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  • ¿Por qué son tan estrictos con la hora de volver a casa?

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  • ¿Por qué son tan estrictos con la hora de volver a casa?
  • ¡Despertad! 1992
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¡Despertad! 1992
g92 22/5 págs. 21-23

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué son tan estrictos con la hora de volver a casa?

A LEN le gustaba quedarse hasta las tantas con los amigos, pero su padre no tardó en descubrir que sus correrías nocturnas no eran ninguna diversión inocente. “Una vez me metí en tal lío —recuerda Len⁠—, que me castigaron a no salir de mi habitación durante dos semanas nada más que para comer e ir a clase. Ni siquiera me dejaban mirar por la ventana. Cuando concluyó el castigo, salí con los amigos y no volví hasta la medianoche. Al llegar el automóvil al camino de entrada a casa, allí estaba mi padre esperándome sentado en el porche delantero...”

A muchos jóvenes les molesta que los padres les controlen todos sus movimientos. Una joven relata: “Al hacerme adolescente, mis padres se lanzaron a imponer todo tipo de limitaciones, entre ellas regresar antes de las doce, que me sentaba fatal”. Cuando los jóvenes manifiestan su resentimiento y se vuelven desafiantes, lo normal es que no obtengan más libertad, sino que les pongan más reglas y más severas.

En el caso de infracciones menores, puede que el castigo se limite a la obligación de volver antes a casa. Pero si la desobediencia es más grave, quizás consista en la pérdida de privilegios o que no te dejen salir por un tiempo. “Si vuelves tarde un sábado —explica una adolescente⁠—, es fácil que el siguiente no te dejen salir para nada.” También existe la posibilidad de que te dejen ‘incomunicado’: sin visitas, llamadas ni televisión. No obstante, para algunos jóvenes la mayor tortura es que les echen un discursito. Es como explica un joven: “¡Qué remordimientos! Se ponen a hablar de lo preocupados que los tenías y te hacen sentir terriblemente culpable”.

¿No es cierto, sin embargo, que tus padres te quieren y tienen el derecho de pedirte que estés en casa a una hora prudente? Cuando tardas, es natural que se inquieten y preocupen, y quizás hasta se desvelen. El joven que de verdad quiere a sus padres y se preocupa por ellos, no querrá que se perturben sin necesidad, pues ¿no demostraría su actitud que es un egoísta redomado?

El caso es que muchos jóvenes creen que sus padres les han puesto restricciones injustas o ilógicas. Fred, de dieciocho años, plantea esta queja: “Es de tontos que me traten como a un quinceañero. Lo que pasa es que me niego de plano a hacer lo que dice mi padre, y se arma la marimorena”. Sin embargo hay otros modos mejores de tratar a tus padres que desafiándolos.

¿Son o no son justas?

En primer lugar, ¿hasta qué grado son injustas estas restricciones? Como explicó un artículo anterior, es probable que tus padres tengan razones bien fundadas para inquietarse por tu seguridad y bienestar.a ¿No les han puesto a otros jóvenes cristianos de tu edad las mismas limitaciones? Si así es, ¿qué razón tienes para cuestionar el juicio de tus padres?

El joven Len, de quien se habla al comienzo del artículo, no entendió que su padre quería de todo corazón lo mejor para él. Recordarás que se pasó de la hora y se encontró con su padre esperándolo en el porche delantero. ¿Qué hizo Len? Volvió a desobedecer. “Al meternos en el camino de entrada a casa, me escurrí en el asiento del automóvil para que no me viera mi padre y le pedí a mi amigo que retrocediera. Decidí irme de casa.” Len fue a juntarse con gentuza que le inició en la inmoralidad sexual, el robo de automóviles y el consumo de estupefacientes. Con el tiempo acabó en la cárcel. ¿Que es un caso extremo? Tal vez, pero ilustra la certeza de Proverbios 1:32: “Porque el renegar de los inexpertos es lo que los matará”.

Algunos jóvenes no ponen peros a la idea de tener una hora de volver, pero se quejan de que sus hermanos tienen más libertad que ellos. Una joven llamada Patti se lamenta de su situación: “Aunque Mark, mi hermano mayor, llegaba a casa tan tarde como le daba la gana, a él nunca lo castigaron sin salir. Pero en cuanto a mí, basta con que me retrase unos minutos, y ya está todo dicho. ¡Qué injusticia!”. Es comprensible que la situación te moleste, pero, antes de calificarla de injusta, ten presente los principios bíblicos expuestos en Gálatas 6:4, 5: “Que cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona. Porque cada uno llevará su propia carga de responsabilidad”.

Ya que cada uno es distinto, el que a tus hermanos mayores les concedan ciertos privilegios no tiene por qué autorizarte a ti a tenerlos. Es probable que ellos hayan tenido que demostrar durante un tiempo que son confiables, al igual que tendrás que hacerlo tú. Además, ¿no te fastidia cuando tus padres te comparan con un hermano mayor? Entonces, ¿por qué lo haces tú al comparar los diferentes privilegios? El doctor Louis Fine explica en su libro “After All We’ve Done for Them” (“¡Después de todo lo que hemos hecho por ellos...!”): “Los padres suelen tratar y disciplinar a cada hijo de manera distinta. Quizás lo hagan así porque entienden que sus hijos son personas distintas, con necesidades y aptitudes diferentes”.

No obstante, a veces los jóvenes creen que les ha tocado cargar con los fallos de sus hermanos mayores. “Solo porque mi hermana se fue con el automóvil y volvió muy tarde, está descartado que yo esté fuera de casa hasta tarde. Ni siquiera me dan la oportunidad de demostrar que soy confiable.” Sin embargo, la situación quizás no sea tan injusta como parece. Tus padres tienen más edad y son más juiciosos ahora que cuando criaron a tu hermano. Como no quieren repetir el mismo error contigo, quizás sean un poco más estrictos.

Pero ¿por qué te tienen que castigar por pasarte un poco de la hora? Aunque es cierto que a nadie le hace gracia que lo castiguen sin salir, esto suele hacer que se piense dos veces antes de volver a llegar tarde. Marcus explica: “Me han castigado un montón de veces. [...] Si no nos castigaran, nunca aprenderíamos”. Bien dice la Biblia: “El que se adhiere a la disciplina es una senda a la vida”. (Proverbios 10:⁠17.)

Padres que pecan de protectores

Hay que admitir que a veces parece que el castigo no corresponda al “delito”. Puede que los padres pequen un poco de protectores y sus peticiones sean irrazonables. No obstante, la buena comunicación suele cortar los problemas de raíz. Si les dices a tus padres dónde vas, qué vas a hacer, con quién vas a estar y cuándo vas a volver, es probable que sean un poquito más flexibles. Si parece que no razonan, intenta abordarlos al “tiempo apropiado”, quizás cuando estén tranquilos y descansados. (Proverbios 25:11.) Agradéceles que se preocupen e interesen por ti y confírmales que los quieres y deseas cooperar. Ayúdalos a entender que recibir más libertad forma parte del proceso de hacerse adulto.

“También hay que contarles la situación tal como es —dice otra adolescente⁠—. Cuando les explicas por qué no puedes llegar a la hora un día, lo suelen comprender.” Si consideras los asuntos con tus padres como una persona madura, recibirán la impresión de que eres responsable y se pueden fiar de ti. Pero si aún tienen sus reservas, quizás puedas proponerles que lo dejen en un término medio.

¿Qué debes hacer si te dan permiso? Debes conseguir que ‘signifique tu palabra Sí, Sí’ y volver a la hora convenida. (Mateo 5:37.) Es cierto que hasta los planes mejor realizados pueden salir torcidos. (Compárese con Santiago 4:13, 14.) Puede surgir un imprevisto o producirse un cambio súbito de planes. Si así fuera, llama a casa si es posible y diles a tus padres qué ha ocurrido. “Mi madre está contenta si sabe dónde estoy y que ya voy de camino”, dijo una adolescente.

Otra medida importante es seguir una buena trayectoria en tu conducta. Como dice Proverbios 20:11: “Hasta por sus prácticas el muchacho se da a conocer en cuanto a si su actividad es pura y recta”. Si por norma eres obediente y te comportas bien, es fácil que tus padres mantengan la calma si en alguna ocasión llegas un poco tarde. Hasta los padres de Jesús, cuya conducta siempre fue irreprochable, estuvieron “con la mente angustiada” al no encontrarlo. (Lucas 2:48.) Por ello, no te sorprenda que tus padres se enfaden incluso al grado de no dejarte explicar al principio por qué has llegado tarde.

Proverbios 29:11 dice: “Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir, pero el que es sabio lo mantiene calmado hasta lo último”. Deja que se desahoguen hasta que se apacigüen los ánimos y luego ofréceles una explicación. Ten presente que has de ‘hablar la verdad’. (Efesios 4:25.) No te inventes excusas inverosímiles, pues solo probarían que no se puede confiar en ti. Si el retraso se debe a descuido u olvido, pide disculpas con sinceridad y muéstrate dispuesto a aceptar un posible castigo. Puede que tus padres no vean necesario tomar medidas al respecto. No obstante, quizás estimen oportuno imponerte alguna limitación y no te quede más remedio que volver a ganarte su confianza.

Es posible que el tener hora de volver a casa sea engorroso, pero no es un castigo cruel ni rebuscado. Tómatelo con calma. Si colaboras con tus padres y no desafías su autoridad, hasta puede que se decidan a abrir la mano y darte más libertad.

[Nota a pie de página]

a Véase el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Por qué tengo que volver a casa tan pronto?” de la revista ¡Despertad! del 8 de mayo de 1992.

[Fotografía en la página 23]

Desafiar la autoridad de tus padres suele llevar a que te limiten más la libertad

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