Una velada en un hogar japonés
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Japón
¿LE GUSTA conocer a gente diferente, aprender sobre sus costumbres y ver cómo viven? Entonces, acompáñeme, porque una familia japonesa nos ha invitado a cenar. Por el camino trataré de explicarle un poco acerca de lo que podemos esperar.
Pero primero, vamos a escoger un regalito; es la costumbre. Una caja de wagashi (repostería japonesa) o senbei (galletas de arroz) estará bien. Sin embargo, como es verano, sería mejor que llevásemos una bonita cesta de fruta. La podemos comprar en el puesto de la fruta, ya preparada con ese propósito en una cesta de mimbre, con papel de envolver y cinta.
A nuestra llegada
Toda la familia está en la entrada de la casa para recibirnos. La excitación de los pequeños nos indica que es una ocasión especial para la familia. ¡Mire! Han colocado las zapatillas en el umbral de la puerta, una típica señal japonesa de bienvenida. Los japoneses no andan en casa con el calzado de la calle, lo que además de ser una buena medida higiénica evita que se estropeen las espesas y delicadas esteras de paja (tatami) que cubren el suelo de la mayoría de las casas.
Así que dejamos nuestros zapatos aquí en el genkan (pórtico) antes de entrar en la casa. ¿Ha visto? La abuelita ya está dando la vuelta a nuestros zapatos y los alinea para cuando nos marchemos. Tampoco es extraño que los limpien o quiten el polvo, si es necesario, antes de que se vayan los invitados.
“¿Primero se sirve el postre?”
Esta es la reacción típica de la mayoría de los extranjeros cuando ven el té y los dulces que se sirven antes de la cena. Se trata de unos bocados gelatinosos de color marrón, con aspecto parecido al dulce de chocolate, que se hacen con alubias endulzadas y reciben el nombre de yōkan. Con o-cha (té verde) están deliciosos.
Pero antes de comer los yōkan y beber el té, refrésquese con la toalla de manos húmeda y fresca que le entrega la anfitriona. Se llama o-shibori, literalmente “exprimido”. En invierno, a los invitados les ofrecen toallas calientes.
Fíjese en el jardín y el estanque con peces tan hermosos que se ven por las ventanas correderas de cristal. Casi todos los hogares japoneses tienen algún tipo de jardín, sin importar que los dueños sean ricos o pobres. Muchos japoneses se gastan en el jardín hasta la mitad de lo que les ha costado una casa nueva.
Las rocas, los pinos enanos y otras plantas están dispuestos de manera que el jardín parece una escena de montaña en miniatura. La cascada y el estanque de aguas quietas lleno de grandes carpas de vivos colores están diseñados para ayudarle a relajarse y hacerle más agradable la velada. Por lo general, el anfitrión les enseña a los visitantes el resto del jardín más tarde.
Nos encontramos en una habitación especial, la o-kyakuma o habitación de invitados. ¿Ve esa oquedad a cierta altura en la pared? Se llama tokonoma. En el pasado, guardaba el escudo de armas del samurai (guerrero japonés) y el altar budista familiar. Hoy día cumple un fin decorativo y en él se exponen jarrones apreciados, rollos colgantes y otras reliquias familiares.
Puesto que usted es el invitado de honor, sin duda le darán el asiento más cercano al tokonoma. Fíjese en el poste tallado con tanta pericia junto al tokonoma. Se le denomina tokobashira y está hecho de madera de sándalo o ébano que después se pule y laquea de modo que resalte la veta y la belleza natural de la madera. El precio de un solo poste puede ascender a más de mil dólares.
La cena está preparada
Nuestra anfitriona acaba de anunciar que la cena estará lista en seguida. Pero le pregunta si primero le gustaría tomar un baño. No es que ella piense que a usted le hace falta, lo que ocurre es que para los japoneses no hay nada más refrescante que un baño antes de la cena. Por lo general, al invitado se le concede el privilegio de bañarse el primero. ¿No le apetece tomar un baño antes de cenar? De acuerdo, pero por lo menos eche un vistazo al o-furo o cuarto de baño.
Aunque todavía quedan casas de baños, la mayoría de los hogares japoneses hoy disponen de su propio o-furo. Consiste en una bañera honda de madera, baldosas o plástico, con una instalación para quemar leña o propano que eleva la temperatura del agua hasta unos 40 °C.
El baño japonés difiere del occidental en que uno se lava con jabón y se enjuaga antes de meterse en el agua caliente de la bañera. De este modo toda la familia se baña en la misma agua, tan solo la calientan un poco antes de cada uso. La bañera es tan profunda que cuando uno se sienta, el agua caliente le llega a la altura del cuello. Es muy relajante, e imperativo antes de acostarse en una fría noche de invierno.
Un auténtico banquete
Nuestro anfitrión nos llama y nos dice que ya se ha servido la comida, o mejor dicho, el banquete. ¿Ha visto cuántos manjares hay sobre la mesa? ¡Qué presentación tan exquisita y atractiva! En Japón la comida es una obra de arte, donde el efecto visual es casi tan importante como el aroma y el sabor. Esos apetitosos bocados dispuestos en forma de ramillete sobre la bandeja negra laqueada constituyen el sushi, manjar japonés predilecto. Cada unidad es un montón de arroz con algo de azúcar y vinagre, moldeado cuidadosamente y cubierto con un trozo de atún crudo blanco o rojo, o bien con otros manjares extraídos del mar.
Otro plato que se ha preparado es tai asado, un pescado rojo de la familia de los lutiánidos, presentado con esmero en el plato en forma de media luna, con la cabeza y la cola intactas. La sopa, que se sirve muy caliente, está hecha con un caldo de algas marinas y cubitos de tōfu blando. Y, por supuesto, hay arroz en abundancia para todos los comensales. Tampoco falta en la mesa una ensalada verde y, para rematar el menú, fruta preparada al estilo japonés. ¡Vaya festín!
Conversación cortés
A la comida le sigue el té verde, para acompañar la conversación. ¿De qué se debe hablar? Los japoneses sienten un gran interés por usted y su país. También quieren saber qué opina sobre ellos, su país, la cena que ha tomado y la comida japonesa en general. Se sienten muy complacidos si muestra interés en cosas japonesas y aprende unas cuantas palabras en su idioma.
Es posible que la anfitriona diga ahora: “O-kuchi ni awanakute gomen nasai”, que significa: “Siento que la cena no haya sido de su agrado”. Lo que quiere en realidad es una confirmación de que le ha gustado la comida. Así pues, replíquele: “¡Oishikatta desu!” (¡Estaba deliciosa!). Otro invitado quizás pudiera añadir el cumplido: “Gochiso samadeshita”, que significa literalmente: “Gracias por correr tanto [entre la cocina y el comedor] para servirnos”.
A un occidental seguramente le parecerá que los japoneses hablan en términos muy vagos sobre ellos mismos y que son renuentes a abordar ciertos temas. Por ejemplo, si le pregunta a la esposa cómo conoció a su marido, es posible que reciba una tímida risita como única respuesta. O quizás le llame la atención un hermoso jarrón y pregunte cuánto costó. Probablemente le contestarán: “Chotto takakatta desu” (Fue un poco caro). ¿Una respuesta vaga? Tal vez. Pero así conciben los japoneses la conversación educada. De modo que tendremos que procurar no tomarnos demasiadas confianzas ni ser indiscretos al hablar y preguntar.
Una velada encantadora
Antes de que nos demos cuenta, llega la hora de dejar a nuestros afables anfitriones. Mientras nos ponemos los zapatos en el pórtico, el ama de casa y su madre, de rodillas y con las manos en el suelo, inclinan la cabeza con reverencia ante nosotros. También insisten en que nos llevemos a casa algo de la comida que ha sobrado en un furoshiki, o pañuelo de cabeza, grande y de colores brillantes. El paquete incluye, asimismo, un regalito para cada uno de nosotros.
Cuando toda la familia sale para el sayonara final, quizás esté pensando lo mismo que yo: ‘¡Qué velada tan agradable!’. Piense en el tiempo y el trabajo invertidos en preparar la comida. Como invitados, se nos ha dado un trato especial, se nos ha hecho sentir como si estuviéramos realmente en nuestra casa. ¡Qué atentos son! Su satisfacción, sin duda, proviene de saber que nos han hecho muy felices.
¿Verdad que se alegra de haberme acompañado en esta visita? Ahora quizás piense que conoce a los japoneses un poco mejor. En ese caso, tendrá que regresar pronto para aprender un poco más sobre este singular país y sus hospitalarios habitantes.