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  • ¡Despertad! 1990
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g90 22/7 págs. 8-9

La adicción al crack. ¿Puede superarse?

NO CABE duda de que la adicción al crack ha alcanzado proporciones increíbles y que el problema sigue en aumento. La radio y la televisión hablan de ello. Los periódicos y las revistas lo publican en sus titulares. Las salas de urgencias de los hospitales y los centros de traumatología ven de cerca la violencia provocada por la droga. Las salas de maternidad están llenas de bebés enfermos por culpa de la drogadicción. Los almacenes de los hospitales se utilizan para “almacenar” bebés abandonados en lugar de materiales.

En los centros de desintoxicación y rehabilitación se administra tratamiento a niños que ni siquiera han llegado a la adolescencia. Los organismos dedicados a prestar servicios sociales piden fondos para luchar contra esta epidemia. Algunos drogadictos dicen que no pueden vencer su adicción y otros, que no quieren hacerlo. A estos últimos les espera sufrimiento, frustración, violencia y tal vez la muerte, pero para los primeros hay esperanza.

“Tan solo hace un año —informó The New York Times del 24 de agosto de 1989— muchos consideraban el crack como una droga relativamente nueva, de la que todavía se sabía poco, pero que poseía unas características especiales que producían una adicción casi imposible de superar.” Sin embargo, ese mismo periódico dijo que ahora los investigadores están descubriendo que la adicción al crack, bajo las condiciones propicias, puede ser tratada con éxito. “La adicción al crack puede tratarse”, dijo el doctor Herbert Kleber, auxiliar de William J. Bennett, director de la lucha contra la droga en Estados Unidos. Él comentó que la clave del éxito radica en que a los adictos se les dé cabida en las estructuras familiares y sociales donde posiblemente nunca la han tenido, y subrayó: “Es más cuestión de habilitación que de rehabilitación”.

Los investigadores se han dado cuenta de que el programa más eficaz para curar a los adictos al crack consta de tres etapas: desintoxicación, consejo y educación personal durante un período prolongado, y, lo más importante, apoyo en el ambiente apropiado. La desintoxicación, es decir, sacar de la droga al adicto, no es lo más difícil. Muchas veces ellos mismos lo logran por sí solos debido a las circunstancias. Por ejemplo, no disponer de dinero para comprar la droga puede ser, y con frecuencia es, una circunstancia que contribuye a la desintoxicación. Otra pudiera ser la de verse encarcelados en una institución penitenciaria donde no pueden acceder a la droga, o encontrarse internados en un hospital. Sin embargo, el verdadero problema radica en impedir que el adicto vuelva a consumir droga cuando la tiene disponible.

Aunque algunos adictos han conseguido desengancharse del crack mientras seguían algún programa especial de tratamiento, los especialistas en estos tipos de terapia recalcaron que la mayoría de los adictos no consiguen aguantar las primeras semanas. Por ejemplo, el doctor Charles P. O’Brien, psiquiatra de la universidad de Pensilvania, dijo que dos terceras partes de los adictos que se inscriben en su programa de tratamiento lo abandonan durante el primer mes. Otros programas incluso han tenido menos éxito.

El mal ambiente

“Posiblemente tengamos que sacarlos de sus comunidades —dijo un conocido director de un centro terapéutico—. Hay que sacar a los adictos del ambiente de las drogas. Ese ambiente es como un depósito de cadáveres.” Esta es, según los investigadores, la principal razón por la que la mayoría de los adictos que se han desintoxicado regresan a la droga que les esclavizó. La razón es obvia. ¿Acaso no son esos los alrededores que hicieron que tuvieran que ingresar en los centros terapéuticos? ¿No es ahí donde se podía conseguir crack en cada esquina y donde por la presión que otros —muchas veces su propia familia y mejores amigos— ejercieron en ellos dieron su primera chupada a la pipa de crack? ¿Quién hay allí ahora para animarlos a que continúen con el tratamiento y así consigan librarse de la droga para seguir con vida?

Según los programas que más éxito han tenido en este campo, uno de los principales factores por el que los adictos continúan consumiendo drogas es el mal ambiente. “Al paciente se le enseñaron estrategias para mantenerse alejado de la droga, hasta se le enseñó cómo evitar todo lo que provoca un fuerte anhelo por ella —informó The New York Times—. Una calle donde en un tiempo la persona había comprado crack, un frasco de crack vacío tirado en la acera, la consulta del dentista o el olor de algún producto farmacéutico que se parezca al olor químico del crack”, todas esas son cosas —dijo el periódico— que pueden provocar deseo por la droga. Esos programas también destacan la importancia de que los adictos “corten todos los lazos con amigos y parientes que siguen tomando drogas”, y les aconsejan que entablen nuevas amistades con personas que no se drogan. Ese es, desde luego, un buen consejo.

Es posible decir “no”

El libro Self-Destructive Behavior in Children and Adolescents (Comportamiento autodestructivo en niños y adolescentes) hace la siguiente observación: “La mayoría de las veces es algún amigo íntimo quien pone en contacto a los jóvenes con las diferentes drogas, o los engancha [...]. Quizás su única intención sea compartir una experiencia excitante y placentera”. Sin embargo, como pueden atestiguar adictos de más edad, los jóvenes no son los únicos a quienes sus amigos presionan para que tomen drogas. Del mismo modo, el siguiente consejo bíblico tampoco es exclusivamente para los jóvenes, sino que aplica a personas de todas las edades: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal”. (Proverbios 13:20.)

Si se siente agobiado con problemas que le parecen insuperables, no trate de evadirse tomando drogas, pues estas solo aumentarán sus problemas. Hable de ello con algún adulto responsable que se interese de corazón por su bien, o, si eres joven, con uno de tus padres. Recuerde también el consejo bíblico: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Filipenses 4:6, 7.)

[Recuadro en la página 9]

“Ice”, peor que el “crack”

“Los japoneses la llaman shabu y los coreanos, hiroppon. Para los drogadictos americanos que acaban de descubrir sus intensos coloques e infernales descuelgues, no es más que ice [hielo]”, dice la revista Newsweek respecto a esta droga procedente de Asia. El ice es una forma de metanfetamina, conocida también por el nombre de speed (velocidad), que se elabora en laboratorios a base de productos químicos, todos ellos asequibles. Así como el efecto del crack dura minutos, el del ice permanece durante horas, hasta veinticuatro. Los que consumen esa droga suelen volverse violentos, y su uso prolongado causa perjuicios psíquicos, además de trastornos pulmonares y renales que pueden llevar a la muerte. Newsweek dice que “los efectos del ice en los recién nacidos es alarmante”. Un investigador comenta: “Si usted pensaba que la dependencia a la cocaína era mala, eso no es nada en comparación con esta droga”. Cuesta más deshabituarse del ice que de la cocaína, y las alucinaciones que produce pueden ser igual de intensas después de dos años de tratamiento.

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