¿Una nueva era para judíos y cristianos?
“La persecución acabará cuando el Papa entre en la sinagoga.” (Proverbio judío.)
EL 13 de abril de 1986 el papa Juan Pablo II se convirtió en el primer pontífice romano del que consta que haya entrado en un lugar de adoración judío. Al son de un aplauso estruendoso, el Papa reafirmó que la Iglesia católica “deplora el odio, las persecuciones y las manifestaciones de antisemitismo dirigidos contra los judíos en cualquier época y por parte de cualquiera”. Dijo que su ‘visita tenía el propósito de vencer viejos prejuicios y garantizar un reconocimiento más pleno del patrimonio espiritual común que existe entre judíos y cristianos’.
En los últimos años otras religiones de la cristiandad también han procurado cerrar la antigua brecha que los separaba de los judíos. En junio de 1987 las iglesias presbiterianas de Estados Unidos publicaron un documento en el que se condolían por la larga implicación de la Iglesia en “actitudes y acciones antijudías”. Casi a continuación, la Iglesia Unida de Cristo promulgó su propia resolución, donde se declaraba que “el judaísmo no ha sido reemplazado por el cristianismo” y que “el pacto de Dios con el pueblo judío no se ha abolido”.
La cristiandad y el Holocausto
¿Qué hay detrás de estos admirables esfuerzos? Nada menos que un intento por parte de la cristiandad de distanciarse del Holocausto nazi. Durante los primeros años que siguieron a la II Guerra Mundial, la mayoría de los líderes eclesiásticos trataron de pasar por alto el hecho de que personas que profesaban ser cristianas habían perpetrado los terrores del Holocausto. Pero el pueblo judío no olvidó esta grave realidad.
Con el transcurso de los años, los supervivientes del Holocausto empezaron a hablar abiertamente de lo sucedido. Libros, revistas y películas informaron al mundo de los terrores de los campos de concentración. Además, la lucha del Estado de Israel por sobrevivir hizo que la atención mundial se centrara en el pueblo judío. Como consecuencia, la cristiandad se ha convertido cada vez más en objeto de críticas. Como escribió G. Peter Fleck en la revista The Christian Century: “Algo va muy mal en [...] una religión y una civilización que pudo producir y tolerar semejante abominación [como el Holocausto]. Y algo debe ir mal en una Iglesia que guardó un silencio y una pasividad casi absolutos durante el horror”.
Los líderes judíos concuerdan con esa opinión. El rabino Stuart E. Rosenberg preguntó por qué, después de la II Guerra Mundial, ‘tan pocas iglesias o tan pocos de sus líderes vieron una relación entre la larga y continua historia del antisemitismo cristiano y el resultado final del nazismo: el asesinato deliberado de una tercera parte del pueblo judío’. En su libro comentó que muchos miembros de las iglesias “cerraron los ojos o, aún peor, aceptaron tranquilamente la muerte de los seis millones [de judíos] en la Europa de Hitler como sentencia divina porque ‘los judíos rechazaron a Jesús’”. (The Christian Problem [El problema cristiano].)
Asimismo, Elie Wiesel declara en su libro A Jew Today (Un judío de hoy): “¿Cómo puede explicarse que la Iglesia jamás excomulgara ni a Hitler ni a Himmler, que Pío XII nunca viera necesario —por no decir indispensable— condenar Auschwitz y Treblinka, que una gran proporción de los miembros de las S.S. fuesen creyentes y permaneciesen fieles a sus lazos cristianos hasta el fin, que hubiese asesinos que practicasen [el sacramento de] la confesión entre una masacre y otra y que todos ellos procediesen de familias cristianas y hubiesen recibido una educación cristiana?”.
No es de extrañar entonces que los líderes eclesiásticos se hayan visto obligados a reconsiderar su posición respecto al judaísmo. Por consiguiente, en la cristiandad está surgiendo una nueva teología en la que ya no se habla de los judíos como ‘asesinos de Cristo’ ni como ‘un pueblo maldito’ sino que se les otorga reconocimiento y dignidad. Hasta se habla de que el cristianismo y el judaísmo pueden ser ‘diferentes caminos que conduzcan a Dios’.
¿Comienza una ‘nueva era’?
Hay quienes han aclamado estos cambios como el comienzo de “una era totalmente nueva en las relaciones” entre los judíos y los cristianos. El rabino Leon Klenicki incluso ha llegado a decir que ahora los judíos deberían “pensar en el significado de Jesús y la misión del cristianismo como una vía de acercamiento de la humanidad a Dios”. Y añadió: “Quizás lo que Dios pide es que empiece a haber una cooperación”. (The New York Times, 24 de julio de 1988.)
Pero no todos son tan optimistas. Ciertos teólogos evangélicos de la cristiandad consideran este nuevo punto de vista liberal del judaísmo como una señal de abandono de la doctrina cristiana fundamental. Muchos líderes judíos también son escépticos en cuanto a las nuevas proposiciones de paz, pues las consideran vagas y contradictorias o tan solo las ven como una nueva fachada para la antigua táctica de tratar de convertir a los judíos.
A fin de que se produzca un verdadero acuerdo, los líderes judíos creen que la cristiandad debe renunciar sin ambages a su antiguo proceder de antisemitismo, incluido el papel que desempeñó en el Holocausto. Exigen que los líderes eclesiásticos descarten la idea de que los judíos son responsables de la muerte de Jesús. Quieren que se reconozca al judaísmo como un medio válido de salvación, no un mero preámbulo del cristianismo. Quieren que la cristiandad abandone por completo todos sus esfuerzos por convertir a los judíos. Y por último, muchos exigen que la cristiandad otorgue pleno reconocimiento y apoyo al Estado de Israel.
No obstante, como se indicará en el siguiente artículo, aunque se diesen todos esos importantes pasos, aún así existiría una profunda brecha.
[Fotografía en la página 4]
La cristiandad no puede negar el papel que desempeñó en el Holocausto
[Reconocimiento]
Bundesarchiv Koblenz