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¡Despertad! 1991
g91 8/2 págs. 5-7

Víctimas e infractores

EL ESCENARIO: DWI Victims Panel (grupo de víctimas de conductores borrachos) del condado de Genesee, en el norte del estado de Nueva York. La escena: Seis personas, unidas por el dolor que comparten, y con fotografías de sus seres queridos en las manos, participan en el penoso intento de hacer mella en los infractores convictos de conducir embriagados.

A continuación aparece un extracto de sus comentarios resumidos por ¡Despertad!

Las víctimas

Un padre: “Este es nuestro hijo Eric. Era un hijo ideal, siempre de buen humor y sonriente. Ahora soy un padre triste y apenado con un hijo de diecisiete años muerto. En un instante se acabaron nuestros sueños, nuestras esperanzas para el futuro, nuestro amor... lo mató un conductor borracho.

”Voy con mi esposa al cementerio. Es a lo único que nos podemos aferrar. Leemos las palabras de Eric grabadas en la lápida: ‘Los echaré de menos con todo mi corazón. Espero que no estemos muy lejos y si lo estamos lloraré, porque nunca quise decir adiós’. Nosotros tampoco queremos decirlo.”

Una viuda joven: “Esta es mi familia. Un joven de veintidós años salió de una recepción de bodas diciendo que no se sentía embriagado. Conducía su camioneta a gran velocidad por una carretera oscura y que no conocía; se acercó a una señal de peligro pero la pasó por alto; continuó y se pasó una señal de stop; luego se estrelló contra nosotros. Lo primero que recuerdo es que desperté con una dolorosa presión en el pecho. Me esforcé por abrir los ojos y pude ver a mi marido caído sobre el volante. Oí llorar a mi bebé y recuerdo que pregunté: ‘¿Qué ha pasado?’.

”Nadie contestó. Bill —mi marido—, de treinta y un años, mi hijo mayor, de seis años y mis dos gemelos, de cuatro, todos estaban muertos. La única esperanza que me quedaba era mi pequeñita de nueve meses que fue hospitalizada con una grave lesión en la cabeza.

”Un miércoles por la mañana, triste y húmedo, mientras guardaba cama en el hospital, enterraron a mi marido y a mis tres hijos. Pensé en los cuatro ataúdes, cuatro cuerpos destrozados, cuatro personas a las que nunca volvería a ver, oír ni tocar. ¿Qué iba a ser de mí?

”Mi hijita y yo nos vimos obligadas a empezar una nueva vida. Vendí mi casa porque me traía demasiados recuerdos. Me resulta difícil hacerme a la idea de que mi marido y tres preciosos muchachos estén en el cementerio. Todo el cuidado, la preocupación y el amor no fueron suficientes para protegerlos. Es imposible expresar con palabras el dolor, la frustración y la sensación de vacío que siento. ¡Vivieron tan poco tiempo!

”La persona que quitó la vida a mi familia no era un criminal endurecido ni un alcohólico o infractor reincidente, tan solo era una persona que había salido una noche con sus amigos. Este terrible precio lo estoy pagando porque alguien optó por beber y conducir. Que ni a ustedes ni a ninguno de sus seres queridos les suceda nunca esto.”

Una madre: “Mi hija se llamaba Rhonda Lynn. Iba a graduarse de la escuela secundaria el 21 de junio. El 10 de junio fue a la última clase para obtener el permiso de conducción. Ese mismo día dos individuos que habían bebido mucho en una fiesta tomaron la irresponsable decisión de conducir. En un breve instante hicieron que aquel fuese el último día de la vida de Rhonda, de su profesor de auto-escuela y de otros dos compañeros de clase.

”Aquella tarde recibí una llamada en la que me decían que Rhonda había sufrido un accidente. Lo único que pensé es que debía estar a su lado. Cuando llegué al hospital me dijeron que no entrase a verla. Pero tenía que estar segura y les dije que retirasen la sábana. Tenía la cara muy hinchada y llena de arañazos. Seguí mirando sus hermosos ojos y tocando su brazo, pero no conseguí que su magullado cuerpo volviese en sí. Todo lo que pude hacer fue acariciar su precioso cabello. No hubo respuesta: estaba muerta.

”Me tocó la desdichada tarea de comunicar su muerte a su padre y sus hermanos. Ahora, a causa de este terrible vacío, nuestra vida ya no es la misma. ¡Si tan solo pudiésemos abrazarla, tenerla otra vez más! La vida nunca volverá a ser igual. Lo único que nos ha quedado son los recuerdos.”

Un infractor

Un joven: “Mi historia es diferente de las que han oído hasta ahora. La mía comenzó hace veintitrés meses, pero lo recuerdo como si fuese ayer. Mi novia tenía un partido de bolos aquella noche y decidí beber un poco mientras la veía jugar. Me tomé cinco o seis vasos de cerveza en dos horas y media. Pensé que debía ser responsable y esperé una hora antes de ponerme a conducir hasta casa.

”A unos treinta minutos de allí había una ambulancia en la carretera y un hombre en medio de la calzada dirigiendo el tráfico. No vi al hombre hasta que fue demasiado tarde. Traté de desviarme y frené. Al romperse mi parabrisas me dije: ‘¡Que haya sido un ciervo o un perro!’. Pero sabía que no había sido así. Salí del automóvil y me incliné hacia él gritando: ‘¿Está usted bien? ¿Está usted bien?’, pero no me contestó. Recuerdo que me quedé mirando su rostro. Fue terrible.

”Unos policías de la guardia civil se acercaron y me interrogaron. Entonces me dijeron: ‘Está cooperando muy bien, pero camina y habla de manera extraña. ¿Ha estado bebiendo?’. Me llevaron al cuartel y me hicieron la prueba de alcoholemia. El resultado fue de 0,08 [una concentración de alcohol en la sangre que es ilegal en la mayor parte de Estados Unidos]. No podía creer que me estuviese sucediendo aquello. Siempre había pensado que a mí nunca me podría suceder algo semejante. Sin embargo, me enfrentaba a una acusación de homicidio por negligencia criminal, de DWAI [Driving While Ability Impaired (conducir con los reflejos afectados)].

”Me faltaba un mes para conseguir el título de maestro. Piensen en cómo considera la sociedad a los maestros. Espera que sean moralmente intachables. Había estado trabajando para alcanzarlo, y ahora lo veía todo perdido.

”Me sentenciaron a un año de libertad condicional, me retiraron el permiso de conducción por diecinueve meses, tuve que pagar una multa de 250 dólares, pasar un fin de semana en la cárcel, trabajar 600 horas prestando servicios a la comunidad y asistir a un curso de nueve semanas donde se aconsejaba sobre el alcohol. Sin embargo, lo peor de todo eran las noches que me despertaba temblando, con el rostro de aquel hombre grabado en la memoria. Y tuve que volver y encararme a todos mis amigos y familiares. Seguir viviendo era una lucha constante y no estaba seguro de que valiese la pena. Tenía que volver a dedicarme a la enseñanza y dar la cara a todos aquellos chicos. No podía evitar preguntarme cuántos de ellos sabrían lo que había hecho. Además, me embargaba el sentimiento de culpa y el remordimiento que sentía para con la familia de aquel hombre.

”La noche del accidente tuve que hacer la cosa más difícil de mi vida: llamar a mi madre y decirle ‘mamá, he matado a un hombre en un accidente. Necesito que me recojas y me lleves a casa’. Cuando llegó, nos abrazamos y lloramos. No quisiera que nadie, ni siquiera mi peor enemigo, tuviese que pasar por lo que yo he pasado. Las personas que conducen embriagadas constituyen un problema que yo quiero ayudar a solucionar. Cuando salgan de esta reunión, háganlo acordándose de nosotros. No nos olviden nunca.”

Las últimas declaraciones

Patricia Johnston, coordinadora de este grupo de víctimas, concluyó con su trágica experiencia personal sobre el accidente mortal de su padre alcohólico. Ella dijo: “Si pudiese embotellar el dolor provocado por el alcohol y que de esa botella se sirviese ‘la última copita’, nunca más sería necesario otro programa como este”.

Como conclusión, el moderador dijo si había alguna pregunta. Nadie formuló ninguna, pero muchos dijeron con lágrimas en los ojos: “Nunca volveré a conducir embriagado”.

Solo el tiempo dirá si esos grupos consiguen que disminuya la proporción de infractores detenidos que regresan a la carretera y conducen borrachos. Pero lo que hace que las proporciones de ese problema sean tan alarmantes es la enorme cantidad de personas, millones de ellas, que salen a la carretera con los reflejos afectados y no son aprehendidas.

Recientemente, unos informes del Bureau of Justice Statistics of the U.S. Department of Justice indicaron que en uno de los últimos años casi dos millones de personas fueron detenidas por DUI (Driving Under the Influence [Conducir bajo la influencia del alcohol]). No obstante, los datos también indicaron que por cada detención que se realiza por DWI (Driving While Intoxicated [Conducir en estado de embriaguez]), es posible que pasen inadvertidos hasta dos mil infractores más, en zonas por las que no se patrulla, conductores que en cualquier momento pueden provocar un accidente.

¿Qué ha dado origen al ambiente que promueve tal conducta letal e irresponsable? ¿A qué se debe que la guerra contra el binomio alcohol y carretera siga librándose pero no se gane? Veamos algunas respuestas.

[Fotografía en la página 7]

Representación de un infractor frente a un grupo de víctimas

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