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  • ¡Despertad! 1988
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¡Despertad! 1988
g88 22/12 págs. 3-5

¿Debería su Iglesia mezclarse en la política?

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Brasil

EL MUCHACHO es alto y delgado. Por lo que se ve, lleva algún tiempo sin darse un baño. Trabaja de limpiabotas, y está buscando algún cliente. En la sala de espera, alguien le ofrece un pastel hecho en casa que él agarra con avidez con unas manos visiblemente sucias. Sin pronunciar palabra, se sienta en el suelo y comienza a devorarlo. Pronto aparecen otros chicos, y cada uno recibe un trocito. Poco tiempo después, el pastel ha desaparecido.

Escenas lamentables como esta son comunes en cualquier ciudad grande del mundo. En sus calles viven y mueren diariamente un sinfín de personas sin hogar. En chabolas de barrios insalubres y hacinados, muchas madres luchan por alimentar a sus hijitos, y hasta pasan hambre por esta causa. Sin embargo, como dijo en cierta ocasión Lyndon B. Johnson, ex presidente de Estados Unidos, “los cálculos de la política moderna hacen que resulte tentador pasar por alto a los muy pobres debido a que son una minoría que no puede expresarse”.

Al mismo tiempo, el ver a niños con el estómago vacío impele a preguntarse: “¿Qué les pasará a todos los niños abandonados? ¿Recibirán ayuda algún día los afligidos?”.

¿Cuál es el papel de la Iglesia?

No hay duda de que usted se preocupa por cuestiones como la pobreza, la vivienda y la salud. Por eso, ¿se ha preguntado alguna vez si su Iglesia debería participar activamente en las reformas sociales?

Quizás se sienta inclinado a responder: “¿Por qué no? La Iglesia debería utilizar su influencia para hacer del mundo un lugar mejor”. O, por el contrario, ¿opina usted como el ministro de Justicia de Brasil, Paulo Brossard, quien dijo: “Los asuntos seglares los resuelve el estado, y los espirituales, la Iglesia”?

En Brasil, el país que cuenta con mayor número de católicos nominales, los obispos ahora hablan libremente de cuestiones sociales. Por ejemplo: el periódico Latin America Daily Post comenta: “La Iglesia brasileña se está convirtiendo cada vez más en una defensora de la causa de los oprimidos que no tienen tierras, un viraje histórico desde los días en que la Iglesia daba más apoyo a la oligarquía [clase social dirigente]”.

Una nueva teología

Este viraje, o cambio, que se produce entre muchos miembros del clero católico ha resultado en una teología radicalmente nueva. Según un periódico brasileño, “la teología de la liberación tiene que ver con un movimiento muy extendido entre los sacerdotes brasileños que defiende el apoyo de la Iglesia a los elementos revolucionarios que tienen la finalidad de luchar contra la pobreza y la opresión”.

Esta teología alternativa propone que Jesús fue un libertador. Promueve la ‘creencia fundamental de que la principal misión del cristianismo implica movilizar políticamente a los pobres’. De modo que la teología de la liberación justifica la acción en un mundo donde a los pobres siempre se les ha animado a permanecer pasivos.

El activista Francis O’Gorman explica: “Tiene que producirse un cambio. Cuando dos terceras partes del mundo sufren pobreza porque se les niegan sus derechos, algo va mal en la sociedad. Disponemos de los recursos necesarios para alimentar a todo el mundo. Vemos a los ricos enriquecerse aún más mientras que los pobres cada vez se sumen más en la pobreza”.

Está dividiendo a la Iglesia

La teología de la liberación está dividiendo a la iglesia católica de una forma drástica. Por ejemplo: el papa Juan Pablo II ha censurado el compromiso de los sacerdotes con dicha teología. Él dijo: “La idea de Cristo como figura política, como revolucionario, como hombre subversivo de Nazaret, no concuerda con el catecismo de la Iglesia”. En realidad, el Papa trata de frenar a los movimientos activistas, pues teme que la Iglesia de América Latina se esté dejando manipular por fuerzas radicales.

Recientemente, el Papa amonestó al teólogo brasileño Leonardo Boff por abogar en favor de la teología de la liberación. Es interesante el hecho de que los prelados católicos, como el Papa, no critican a los apoyadores de la teología de la liberación por mezclarse en la política, pues eso es precisamente lo que ha hecho la Iglesia en su larga historia. No, más bien, lo que les motiva a objetar es la similitud que existe entre la teología de la liberación y la ideología comunista.

El cardenal brasileño Vicente Scherer declaró que los comunistas “adoptan una táctica diferente a la utilizada en el pasado para infiltrarse y dominar. En lugar de utilizar métodos brutales, [...] tratan de atraer hacia su causa a ciertas facciones de la Iglesia, y, lamentablemente, han conseguido que esas facciones participen en promover la causa comunista”.

Boaventura Kloppenburg, obispo católico de Salvador (Brasil), dijo lo siguiente respecto a los defensores de la teología de la liberación: “Quieren hacer una nueva versión del Evangelio, una nueva interpretación de la doctrina y la historia, quieren conseguir una adaptación popular de la liturgia, quieren desbloquear las conciencias morales en el sentido de que la gente pueda cometer actos revolucionarios sin problemas”.

No es de extrañar que los católicos honrados encuentren difícil seguir a líderes eclesiásticos que discrepan tanto.

¿Tendrá éxito la teología de la liberación?

Aunque los defensores de la teología de la liberación sean bienintencionados, las reformas necesarias no se alcanzan fácilmente. Las complejidades de la sociedad humana y el egoísmo innato hacen patente que hasta si se consigue efectuar un cambio, los problemas no se resuelven. Como escribió Lord Halifax: “Cuando la gente lucha por su libertad, raramente consigue algo de su victoria, aparte de nuevos amos”.

Pregúntese: ¿Saben las personas que creen en tales movimientos, como la teología de la liberación, adónde se les está conduciendo? Jesús advirtió del peligro de andar a ciegas, al decir: “Por eso, si un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo”. (Mateo 15:14.)

De modo que, ¿está usted seguro de tener un cuadro real de la difícil situación que atraviesan los pobres del Tercer Mundo y de cómo se puede resolver? ¿Ve Dios los problemas de la pobreza y la opresión, y piensa hacer algo al respecto?

[Comentario en la página 4]

“Cuando la gente lucha por su libertad, raramente consigue algo de su victoria, aparte de nuevos amos”

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