia
[Recuadro en la página 7]
Con la añadidura de prefijos griegos o latinos a la palabra fobia —que en griego significa “temor”— se han formado centenares de palabras que identifican temores específicos. He aquí algunos ejemplos de las fobias mejor conocidas.
acrofobia: temor a la altura
agorafobia: temor a los lugares abiertos
ailurofobia: temor a los gatos
hidrofobia: temor al agua
astrofobia: temor a las tormentas con truenos
claustrofobia: temor a los espacios cerrados
cinofobia: temor a los perros
demonofobia: temor al diablo y demonios
gefirofobia: temor a cruzar puentes
hematofobia: temor a la sangre
hodofobia: temor a viajar
lalofobia: temor a hablar
microfobia: temor a los microbios
misofobia: temor a la suciedad o contaminación
nictofobia: temor a la oscuridad
ofidiofobia: temor a las serpientes
pirofobia: temor al fuego
tanatofobia: temor a la muerte
xenofobia: temor a los extraños o extranjeros
zoofobia: temor a los animales