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  • Supervivientes del desierto de Namib
  • ¡Despertad! 1992
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  • Para sobrevivir deben recordar
  • Otros secretos de su supervivencia
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¡Despertad! 1992
g92 22/6 págs. 25-27

Supervivientes del desierto de Namib

Por el corresponsal de ¡Despertad! en África del Sur

KAOKOLAND y Damaraland son vastas regiones que ocupan la parte norte del desierto africano de Namib. “Mundos perdidos en los que contadas personas han tenido el privilegio de adentrarse hasta hace poco”, es como Clive Walker describe estas regiones en su libro Twilight of the Giants (El crepúsculo de los gigantes). Este es el hábitat de los únicos elefantes del desierto que hay en todo el mundo.

Es posible que solo quede menos de un centenar de estos gigantes en esta región donde la pluviosidad no llega a los 150 milímetros anuales, y a veces pasan años sin que caiga una sola gota de lluvia. ¿Cómo sacian los elefantes su sed y su voraz apetito?

Su adaptación al desierto

La primera vez que se informó de la existencia de elefantes en la zona occidental del Namib fue en 1895, y todo parece indicar que han vivido en el desierto por generaciones. Durante una sequía reciente en la que no llovió por cinco años, los elefantes se quedaron en el desierto y, por lo que se pudo comprobar, no murió ningún elefante adulto como consecuencia directa de la sequía, aunque sí perecieron grandes cantidades de kudús, órix de El Cabo y cebras de montaña, así como unas pocas crías de elefante. “Los elefantes —comenta Mitch Reardon en su libro The Besieged Desert (El acosado desierto)⁠— se cuentan entre las criaturas más adaptables de la Tierra.”

Aunque los lechos de los ríos que atraviesan Kaokoland suelen estar secos, del escarpe oriental se va filtrando agua por debajo de la arena, y los elefantes saben aprovecharla. Excavan hoyos en la arena del lecho del río, en los que se va filtrando el agua hasta formar una charca. Una vez que los elefantes han saciado su sed, verdaderas miríadas de otros mamíferos, aves e insectos utilizan las mismas charcas para sobrevivir.

Como los elefantes consumen una gran cantidad de vegetación —necesitan más de 100 kilogramos al día⁠—, quizás alguien piense que con su apetito trastornan la ecología de la región. Pero obsérvese el comentario que hizo al respecto una famosa autoridad en este campo, el doctor Anthony Hall-Martin, en el libro Elephants of Africa (Elefantes de África): “Los elefantes que viven en los exuberantes trópicos derriban árboles enteros para tan solo comerse unas pocas hojas, pero los que habitan el desierto raras veces rompen o derriban un árbol. Si lo hicieran, pronto se quedarían sin nada para comer. En su lugar, se comen cada brizna de verde que recogen; apenas podríamos encontrar hojas pisoteadas y desperdiciadas”.

En realidad, los elefantes del desierto contribuyen al crecimiento de los árboles. Uno de sus alimentos preferidos son las vainas de acacia, de las que comen grandes cantidades cuando es la temporada. Al recorrer su aparato digestivo, las duras vainas se ablandan y las semillas terminan siendo excretadas y depositadas en el interior de un montón de estiércol caliente y cargado de nutrimentos, listas para germinar cuando lleguen las lluvias. De modo que, gracias a los elefantes, las acacias se propagan de manera muy eficaz en un ciclo ecológico sin fin.

Para sobrevivir deben recordar

Es probable que alguna vez usted haya oído decir que ‘un elefante nunca olvida’. Veamos qué relación tiene esta idea con el estilo de vida de los elefantes del desierto. Estos animales tienen un sentido muy desarrollado de vida familiar y de unidad. Las crías se quedan con la madre durante unos diez años, una infancia larga en comparación con la de otros mamíferos y que solo es superada por la del hombre.

Durante este tiempo la cría se relaciona con elefantes de diversas edades y aprende de ellos los secretos de cómo sobrevivir en un entorno tan riguroso. Se le muestra dónde encontrar agua y cómo, qué plantas comer y cuándo están en temporada. También se le enseña a evitar al hombre. El pequeño elefante no debe olvidar este caudal de instrucción y conocimiento cuando llegue a adulto. “En épocas de sequía —explica Reardon⁠— la memoria y la experiencia de un elefante pueden ser la clave de su supervivencia.”

El modo de vida del elefante se basa en una sociedad matriarcal. La figura básica para la supervivencia de la manada es, sin duda, la hembra más vieja. Ella conduce a su familia y a la manada en una continua búsqueda de agua y alimento. En sus aproximadamente cincuenta años de vida, adquiere un gran cúmulo de conocimiento sobre diferentes maneras de sobrevivir. Por su dirección y ejemplo, este conocimiento se transmite a los elefantes jóvenes de la manada. Así pues, la muerte de una hembra adulta por parte de cazadores furtivos equivale a la pérdida de una biblioteca de obras de consulta sobre diversas maneras de encontrar alimento.

Garth Owen-Smith, miembro del Namibia Wildlife Trust, un consorcio para la defensa de la fauna en esa región, dice lo siguiente sobre los elefantes del desierto de Namib: “Recuerde que [...] no estamos hablando de un animal salvaje cualquiera. Estos son elefantes del desierto [...]. Esta combinación [...] no se encuentra en ninguna otra parte del mundo. [...] ¡Qué desperdicio, qué pérdida para la ciencia y para el mundo si se deja que desaparezcan de la escena!”. Sin embargo, estos gigantescos animales no desaparecerán fácilmente del hábitat que ellos mismos han escogido. No son solo adaptables en sumo grado, sino que también están magníficamente equipados para sobrevivir.

Otros secretos de su supervivencia

Si usted estuviese cerca de una manada —a favor del viento, por supuesto⁠—, podría observar con sus propios ojos algunos de los secretos de su supervivencia. Vería que se reúnen alrededor de una depresión poco profunda de arena fina y la levantan golpeando el suelo con sus patas delanteras; entonces absorben el polvo con la trompa y se lo echan por encima hasta parecer fantasmas de color gris. ¿Cree que lo hacen porque les gusta estar sucios? Ni mucho menos. La capa de polvo —a modo de finos polvos de talco⁠— les refresca la piel y se la aísla del intenso sol.

Si permanece en absoluto silencio podrá observar que, después de empolvarse, la manada se pone a descansar. Solo les verá mover sus enormes orejas. Fíjese cómo las baten suavemente sin cesar a modo de abanicos. Además de provocar con ello una ligera brisa —que siempre va bien⁠— la temperatura de la sangre que circula por las prominentes venas de las orejas desciende hasta 6 °C. Esta sangre refrescada circula luego por el enorme cuerpo del animal y vuelve a las orejas. ¿Desearía usted a veces que su cuerpo también dispusiese de un sistema natural de acondicionamiento de aire?

¿Se le han cansado los pies después de tanto tiempo en cuclillas? Fíjese en lo que hace esa enorme elefanta para descansar los pies. ¡Con qué elegancia dobla una de las rodillas delanteras y equilibra el pie sobre las uñas de los dedos! Está descansando la planta del pie. A veces los elefantes cruzan sus patas traseras de una forma graciosa, como si se estuviesen apoyando en un bastón.

Otra costumbre curiosa es la que se ilustra en la página opuesta. Fíjese en la piedra redonda que la elefanta hace rodar con la pata. Parece que de esta forma relaja la planta de sus fatigados pies, un procedimiento muy parecido al de los masajes que los podólogos dan a sus pacientes en la planta de los pies cuando los tienen doloridos. Hay que recordar que la manada quizás ha caminado muchos kilómetros, y estos parecen ser algunos de los métodos que utilizan los elefantes para aliviar la presión que sienten en la planta de los pies.

¿Cuánto tiempo sobrevivirán?

Aunque capacitados para sobrevivir a los peligros naturales de su entorno, ¿podrán sobrevivir estos gigantescos animales del desierto a la invasión de su único predador: el hombre? Parece que sí. Los miembros de las tribus locales han empezado a participar en la lucha por conservar los recursos naturales de su zona.

Según la revista African Wildlife, una campaña educativa en pro de la conservación de la vida animal iniciada por el Namibia Wildlife Trust “resultó en que los dirigentes de las tribus de los damaras y los hereros prohibieran totalmente la caza en la región”. El Wildlife Trust también obtuvo el apoyo de los jefes himba de Kaokoland, quienes han designado a hombres de su tribu para actuar como guardas de coto.

Esta forma activa de apoyar la labor que tradicionalmente efectúan los conservacionistas, ha hecho que las tribus de esa región se sientan orgullosas de su fauna autóctona. “Por primera vez en quince años —informa la revista African Wildlife⁠— [ha aumentado] en esta espectacular y fascinante región la cantidad de elefantes y de rinocerontes negros.” Solo queda esperar que no decaiga este interés en el reino animal de su entorno.

Por lo visto, estos mamíferos nómadas del árido desierto seguirán vagando por la rocosa extensión que han escogido como su hábitat. Gracias a su instinto natural y a su también natural “equipo de supervivencia”, estos elefantes son los verdaderos supervivientes del desierto de Namib.

[Fotografía en la página 25]

Los elefantes excavan en la arena del lecho de un río para crear charcas

[Fotografía en la página 26]

Los elefantes hacen rodar una piedra redonda con la pata, al parecer para relajar la planta de los pies

[Reconocimiento]

Cortesía de Clive Kihn

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