Un trastorno mandibular: el gran impostor
LARRY pensaba que se estaba volviendo loco. Llevaba siete meses oyendo fuertes zumbidos. Acudió a un médico internista y a un especialista del oído. Ninguno descubrió la causa de su problema.
Robert gastó más de 3.000 dólares (E.U.A.) tratando de curar sus terribles dolores de cabeza. “Acudí a especialistas, a hospitales de todas partes [...], me sometí a todo tipo de pruebas”, dijo. Los médicos le recetaron medicamentos para calmar el dolor y relajar los músculos, pero los dolores de cabeza continuaron.
Pauline llevaba años padeciendo un continuo dolor de muelas. Como su dentista no le encontraba ningún problema en la dentadura, la mandó a un médico. El médico la volvió a enviar al dentista, quien le extrajo un diente. Sosteniendo el diente bajo la luz con las tenazas, el dentista dijo: “Este diente está totalmente sano”. Cuando se pasaron los efectos de la anestesia, el dolor reapareció.
Aunque los síntomas de estas tres personas diferían, padecían el mismo trastorno, uno que afecta a más de diez millones de personas tan solo en Estados Unidos. Como los síntomas son parecidos a los de otras enfermedades, se le ha llamado “el gran impostor”. Muchas de sus víctimas no saben que lo padecen, y la mayoría puede que ni siquiera hayan oído hablar de él.
Se denomina síndrome de la ATM (articulación temporomandibular).a Además de los problemas mencionados, el síndrome de la ATM también puede producir dolores en los músculos mandibulares, en el rostro, en el cuello y los hombros, en los ojos y en los senos maxilares, puede ocasionar mareos y hasta pérdida parcial del oído. Debido a esta gran variedad de síntomas, muchas veces el síndrome de la ATM recibe un diagnóstico equivocado o no se diagnostica en absoluto. Como resultado, muchas personas van de médico en médico y de especialista en especialista, sin encontrar remedio para sus dolores. Algunos, desesperados, acuden a psiquiatras, y otros se toman grandes cantidades de calmantes. Pero es mucho mejor pedir hora a un buen dentista. Posiblemente él pueda aliviarle, y con frecuencia de una forma indolora y permanente.
Se desenmascara al impostor
Considere la naturaleza de este trastorno. Las articulaciones temporomandibulares (todos tenemos dos) conectan el maxilar inferior, o mandíbula, con el cráneo. Estas articulaciones nos permiten mover la mandíbula hacia arriba y hacia abajo, hacia adentro y hacia afuera, e incluso hacia los lados. Siempre que hablamos, masticamos, bostezamos, tragamos o sonreímos empleamos estas articulaciones. Las articulaciones temporomandibulares funcionan junto con un sistema complejo y estrechamente vinculado de ligamentos, huesos, músculos, nervios y vasos sanguíneos. En la mayoría de las personas, todos trabajan en armonía y no causan ningún problema.
Pero si la mandíbula está desequilibrada, puede ocasionar un dolor insoportable. La situación es como obligar a un hombre que mide un metro ochenta a permanecer de pie en una habitación que solo tenga un metro setenta y cinco de altura. Quizás se pueda quedar un poco encogido durante un rato sin sentirse incómodo, pero con el tiempo el dolor puede convertirse poco a poco en una verdadera tortura. De manera similar, cuando la mandíbula no puede mantener su posición esquelética adecuada, los músculos tienen que sostenerla de continuo. Las consecuencias son las mismas que con el hombre alto y el techo bajo: dolor.
La American Equilibration Society dice que cuando las articulaciones temporomandibulares están desalineadas, pueden producir “la peor clase de tensión física, pues el cuerpo no tiene manera de hallar alivio”. A diferencia de lo que sucede con un miembro lesionado, que puede dejarse en reposo, las articulaciones mandibulares y sus correspondientes músculos están activos todo el tiempo, día y noche.
Respecto a las consecuencias de una tensión constante sobre estas articulaciones y músculos en particular, el dentista neoyorquino Harold Gelb, autoridad en problemas de la ATM, escribe: “La tensión hace que los músculos de la cabeza, el cuello y los hombros, que ya están tensos, se contraigan. Por esta razón, la circulación sanguínea en estos músculos queda limitada, y en las zonas donde la circulación es más deficiente aumentan los desechos metabólicos, que forman dentro del tejido unos puntos activadores del dolor. Estos puntos pueden transmitir el dolor a cualquier parte del cuerpo; por ejemplo, un punto activador del dolor ubicado en el hombro puede provocar un dolor intenso en el costado de la cabeza y simular una migraña. [...] Debido a que la mayor parte de la tensión provocada por el desequilibrio de la mandíbula se centra alrededor de los tejidos de la cabeza, el cuello y los hombros, la mayoría de los síntomas se perciben en esa región”.
¿Cuál es la causa?
Pero ¿cómo empiezan a desequilibrarse estas articulaciones? A veces se debe a haber recibido un golpe en la cabeza, el cuello o la mandíbula. También pueden influir los hábitos incorrectos de masticar y tragar. Pero la causa más común es la maloclusión, es decir, una condición en la que los dientes de ambos maxilares no hacen buen contacto al cerrar la boca.
De todas formas, el desequilibrio de las articulaciones temporomandibulares muchas veces se agrava por hábitos perjudiciales como el de hacer rechinar los dientes, apretar una pipa con los dientes o mordisquear lápices o bolígrafos. También puede agravarse debido a una mala postura, como cuando uno se encorva sobre el escritorio o habitualmente se sujeta la barbilla con la mano.
La American Dental Association explica que cuando los músculos y articulaciones mandibulares no pueden trabajar juntos de forma adecuada, suele producirse una contracción muscular. Dichas contracciones provocan dolor, hipersensibilidad y hasta pueden dañar los tejidos. Con el tiempo las propias articulaciones y músculos se dañan y se dificulta aún más su capacidad de trabajar correctamente. Esto provoca más contracciones, más dolores y más daño.
Lo que usted puede hacer
¿Cómo calmar el dolor que causa la ATM? A veces con tan solo aplicar calor húmedo a la cara puede sentirse alivio. En algunos casos hay ciertos fármacos que también pueden ayudar, pero solo a corto plazo. Para conseguir una curación permanente, por lo general hay que corregir malos hábitos que añaden tensión a las articulaciones temporomandibulares y a los ligamentos, músculos, nervios y demás que están relacionados con ellas. También puede ser necesario volver a colocar la mandíbula en su sitio.
Una práctica muy perjudicial es la de apretar los dientes o hacerlos rechinar. En condiciones normales, los dientes deberían estar ligeramente separados a no ser para masticar o tragar. Sin embargo, alrededor del 40% de las personas que padecen el síndrome de la ATM suelen apretar los dientes cuando deberían tenerlos separados, en especial por la noche, mientras duermen. Este hábito suele ser una reacción a la tensión emocional o a la maloclusión de los dientes.
¿Qué puede hacerse entonces si uno nota que aprieta los dientes? Algunas personas han podido romper con este hábito reduciendo o eliminando la tensión emocional que lo provoca. En otros casos, los dentistas han colocado entre los dientes lo que se conoce como férula de descarga, un aparato no muy grande y poco molesto que combate los efectos perjudiciales de apretar los dientes. Se lleva puesto por la noche e impide que los dientes hagan mal contacto al cerrar la boca. Con frecuencia, el alivio es inmediato.
Hay otras cosas que pueden hacerse para reducir la tensión en las mandíbulas. No se sujete la barbilla con la mano. No se apoye con la espalda encorvada sobre su escritorio y no sujete el teléfono entre la barbilla y el hombro. Haga movimientos de mandíbula relajados y controlados. Y no mordisquee bolígrafos o lápices.
Lo que su dentista puede hacer
Si usted ya padece dolores de la ATM, es probable que necesite el tratamiento de un dentista. Como la posición en la que están los dientes cuando la boca está cerrada es lo que determina la posición de la mandíbula, el dentista quizás opte por ajustar los puntos de contacto de los dientes, limando algunos y quizás remodelando otros, un proceso denominado equilibrado de mordida. Esto permite que la mandíbula adopte una posición correcta y cómoda. Un buen equilibrado requiere tiempo y destreza por parte del dentista, pero suele ser indoloro para el paciente.
Los resultados son muchas veces asombrosos. A Robert, mencionado al principio, le reajustaron la mordida de esta forma. “De repente me dio la sensación de que tenía un montón de dientes nuevos en la boca —dijo—. Y lo mejor de todo, desaparecieron los dolores de cabeza.” Otra persona comentó: “¡Parece como si estrenase una boca nueva!”.
Sin embargo, a pesar de los éxitos conseguidos, este trastorno sigue sin entenderse a cabalidad. Por ejemplo, ¿cuál es la causa precisa de los síntomas? ¿Y por qué algunos de los que tienen un grave desequilibrio mandibular no sufren en absoluto mientras que otros que solo tienen un ligero desequilibrio padecen dolores terribles? ¿Influye la personalidad? Además, ¿cómo se transfiere el dolor de una parte del cuerpo a otra?
Diversos doctores en odontología investigan y debaten las respuestas a estas y otras preguntas. Sin embargo, hay Alguien que entiende a cabalidad todos los funcionamientos y complejidades del cuerpo humano. Este Alguien ha prometido poner fin a todas las imperfecciones que causan dolor y sufrimiento a la humanidad. (Revelación 21:4.)
Pero mientras ese día llega, si usted sospecha que tiene el síndrome de la ATM, ¿por qué no acude a un dentista que tenga conocimientos sobre este gran impostor? Es muy posible que pueda ayudarle.
[Nota a pie de página]
a También se la conoce como “disfunción de la ATM”.
[Recuadro en la página 22]
¿Está desalineada su mandíbula?
Si su respuesta a las siguientes preguntas es afirmativa, es probable que lo esté.
1. Coloque los dedos contra los costados de su cara justo delante de cada oído, donde pueda notar las articulaciones temporomandibulares. Ahora abra y cierre la boca varias veces. ¿Nota usted un chasquido, crujido o ruido seco en las articulaciones?
2. Coloque con suavidad la yema de un meñique dentro de cada oído, presionando hacia adelante en dirección a la parte delantera de la oreja. Vuelva a abrir y cerrar la boca. Debería notar que la mandíbula ejerce presión contra los dedos. ¿Nota más presión en un lado que en otro? ¿Le duele al hacer ese movimiento?
3. ¿Le cuesta a veces abrir la boca o siente dolor cuando la abre mucho?
4. ¿Tiene usted la mandíbula, el rostro o la región de los oídos muy sensible o dolorida?
5. ¿Siente dolor cuando mastica o bosteza?
6. ¿Aprieta usted los dientes o los hace rechinar mientras duerme? (Si nota las mandíbulas doloridas o cansadas al despertarse es señal de que lo hace.)
7. ¿Se le quedan las mandíbulas encajadas de modo que no puede abrir o cerrar la boca?