Los jóvenes preguntan...
¿Por qué no me aceptan?
“Fue el peor obstáculo al que me he enfrentado.”—Craig.
“Me encontraba muy sola.”—Jessica.
“Me sentía muy frustrado.”—Chris.
“Me disgustaba y me preocupaba. Lloré mucho.”—Sommar.
“Aquello me dejó confusa y muy dolida.”—Erin.
¿SE REFIEREN estas palabras a algún suceso catastrófico? No, estas personas aludían más bien a los dolorosos sentimientos que sufrieron de jóvenes debido a que sus compañeros no los aceptaban. Si se te ha excluido alguna vez de un grupo o algunos jóvenes a los que querías tener por amigos te han evitado, sabrás lo dolorosa que puede ser esa experiencia.
Por supuesto, es completamente natural que quieras que tus compañeros te acepten. Los sociólogos dicen que el ser humano es gregario; tendemos a agruparnos por naturaleza. Y este impulso es más fuerte durante la adolescencia. Una muchacha de catorce años llamada Micalah dice: “Nos sentimos seguros y aceptados cuando estamos con personas que comparten nuestros mismos intereses”. Entre esos intereses mutuos podría estar el que a todos les gusten los mismos deportes, la misma comida, las mismas actividades escolares, la misma ropa o la misma música. O quizás sea una afición o forma de entretenimiento lo que mantiene junto a un grupo de amigos.
Los problemas surgen cuando personas con miras estrechas usan los vínculos que unen a cierto grupo como excusas para excluir a otros jóvenes. Brendan recuerda: “Si no llevabas las mismas zapatillas deportivas que los demás, no te aceptaban, no eras parte del grupo”. Por absurdo que parezca, cuando todos los demás van a la moda del momento y tú no, puedes sentirte muy herido.
Cuándo no debes querer que te acepten
Ahora bien, pregúntate: “¿Quiero de veras que se me acepte como parte del grupo?”. Incluso en tiempos bíblicos había jóvenes descarriados que con frecuencia trataban de incluir a otros en su círculo de amigos. “De veras ven con nosotros —decían tentadoramente a otros—. Debes echar tu suerte en medio de nosotros.” Pero la Biblia aconsejaba: “Hijo mío, no vayas por el camino con ellos. Retén tu pie de su vereda. Porque sus pies son los que corren a la maldad consumada”. (Proverbios 1:11-16.)
De igual manera, es posible que se te tiente a procurar que te acepten como parte de cierto grupo popular. Pero, ¿qué clase de jóvenes lo componen? Puede que les guste la diversión, pero ¿son temerosos de Dios? ¿Contribuirá tu asociación con ellos a edificar tu relación con Dios, o más bien la echará a perder? “Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles”, advierte la Biblia en Primera a los Corintios 15:33.
Pregúntate también qué tendrías que dar a cambio para conseguir que te aceptasen. “Hay muchas presiones para que te amoldes —dice una joven llamada Grace—. Antes hacía algunas cosas, como decir palabrotas, porque mis amigos me instaban: ‘Vamos, dilo’. Lo hacía solo porque no quería que me diesen de lado.” La autora Mary Susan Miller cuenta de otro joven que transigió para conseguir que le aceptasen. Sacó deliberadamente calificaciones más bajas “para no parecer más listo que los condiscípulos cuya amistad quería granjearse”. (Childstress! [Estrés infantil].)
Por supuesto, no hay nada de malo en hacer esfuerzos razonables para llevarse bien con otros. (Compárese con 1 Corintios 9:19-23.) Pero sí que está mal que fumes, tomes drogas o bebidas alcohólicas, utilices lenguaje sucio, te rías de chistes obscenos, participes en relaciones sexuales o hagas otras cosas parecidas para que se te acepte. Eso es ir demasiado lejos. Tampoco es sensato permitir que otros jóvenes te dicten hasta el último detalle de cómo debes vestir, hablar o arreglarte.
Además, a los cristianos se les manda que no confraternicen con las personas que están alejadas de Dios. Jesús dijo a sus discípulos: “El mundo los ha odiado, porque ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 17:14.) ¿Acaso no es mejor tener la aprobación de Dios que la de compañeros que no le sirven? (Compárese con Santiago 4:4.)
Cómo lograr que te acepten tus compañeros de creencia
Pero, ¿y si también tienes problemas para que te acepten tus compañeros de creencia, jóvenes que comparten tus creencias y convicciones? Es posible que existan razones válidas para ello.
Por ejemplo, puede darse el caso de que seas nuevo en cierta zona y los jóvenes que viven en ella sean tímidos o tengan reservas con los extraños. Es probable que las cosas cambien en cuanto lleguen a conocerte. Jessica pasó por esta experiencia cuando su familia se trasladó a una nueva congregación de testigos de Jehová. Ella recuerda: “Todos eran muy amigables y simpáticos conmigo, pero de todas formas tardé un año hasta sentirme parte de ellos. Ahora, cuando miro atrás, me doy cuenta de que hace falta tiempo para cultivar nuevas amistades”. Jessica añade que el participar en la predicación pública con otros miembros de la nueva congregación le ayudó mucho a sentirse parte de ella.
Stephen señala otro aspecto de cultivar amistades. Dice: “Por años me dejaban de lado porque era tímido. Entonces me di cuenta de que tenía que tomar la iniciativa si quería amigos”. ¿Cuál fue el resultado? Actualmente tiene varios buenos amigos. Ese puede ser también tu caso si te esfuerzas un poco. En lugar de esperar que otros vayan a conocerte, trata de conocerlos tú a ellos. Invita a algunos jóvenes a tu casa o pregunta a tus padres si puedes incluir a tus nuevos amigos en alguna actividad de la familia. Ese pudiera ser el comienzo de amistades duraderas.
Sin embargo, cuando otros no responden a tus esfuerzos, a menudo se debe a algún malentendido. Cristianos de Jerusalén evitaron al apóstol Pablo porque creían, equivocadamente, que todavía era un perseguidor de cristianos. Cuando todo se aclaró, aquella congregación le aceptó. (Hechos 9:26-28.) Si tú también has sido víctima de algún malentendido, quizás debido a algún chisme, ¿por qué no haces todo lo posible por aclarar la situación?a
De todas formas, no todos los problemas son fáciles de resolver. A veces hasta jóvenes cristianos son culpables de formar grupos exclusivos y de excluir injustamente a otros. Esto puede ser muy doloroso para la persona rechazada. No obstante, algo que puede ayudarte es recordar que, al igual que tú, tus compañeros son jóvenes y tienen que desarrollarse mucho todavía antes de llegar a la madurez. Puede que con el tiempo superen su exclusivismo. Pero hasta que tales jóvenes muestren una actitud más cristiana, probablemente sería mejor que no formases parte de su círculo de amigos íntimos. (Véase 2 Timoteo 2:20, 21.)
‘Ensánchate’
Entre tanto, no permitas que la situación te amargue. Podrías hablar del asunto con tus padres o con algún superintendente cristiano. Tampoco olvides que se ordena a los cristianos que ‘se soporten unos a otros’ aun cuando exista una causa válida de queja. (Colosenses 3:13.) Una joven llamada Tiffany que fue rechazada por un grupo recuerda: “Oré a Jehová a fin de que me diese fuerzas para aguantar y traté de ser objetiva. También me esforcé por no dejar que esa situación me afectara demasiado”.
La Biblia también anima a los cristianos a que ‘se ensanchen’ en el número de asociados. (2 Corintios 6:13.) Los investigadores Jane Norman y Myron Harris comentan lo siguiente respecto a los que pertenecen a grupos: “Limitan su círculo de amistades y se niegan la oportunidad de aprender cómo piensan y actúan otras personas”. Hay muchas otras personas, incluso mayores que tú, que pueden resultar ser buenos amigos.
Reconoce tus defectos
Es posible que también tengas que reconocer la dolorosa posibilidad de que estás dando a algunas personas razones válidas para que te eviten. Por ejemplo, una joven llamada Dana descubrió que no era bien recibida entre los jóvenes de la congregación que eran de disposición espiritual. ¿Lo hacían por altivez? No, ella confiesa: “Mi forma de hablar y de vestir eran mundanas”, es decir, no apropiadas para una cristiana. Por eso, aunque eran amables y cordiales con ella, evitaban tener trato social.
Dana hizo algunos cambios. Recuerda: “Me di cuenta de que tenía que ser de disposición más espiritual si quería que me aceptaran”. ¿Tienes que hacer tú también algunos ajustes parecidos? Si los haces, no solo te ganarás la amistad de jóvenes piadosos, sino también la de Dios mismo. (Compárese con Proverbios 27:11.)
Asimismo, es posible que algunos rasgos de tu personalidad repelan a los demás. Wally recuerda: “Tenía la tendencia a hablar demasiado y acerca de cosas en las que la gente no estaba particularmente interesada. Cuando me di cuenta de lo molesto que era eso, me esforcé por cambiar. Creo que eso contribuyó a que otros me aceptaran mejor”. Si hablas con tus padres o con algún adulto de tu confianza, tal vez puedas descubrir que tienes algún defecto similar. Quizás mejores la situación simplemente siendo más amigable o hablando menos y escuchando más.
Aunque el que no te acepten puede ser doloroso, no es ni mucho menos un problema insalvable. Te servirá de consuelo saber que si tienes una personalidad piadosa y realmente te interesas en los demás, nunca te faltarán amigos.
[Nota a pie de página]
a Véase el artículo “¿Qué debo hacer si otros hablan de mí?”, publicado en el número del 22 de julio de 1989 de esta misma revista.
[Fotografía en la página 25]
Nos duele que nos den de lado