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g89 22/9 págs. 8-11

Marea negra. Su efecto en los animales

LA CANTIDAD de bajas en la fauna que la marea negra causó en los primeros meses fue enorme. Un despacho especial de Alaska al New York Times dijo: “Se ven las víctimas desde las islas cercanas a Valdez, donde miles de focas paren a sus crías en playas contaminadas, hasta las zonas lejanas del Parque Nacional de Katmai, en la península de Alaska, a 500 kilómetros al sudoeste de aquí, donde las águilas de cabeza blanca, los osos pardos y los leones marinos se enfrentan a un hábitat tóxico. Los daños ecológicos que la marea negra ha causado hasta ahora afectan a más de 20.000 aves de 30 diferentes especies, 700 nutrias marinas y 20 águilas de cabeza blanca”. Según los biólogos que llevan a cabo el recuento, las cifras verdaderas tal vez sean cinco veces mayores, ya que jamás se encontrará a muchas de las víctimas.

En el Parque Nacional de Katmai vive la mayor concentración de osos pardos del mundo. Las autoridades temen por estos animales, algunos de los cuales miden 3 metros de altura y pesan 540 kilogramos. Han estado merodeando por las playas y comiendo aves y peces contaminados de petróleo. “¿Qué les sucederá a estos animales al introducirse el petróleo en su cadena alimentaria?”, se preguntan las autoridades. Las águilas que se alimentan de los peces y aves muertos perecen, por lo que se supone que “cuando el petróleo tóxico se acumule en sus sistemas”, algunos osos también morirán.

En el Parque Nacional Kenai Fjords existen preocupaciones similares, pues el petróleo ha arruinado el 90% de sus 390 kilómetros de litoral oriental. Un biólogo estatal asignado a esa zona dijo: “En estos momentos todavía encuentro nutrias marinas muertas en la playa. Las águilas de cabeza blanca se las comen, así que también me encuentro águilas muertas. Y aquí estoy yo, un científico doctorado en Filosofía que cuando ve a esas aves recubiertas de petróleo tratar de alzar el vuelo, comienza a llorar”.

Es posible que centenares de otras personas también lloren y miles compartan sus sentimientos. Hay quienes manifiestan su interés esforzándose por limpiar el petróleo de las aves y nutrias, aunque muchos de esos animales mueren de todas formas. Es una tarea angustiosa para los que se preocupan por la conservación de la fauna.

Se calculaba que en el golfo del Príncipe Guillermo había entre 10.000 y 15.000 nutrias marinas. Un biólogo temía que se encaraban a una total extinción, y otro concordaba en que “serían totalmente eliminadas”. Es posible que estos cálculos hayan resultado demasiado pesimistas; otros estiman que se perderá una tercera parte de ellas, una cifra que ya es preocupante. Las nutrias todavía abundan en algunos lugares a los que no ha llegado el petróleo, pero en las zonas contaminadas apenas se ven unas pocas. En realidad, nadie sabe cuántos miles de nutrias marinas han perecido, porque cuando mueren por causa de la marea negra, se hunden en el fondo. Por eso no es posible hacer ningún recuento, solo cálculos basados en que cada vez se ven menos.

La mayoría de las personas se conmueven ante la muerte de miles de aves y animales a causa de las mareas negras, pero pocos piensan en las víctimas pequeñas y microscópicas, que ascienden a millones, hasta a billones. Estas también son importantes y el Creador no las pasa por alto. “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones. En cuanto a este mar, tan grande y ancho, allí hay cosas movientes sin número, criaturas vivientes, pequeñas así como grandes.” (Salmo 104:24, 25.)

Con el tiempo, el cieno aceitoso dispersado en el agua se hunde en el fondo. Allí envenena a los microorganismos y al zooplancton, el primer eslabón en la cadena alimentaria de una abundante variedad de animales. De modo que las sustancias químicas tóxicas ascienden los peldaños de la vida, hasta que por fin llegan al mismo hombre.

El hombre no está por encima de todo esto. Es parte de ello y es el encargado de cuidarlo, un encargo que le dio Dios, su Creador. Jehová le dijo al primer hombre que tuviera “dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven sobre la tierra”. El hombre estaba hecho a la imagen de Dios, tenía Sus atributos: sabiduría, poder, justicia y amor, cualidades que le capacitaban para ejercer dominio amoroso sobre la Tierra y sobre sus plantas y animales. La Tierra y toda su riqueza fueron puestas a su cargo, no para que las explotase y arruinase, sino para que las cuidase y protegiese. (Génesis 1:26-28; 2:15, Versión Moderna.) Jehová Dios se interesa por Su creación, ¿nos interesamos también nosotros? Deberíamos hacerlo, pues Él declara que causará “la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.)

[Fotografías en las páginas 8, 9]

Esquina superior izquierda: cría de foca común de tres días

Izquierda: colimbo de Adams

[Reconocimiento]

Anchorage Times photo/Al Grillo

Abajo: leones marinos

Golfo del Príncipe Guillermo

[Recuadro/Fotografía en la página 10]

El interés de Dios en los animales

Dios se interesa en ellos:

“Gorriones [...], ni uno de ellos cae a tierra sin el conocimiento de su Padre.” (Mateo 10:29.)

Exige que se les muestre consideración:

‘Trabaja seis días, en el séptimo desiste, para que descansen tu toro y tu asno.’ (Éxodo 23:12.)

“No debes poner bozal al toro mientras está trillando.” (Deuteronomio 25:4.)

“No debes arar con un toro y un asno juntos.” (Deuteronomio 22:10.)

“Si vieras echado debajo de su carga el asno de alguien que te odia, [...] sin falta has de librarlo.” (Éxodo 23:5.)

“¿Quién de ustedes, si su [...] toro cae en un pozo, no lo saca inmediatamente en día de sábado?” (Lucas 14:5.)

Hace provisión para la supervivencia de las especies:

“En caso de que un nido de pájaro esté delante de ti [...], no debes llevarte la madre junto con los hijos.” (Deuteronomio 22:6.)

Les suministra alimento:

“El sábado de la tierra tiene que servirles de alimento a ustedes, [...] y a la bestia salvaje que está en tu tierra.” (Levítico 25:6, 7.)

“Abres tu mano... se satisfacen con cosas buenas.” (Salmo 104:28.)

“Observen atentamente las aves del cielo, [...] su Padre celestial las alimenta.” (Mateo 6:26.)

Les da la sabiduría necesaria para sobrevivir:

“Son instintivamente sabias: [...] En el verano preparan su alimento.” (Proverbios 30:24, 25.)

Exige que se les muestre el respeto apropiado:

“No debes cocer el cabrito en la leche de su madre.” (Éxodo 23:19.)

[Reconocimiento]

Anchorage Times photo/Al Grillo

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