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  • ¿Qué puedo hacer para que la gente me quiera?

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  • ¿Qué puedo hacer para que la gente me quiera?
  • ¡Despertad! 1988
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¡Despertad! 1988
g88 22/11 págs. 12-14

Los jóvenes preguntan...

¿Qué puedo hacer para que la gente me quiera?

ES MUY normal que desees que te quieran. Y está a tu alcance conseguir que más personas lo hagan. Sin embargo, puede parecerte que por más que lo intentas, solo logras alejar de ti a los demás; que metes la pata cada vez que tratas de comenzar una conversación; que siempre eres el último a quien invitan, el último a quien incluyen, el último a quien se recurre. ¿Cómo puedes cambiar las cosas y lograr que otros te quieran?

¿Te quieres a ti mismo?

En primer lugar, debes aceptar la realidad de que no hay nadie a quien todo el mundo quiera. Fíjate, hubo quienes ni siquiera quisieron a Jesucristo... ¡y él era perfecto! (Isaías 53:1-3.) Por consiguiente, debes aceptar como una amarga realidad de la vida que a algunas personas sencillamente no les vas a caer bien. Esta verdad, en cierto modo perturbadora, es más difícil de aceptar si no te quieres a ti mismo. Cuando se carece de amor propio, puede ser devastador darse cuenta de que alguien no te quiere. Puesto que te sientes inseguro, puede que hasta hagas esfuerzos infructuosos por ganarte la aprobación de todo el mundo.

Sean, de quince años de edad, descubrió que eso puede ser contraproducente: “Observo que cuando estoy demasiado preocupado por que los demás me quieran, me esfuerzo tanto por conseguirlo, que se dan cuenta [de mi inseguridad] y termino cayéndoles mal”.

El mandato de Jesús de “tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo” indica que es apropiado y necesario tener cierto grado de amor propio. (Mateo 22:39.) De modo que reconoce tu valía como persona. Aunque no hay duda de que tienes defectos, recuerda que también tienes mucho que ofrecer.a

Una dosis razonable de amor propio te ayudará a tratar mejor con esas pocas personas que desprecian tus esfuerzos por conseguir su amistad. También impide que te aferres demasiado a tus amigos. Por ejemplo: una joven llamada Kelly se sintió amenazada personalmente cuando una amiga suya empezó a asociarse con otra muchacha. Sin embargo, las amistades no tienen por qué ser exclusivas, como si solo hubiese una persona en el mundo capaz de quererte. Siéntete lo suficientemente satisfecho de ti mismo como para estar dispuesto a compartir tus amigos con otros. En realidad, Kelly descubrió que aunque su amiga tenía otras compañeras, la amistad que las unía y que tanto apreciaba seguía tan fuerte como siempre.

No obstante, puede darse el caso de que tu problema no se deba tanto a tu falta de amor propio como a que haya en tu personalidad algunas asperezas que debas pulir.

Cómo dominar el arte de la conversación

Tarah desea caer bien a los adultos. Pero cuando los mayores tratan de que hable mediante hacerle preguntas, se siente tan incómoda al responder, que corta por completo toda posible conversación.

La persona que sabe conversar cómodamente con otros suele granjearse simpatías. Pero, ¿te sientes incómodo o violento cuando tratas de conversar? ¿Te quedas sin nada que decir? O peor aún, ¿aburres a los demás debido a que siempre enfocas la conversación en ti? Si ese es el caso, cultiva el arte de la buena conversación.

Empieza cultivando la habilidad de hablar sobre diversos temas. Por ejemplo: procura estar al corriente de los sucesos de la actualidad. Si te resulta difícil encontrar tiempo para leer el periódico, Dorothy Sarnoff, consejera en este campo, sugiere que “mientras te vistes, escuches por la televisión o la radio algún programa de noticias y te quedes con algunos detalles que puedan contribuir a conversaciones interesantes”. Otra manera de aumentar y mantener al día tu abastecimiento de temas de conversación es leer regularmente la revista ¡Despertad!

Un detalle más que contribuye a dominar este arte es aprender a mantener una conversación. Por ejemplo: alguien te pregunta si te lo pasaste bien el fin de semana. No pongas fin al diálogo limitándote a responder con un escueto “sí”. Explica qué hiciste durante el fin de semana y por qué te lo pasaste bien. Sigue un poco más con la conversación por medio de preguntar qué tal le fue a la otra persona.

¿Qué sucede si no sabes nada, o sabes muy poco, del asunto sobre el que se conversa? O supongamos que sencillamente se trate de un tema que no te interesa. La Biblia nos insta a ‘vigilar con interés personal los asuntos de los demás’. (Filipenses 2:4.) Así que procura hacer preguntas. Te granjearás simpatías si los demás ven que quieres hablar de lo que a ellos les interesa.

Demuestra buenos modales en tus conversaciones. No alejes a los demás por siempre querer hablar tú o siempre estar a la que salta cuando no concuerdas con lo que dicen. (Compárese con Tito 3:2.) Ese es un comportamiento molesto que ofende a la gente. Deja que los demás se expresen. Busca puntos en los que se pueda concordar y trata de concentrarte en ellos. Si piensas que tienes el deber de expresar que no estás de acuerdo con algún punto importante, hazlo con “genio apacible y profundo respeto” hacia las opiniones de la otra persona. (1 Pedro 3:15.)

Aprende a dar y a recibir

Los favores útiles, las palabras sinceras de aprecio y las observaciones animadoras demuestran a los que te rodean que piensas en ellos y que no los das por sentados. Esto te ayudará mucho a granjearte las simpatías de otros. Es tal como lo expresa el proverbio: “El que liberalmente riega a otros, él mismo también será liberalmente regado”. (Proverbios 11:25.) El apóstol Pablo siguió este principio. Lee el relato bíblico registrado en Hechos 20:31-38 y fíjate de qué modo tan altruista se desvivió Pablo por ayudar a sus compañeros de Éfeso. ¿En qué resultó su esfuerzo? Los cristianos de Éfeso se encariñaron tanto con Pablo, que cuando supieron que partía, “prorrumpió gran llanto entre todos ellos, y se echaron sobre el cuello de Pablo y lo besaron tiernamente”. (Hechos 20:37.)

¿Das tú también de ti mismo: de tu tiempo y energías? ¿Das ánimo, apoyo y ayuda a otros? Si así es, seguro que la gente te querrá. Jesús dijo: “Practiquen el dar, y se les dará”. (Lucas 6:38.)

Por otra parte, ¿cómo deberías reaccionar cuando otros, a su vez, quieren hacer algo por ti? Hay quienes, quizás abochornados por la atención que se les presta, rechazan tales ofrecimientos. Sin embargo, el aceptar con gusto lo que hagan por ti es una forma de dejar que los demás se te acerquen. (Colosenses 3:15.) En una ocasión, Jesucristo aceptó aceite perfumado de alguien que probablemente tuvo que pagar por él casi todo el salario de un año de trabajo. (Juan 12:3-6.) Recuerda que otras personas también quieren experimentar el gozo de dar. Demuestra tu agradecimiento por sus gestos de amistad, y te apreciarán por ello.

Corre el riesgo

Hay que admitir que abrirse y demostrar un verdadero interés en otros es un poco arriesgado, especialmente al principio. Tal vez temas que otros vean tus esfuerzos como una debilidad por tu parte o que algunos quizás te critiquen por tratar de ser cordial. Así es como se sentía un joven llamado Glen. Debido a ello, solía ser reservado y distante cuando hablaba con otros. Pero pronto se dio cuenta de que, aunque si se aislaba, se protegía de posibles ataques, con esa actitud tampoco conseguía amigos. Por lo tanto, empezó a expresarse un poco más, a mostrar interés en la gente. Él cuenta: “Al principio me salía un poco forzado, pero con el tiempo, me fue resultando más fácil”. Ahora Glen disfruta de una relación mucho mejor con sus amigos.

Por supuesto, habrá quienes quizás no aprecien tus esfuerzos por ser afable. Pero si alguien te desprecia o se burla de ti, es él quien tiene un problema, no tú. Habrá otros muchos que sí responderán a tus esfuerzos. De modo que no temas enfrentarte a los riesgos que conlleva el interesarse en otros.

El rey Salomón dijo que “de todo esfuerzo se saca provecho”. (Proverbios 14:23, Versión Popular.) Sí, es esencial hacer un esfuerzo concienzudo para conseguir resultados. De modo que practica y refina tus habilidades para disfrutar de buenas relaciones con otros. Cultiva buenos modales y hábitos de conversar corteses y muestra un interés sincero en el bienestar de otros. Como el joven Samuel de tiempos bíblicos, seguro que te irás haciendo “más agradable, tanto desde el punto de vista de Jehová como del de los hombres”. (1 Samuel 2:26.)

[Nota a pie de página]

a Véase el artículo “¿Cómo puedo desarrollar amor propio?”, que apareció en el número del 8 de octubre de 1983 de esta misma revista.

[Fotografía en la página 13]

Los que hacen cosas por otros suelen granjearse su simpatía

[Recuadro en la página 14]

Tu higiene personal y tu aspecto cuentan mucho

Un joven notó que sus compañeros le evitaban. ¿Les ofendía su personalidad? No, lo que sucedía es que descuidaba su higiene personal. Decidió prestar más atención a este asunto... y su círculo de amistades aumentó considerablemente. Esto no debería sorprenderte, pues tu higiene personal refleja en gran medida el grado de interés que muestras por los sentimientos de otros. En realidad, ¿quién quiere estar cerca de alguien que está sucio o que desprende malos olores?

También debes dar atención a tu vestimenta y apariencia personal. El autor Milo O. Frank dice: “A la larga, no importa mucho lo caras que sean tus prendas de vestir o cuán anticuadas o a la moda estén, siempre y cuando manifiesten que te interesas por tu aspecto. Cuando muestres el suficiente empeño por presentarte con la mejor apariencia posible, la gente se interesará por ti”.

Es cierto que habrá quienes te admirarán si tus ropas son desaliñadas o exageradas. Pero, ¿son esas las amistades que quieres atraer? Probablemente no. ¿No tiene más sentido que busques amigos que saquen a relucir lo mejor de ti y no lo peor? (Proverbios 13:20; 1 Corintios 15:33.) El que manifiestes modestia y pulcritud en tu aspecto físico te será de mucho provecho para que la gente te quiera. (1 Timoteo 2:9.)

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