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  • ¿Hay que forzar al niño para que llegue a ser un genio?

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  • ¿Hay que forzar al niño para que llegue a ser un genio?
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¡Despertad! 1987
g87 22/5 págs. 5-6

¿Hay que forzar al niño para que llegue a ser un genio?

“El mundo podría estar lleno de gigantes intelectuales como Einstein, Shakespeare, Beethoven y Leonardo da Vinci si a los niños los empezásemos a instruir desde que nacen.”— Dr. Glenn Doman, director de Las Instituciones para el Logro del Potencial Humano.

“Ningún niño nace siendo un genio, y ninguno nace siendo un tonto. Todo depende del estímulo que reciban las células cerebrales durante los años cruciales. Estos son los tres primeros años de la vida. Si esperamos a que vayan al jardín de infancia será demasiado tarde.”— Masaru Ibuka, autor del libro Kindergarten Is Too Late!

EL IMPONENTE potencial del cerebro de un niño hace que los padres se pregunten: ¿Cuándo hay que empezar a darle instrucción específica? ¿Qué se le debe enseñar? ¿Cuánto? ¿Cuán deprisa? En algunos casos los resultados han sido verdaderamente espectaculares: niñitos de dos a cinco años que ya saben leer, escribir, hablar en dos o más idiomas, tocar música clásica con violín o piano, montar a caballo, nadar y hacer ejercicios gimnásticos.

Mayormente, la meta es intelectual más bien que física. Un niñito de dos años sabe contar hasta 100, suma sin equivocarse, tiene un vocabulario de 2.000 palabras, lee frases de cinco palabras y ha desarrollado una perfecta altura tonal. Cierto niñito de tres años puede identificar por nombre las diferentes partes de la célula cuando se las señalan en un diagrama: mitocondria, retículo endoplasmático, aparato de Golgi, centríolos, vacuolas, cromosomas, etc. Otro niñito de tres años sabe tocar el violín. Y otro de cuatro años traduce del japonés y del francés al inglés. Un instructor que enseña matemáticas a niños pequeños afirma: “Si yo dejase caer al suelo 59 peniques, nuestros niños le podrían decir en seguida que fueron 59 y no 58”.

Mientras algunas personas hablan con entusiasmo de tal educación intensiva, otras tienen sus reservas. A continuación se recogen algunas opiniones representativas de diferentes profesionales en este campo:

“En general, los hechos no apoyan mucho el que se inicie a los niños en conocimientos académicos a una tierna edad. Está ampliamente atestiguado que puede hacerse. Sin embargo, la cuestión no es si puede hacerse, sino más bien cuáles son las consecuencias, tanto a corto como a largo plazo.”

“Es una teoría que convierte a los niños en pequeñas computadoras, no los deja ni respirar.”

“Los niños aprenden de su propia iniciativa y explorando su entorno por sí mismos. Podríamos estorbar [al forzar el desarrollo mental] alguna otra fase de desarrollo [como el emocional, y la sociabilidad].”

“Mi consejo es: cuídense de no equiparar la inteligencia con un desarrollo adecuado. Con frecuencia se consigue la superioridad intelectual a costa del progreso en otros campos de igual o incluso mayor importancia.”

“Esta no es una relación sana entre padres e hijos. Es una manera de decir a los hijos: ‘Te quiero porque eres listo’.”

No hay duda de que algunos padres están forzando a sus hijos, intentando convertirlos en niños prodigio o genios. En esos casos prevalece el ego y el orgullo de los padres. Los hijos se presentan como obras maestras y los padres se benefician y disfrutan de su gloria. Sin embargo, este no parece ser el motivo de algunos de los líderes en este campo de la instrucción temprana.

Glenn Doman, a quien citamos al principio de este artículo, está en contra de la idea de producir “superniños”. Su fin es: “Dar a todos los padres el conocimiento para lograr que sus hijos lleguen a ser sumamente inteligentes, extremadamente capacitados y encantadores”. El aprendizaje debería ser variado y agradable para los niños de tierna edad. Debería hacer de ellos seres equilibrados tanto mental como física y emocionalmente. El doctor Doman no aprueba los exámenes. “Un examen es lo opuesto al aprendizaje. Está cargado de estrés. Enseñar a un niño es darle un regalo agradable. Someterlo a un examen es exigir un pago... por adelantado.”

Masaru Ibuka, citado también al principio, respondió lo siguiente cuando se le preguntó si la enseñanza a temprana edad produce genios: “El único propósito del desarrollo a temprana edad es educar al niño para que consiga una mente flexible y un cuerpo saludable, y llegue a ser inteligente y amable”.

Shinichi Suzuki, famoso por el éxito que ha tenido en enseñar a niños a tocar el violín, dice: “La expresión ‘educación del talento’ no solo aplica al conocimiento o a alguna destreza técnica, sino también a la moralidad, la formación del carácter y el saber apreciar la belleza. Sabemos que estos son atributos humanos que se adquieren mediante la educación y el ambiente que nos rodea. De modo que lo que aquí hacemos no es tratar de criar a niños prodigio, ni tampoco de hacer hincapié tan solo en un ‘desarrollo temprano’. Deberíamos definirlo como una ‘educación humana total’”.

El señor Suzuki considera que el obligar a un niño a ensayar no es ni eficaz ni conveniente. Cuando se le pregunta cuánto tiempo deberían ensayar los niños, nunca establece un horario rígido. “Es mejor ensayar cinco veces al día durante dos minutos, con preparación y prestando buena atención —dice—, que quedarse con ellos media hora ensayando cuando no quieren hacerlo.” Su fórmula es: “Dos minutos a gusto cinco veces al día”.

¿Dónde está pues el equilibrio en cuanto a la enseñanza temprana para su hijito? El siguiente artículo ofrece orientación al respecto.

[Fotografía en la página 5]

No los fuerce. La fórmula del señor Suzuki es: “Dos minutos a gusto cinco veces al día”

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