De nuestros lectores
Síndrome de la ATM Gracias por el artículo “Un trastorno mandibular. El gran impostor” (22 de junio de 1991). Yo tuve ese problema hasta hace poco. Me despertaba aterrada durante la noche porque la mandíbula se me había quedado encajada. Diversos médicos emitieron diagnósticos equivocados, hasta que consulté a un dentista. Él inmediatamente descubrió que todo se debía a que tenía los dientes desalineados. Las sugerencias que se daban en el artículo eran prácticas y útiles, y pueden resultar en un alivio inmediato.
S. F., Italia
Malos hábitos Les doy las gracias porque su artículo “Cómo evitar reincidir en los malos hábitos” (8 de abril de 1991) me ayudó a vencer la teleadicción. El capítulo 36 del libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas [publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract Society de Nueva York, Inc.] me ayudó por un tiempo, pero luego volví a caer en el hábito de ver demasiada televisión. Su artículo me ayudó a sustituir un hábito malo por uno bueno, a saber, leer el alimento espiritual que se publica en ¡Despertad!
A. G., Estados Unidos
Víctimas del divorcio Reciban mis sinceras gracias por la serie de artículos bajo el tema “Ayuda para las víctimas del divorcio” (22 de abril de 1991). Mi padre se divorció de mi madre cuando yo tenía tres años. Ella hizo una excelente labor en criarnos a mi hermana pequeña y a mí amando a Jehová. Pero durante la adolescencia me sentí como se indicaba en la revista. Me parecía que “no se puede confiar en ninguna relación, que todas están condenadas a terminar algún día rotas por la traición y la infidelidad”. Tenía miedo de amar y ser amada, e incluso el trato que mantenía con mis compañeros de creencia era solo superficial. No obstante, el aprender a hacer cosas por otros y el servir de evangelizadora de tiempo completo me ayudó a vencer hasta cierto grado estas tendencias. Sin embargo, su artículo me ayudó a comprender por primera vez algunos de mis sentimientos más profundos.
M. H., Japón
Estos artículos hicieron que mi marido y yo nos sintiésemos culpables. Mi primer marido fue expulsado de la congregación cristiana por infidelidad marital. Mis hijos y yo nos fuimos a vivir con mis padres, a unos 3.200 kilómetros de distancia. Los muchachos tuvieron poco contacto con su padre. Cuando volví a casarme, seguimos desanimándoles de tener contacto con su padre, pues opinábamos que era una mala influencia. ¿Tomamos una buena decisión?
C. W., Estados Unidos
Ni el divorcio ni la expulsión de la congregación cristiana ponen fin a la relación entre padre e hijo; los hijos continúan necesitando a ambos padres. No obstante, cada situación es diferente. La distancia física o la indiferencia de un ex cónyuge puede limitar bastante el contacto de este con sus hijos. Por otro lado, los tribunales quizás impongan horarios de visita, y en ese caso un cristiano posiblemente no tenga más remedio que cooperar. Pero cuando no se ha impuesto un horario de visita, es el progenitor bajo cuya custodia están los hijos quien debe determinar si la asociación de ellos con el ex cónyuge podría significar graves peligros físicos o espirituales.—La dirección.
Gracias por decir la verdad tan llanamente en sus artículos sobre el divorcio. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía casi veinte años, y pasé por una etapa en la que despreciaba la institución misma del matrimonio. Me parecía una trampa o una cárcel. No obstante, gracias a sus libros y revistas basados en la Biblia, ahora espero casarme algún día y veo el verdadero potencial del matrimonio.
L. T., Estados Unidos
El Coliseo Me pareció muy bonito el artículo “El Coliseo. Centro de ‘entretenimiento’ de la antigua Roma” (8 de abril de 1991). Desde mi óptica de historiador, aprecié mucho su forma de separar la verdad de la leyenda.
N. H., Estados Unidos