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  • El flamenco español era nuestra vida

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  • El flamenco español era nuestra vida
  • ¡Despertad! 1991
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  • Se forma un dúo de flamenco
  • Llevaba la música y el baile en la sangre
  • Una corneta y un cambio
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¡Despertad! 1991
g91 8/7 págs. 17-19

El flamenco español era nuestra vida

EXISTE una gran diferencia entre tocar la guitarra y tocar la corneta. Aunque desde los diecisiete años siempre me ha gustado la guitarra flamenca, fue la corneta la que, en cierto modo, cambió la trayectoria de mi vida. Eso fue en 1975, mientras servía en las fuerzas aéreas españolas. Pero primero, permítame explicarle cómo llegué a amar la guitarra.

Me crié en Verdún, un barrio obrero de la ciudad de Barcelona, importante puerto español del Mediterráneo. Mi padre es un entusiasta del flamenco y además poeta, y mi madre es cantante flamenca. (El flamenco es un estilo singular de música, cante y baile de Andalucía [región española al sur de la península] que se originó hace siglos con los gitanos, los árabes y los judíos.) Mi padre nació en la ciudad andaluza de Baena (Córdoba), y es natural que le gustase el flamenco, así que me animó a estudiar guitarra. Tuve un profesor particular durante dos años y luego busqué empleo. No me costó encontrarlo, porque el gran número de turistas que visitan España hace que siempre haya mucha demanda de flamenco.

Se forma un dúo de flamenco

Cuando terminé el servicio militar, trabajé en un tablao de Barcelona llamado Tablao Flamenco Cordobés. (Nuestra palabra española “tablao”, o “tablado”, que hace referencia a un espectáculo flamenco, se deriva del escenario de tablas de madera sobre el que se baila el flamenco.) Allí acompañé con la guitarra a los bailaores y bailaoras así como a los cantaores que son el complemento usual de un espectáculo flamenco. Para los que no conocen mucho el cante y baile flamencos, solo puedo decir que es un arte que quizás se remonte a los tiempos de la ocupación árabe de España (del siglo VIII al siglo XV) y que, en el pasado, los artistas flamencos eran casi todos de origen gitano.

Mientras trabajaba en el Cordobés, entró en la compañía una joven bailaora que me dejó impresionado. Se llamaba Yolanda y era de Cataluña (región española cuya capital es Barcelona), una bailaora menuda, enérgica, de cabello y ojos oscuros. Ella cambió mi vida al convertirse en mi esposa. Nos casamos en 1978, en una iglesia católica de Santa Coloma de Gramanet, municipio cercano a Barcelona. ¿Cómo se introdujo ella en el mundo del baile flamenco? Dejemos que ella misma lo cuente.

Llevaba la música y el baile en la sangre

Yolanda.—Desde niña estuve inmersa en la música española. A mi padre le gustaba escuchar sardanas, típicas de Cataluña, mientras que mi madre y mi abuela siempre estaban cantando las alegres jotas de Aragón (región española al nordeste de la península). Como tenía problemas en los pies, un médico recomendó que hiciese ejercicio, así que empecé a recibir clases de ballet. A los siete años vi a una niña bailando flamenco y me gustó tanto que mi madre me matriculó en una escuela de baile flamenco.

Empezó a dárseme bien y actué en peñas flamencas (pequeños centros donde se canta y baila flamenco). Un día, cuando tenía catorce años, paseaba con mi madre por la famosa Rambla de las Flores en el casco antiguo de Barcelona y vimos un letrero que anunciaba Tablao Flamenco Cordobés. Mamá sugirió que subiésemos para ver si necesitaban una bailaora. Me aceptaron y empecé a trabajar aquella misma noche. ¿Y quién era el guitarrista? Francisco (Paco) Arroyo, con quien después me casé. Pero que continúe él ahora la historia.

Una corneta y un cambio

Pero, ¿qué relación tiene una corneta con todo esto? En 1975 servía en las fuerzas aéreas (Academia General del Aire) en la prisión militar de La Manga del Mar Menor, en la provincia de Murcia. Yo era el corneta de la prisión que por el día daba los toques de mando para los cadetes.

Durante mi servicio, observé a uno de los presos, un joven callado y humilde. Me preguntaba por qué estaría en prisión, así que un día se lo pregunté. Al principio no se atrevía mucho a hablar conmigo debido a las reglas de la prisión, pero yo insistí porque quería saberlo. Él me explicó que estaba allí por ser objetor de conciencia cristiano, testigo de Jehová, y que por propia convicción había rehusado servir en el ejército. Al ver que me interesé en sus creencias, me dijo que creía en la Biblia y que las condiciones actuales del mundo estaban profetizadas en ese libro. Como yo nunca había leído la Biblia me preguntó si me gustaría tener una y yo le dije que sí.

Pero, ¿cómo iba a conseguirme una si estaba preso y tenía prohibido predicar? Un día sus compañeros de creencia le llevaron una cesta de naranjas, entre las que habían escondido una Biblia y el libro La verdad que lleva a vida eterna. Él me entregó en secreto los dos libros, pero después de aquello ya no pude volver a verlo. Poco después, dejé las fuerzas aéreas y regresé a Barcelona. ¡Si tan solo supiese su nombre! Me encantaría verlo de nuevo, pues él fue quien me mostró por primera vez la verdad de la Biblia.

Nos desprendemos un poco del flamenco

Como dije antes, Yolanda y yo nos casamos. Al cabo de aproximadamente un año, alguien llamó a la puerta. Yolanda abrió y se encontró con dos testigos de Jehová. Le dije que los despidiese, pero entonces me acordé del joven de la prisión y los libros que me había dado, así que les invité a pasar y empecé a hacerles muchas preguntas. Ellos vieron oportuno acordar otra visita para la semana siguiente y se comenzó un estudio de la Biblia.

Pronto tuve oposición de mi familia. Mi padre llegó a decirme: “¡Preferiría que fueses ladrón antes que testigo de Jehová!”. Esta oposición me convenció de que sería mejor que trabajáramos en otro país, lejos de la familia. De modo que en 1981 nos fuimos a Venezuela con un contrato de trabajo. Al poco de llegar, unos misioneros Testigos empezaron a estudiar con nosotros. Nos asociamos con los Testigos durante algún tiempo, pero no hacíamos verdaderos progresos. Más adelante, en 1982, nos trasladamos a Estados Unidos y conseguimos trabajo en un restaurante español de Los Ángeles (California).

A pesar de que nuestras dos familias tenían una actitud negativa, en 1983 nos bautizamos en Los Ángeles. Mi padre se indignó tanto que me dijo que borrara de mi nombre su apellido: Arroyo. Pero ahora ha cambiado de actitud e incluso recibe a los Testigos en su casa. Además, una de mis hermanas ha empezado a estudiar la Biblia.

Otra razón por la que tardamos tanto tiempo en bautizarnos era que estábamos muy inmersos en el mundo del flamenco. Esa vida nos ataba por las noches pues teníamos que actuar en clubes nocturnos y restaurantes. Y las compañías que teníamos en esos lugares no siempre eran las mejores para un cristiano. Por si fuera poco, el dueño del restaurante quería que actuásemos con motivo de la Navidad y de fiestas de cumpleaños, y nosotros no queríamos transigir. De modo que, aunque ya teníamos dos hijos —Paquito y Jonatán—, decidimos abandonar ese mundo.

Para mantener a nuestra familia, ahora nos ganamos la vida dando clases particulares de baile y guitarra en nuestra casa. Esto nos permite dedicar más tiempo a nuestra familia y a nuestros intereses espirituales, y hasta aumentar de vez en cuando nuestra actividad en la predicación pública.

Algo más importante que el flamenco

El flamenco se expresa en una inmensa variedad de estilos y es una auténtica manifestación del antiguo folclor de España. A los dos nos sigue gustando, como música y como expresión de sentimientos humanos, pero sabemos que hay algo más importante en la vida: servir a Dios y a nuestro prójimo.

Disfrutamos mucho con nuestros hermanos hispanos cuando en alguna ocasión celebramos una fiesta con música y baile de México y España. Da mucha alegría ver la unidad del pueblo de Jehová prescindiendo de su país de origen. ¡Y qué placer será para todos compartir en un futuro cercano nuestra experiencia musical en el prometido nuevo mundo de Dios en una Tierra limpia, pacífica y pura!—Según lo relataron Francisco (Paco) y Yolanda Arroyo.

[Fotografía de Francisco y Yolanda Arroyo en la página 17]

[Fotografías en la página 18]

Nuestra familia, lista para predicar de casa en casa

Número de flamenco para un grupo de amigos

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