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¡Despertad! 1989
g89 22/11 págs. 16-18

¿Es tiempo de decir adiós?

EN ÁFRICA se ha desencadenado una guerra poco común. No se trata de una disputa por razones territoriales, ideales políticos o creencias religiosas. La cantidad de víctimas humanas que se ha cobrado, ha sido minúscula en comparación con la mayoría de las guerras, pero, aun así, ha atraído la atención de muchas naciones. El desencadenante de la guerra han sido los elefantes.

Esta guerra enfrenta a los guardas con los cazadores furtivos. Los primeros gozan del respaldo de la ley, sus gobiernos y los “conservacionistas”, mientras que los cazadores furtivos tienen el apoyo de las fábricas de armas y se ven movidos por la necesidad y la avaricia —los colmillos de elefantes representan dinero, a menudo cantidades poco menos que inconcebibles en los países más pobres—. Ambos bandos disparan a matar. ¿A qué se debe tanta preocupación por los elefantes? ¿Tan grave es la amenaza que se cierne sobre ellos?

La caza furtiva se cobra sus víctimas Examinemos la situación. En la década de los años treinta había unos diez millones de elefantes en África. Para 1979 quedaban 1,3 millones. Ahora, diez años más tarde, esa cantidad se ha reducido a la mitad, y quedan unos 625.000 elefantes africanos. ¿A qué obedece esa acelerada disminución? Gran parte de la responsabilidad la tienen los cazadores furtivos. Es un antiguo delito que aumenta vertiginosamente en tiempos modernos, fomentado por la tecnología.

En el pasado, los cazadores furtivos de África eran indígenas armados con arcos y flechas o con lanzas que solían huir cuando veían a un guarda desarmado. Hoy, aunque tanto los guardas como los cazadores furtivos van armados, con frecuencia el cazador tiene mejores armas. Años de disturbios civiles en África han dejado tras de sí un excedente de armas de fuego fácilmente disponibles a los delincuentes. Los cazadores furtivos de hoy viajan en grupo y cazan elefantes con ametralladoras de gran potencia. En cuestión de minutos pueden derribar varios elefantes, cortarles la parte delantera de la cabeza con una sierra de cadena para quedarse con los colmillos, y luego seguir cazando. Con la vertiginosa subida de los precios del marfil en el mundo, los cazadores furtivos pueden ganar miles de dólares en un solo día, y hasta sus mozos pueden ganar centenares de dólares. Según lo expresa U.S.News & World Report: “Estos no son indígenas de la localidad, sino profesionales sofisticados y despiadados que rigen un negocio que produce muchas ganancias”.

El negocio les ha ido demasiado bien. Desde 1973, la población de elefantes ha menguado en un 85% en Kenia, en un 53% en Tanzania y en un 89% en Uganda. De hecho, cada año unos setenta mil elefantes africanos son sacrificados por su marfil. Recientemente, tanto Zimbabue como Kenia han autorizado a los guardas para disparar a los cazadores furtivos. El problema es que estos devuelven los disparos, y con armas más potentes, lo cual ha resultado en el asesinato tanto de guardas como de civiles. En otoño de 1988, una banda de cazadores furtivos atacaron el cuartel de unos guardas, los ataron y golpearon, y luego mataron a los cinco rinocerontes blancos del parque, los últimos que quedaban de su especie en los parques de Kenia. Por supuesto, lo único que se llevaron los cazadores furtivos fueron los cuernos y dejaron los enormes cadáveres de esas bestias tan poco comunes, para que se pudrieran.

¿Por qué salvar a los elefantes? Hay guardas que mueren en su intento por defender a los elefantes. A la vez, y a nivel internacional, se está intentando proteger a estos animales, con el fin de evitar su extinción antes de que termine el siglo. Pero muchas personas quizás se pregunten: “¿Por qué tanto alboroto por los elefantes?”. Al fin y al cabo, la extinción no es algo nuevo en este planeta. Los dinosaurios son un caso famoso de extinción. De modo que, ¿por qué ha de preocuparnos que se extingan los elefantes?

Para muchas personas la respuesta radica en la majestuosidad del animal en sí. Es una obra maestra de diseño. Seguro que a cualquiera que haya visto una manada de elefantes en su hábitat, le dolería pensar en la posibilidad de su extinción. La manera de enseñar y proteger a sus crías, la sorprendente habilidad que tienen con la trompa y hasta su imponente tamaño, son auténticas evidencias de la existencia de un Diseñador incomparablemente sabio.

Pero eso no es todo. Los elefantes también desempeñan un papel decisivo en los ecosistemas en que viven. Más que cualquier otra criatura, aparte del hombre, el elefante cambia y da forma al mundo que le rodea. No obstante, a diferencia del ser humano, los elefantes dejan sus alrededores más habitables para otras criaturas. ¿Cómo? La clave está en su voraz apetito. Un elefante come unos 140 kilogramos de vegetación ¡cada día!

En junglas densas, los elefantes derriban ramas y árboles jóvenes, lo cual permite que penetre más luz a través del denso dosel de hojas. La luz fomenta el crecimiento de la vegetación a ras del suelo, que suministra alimento para animales más pequeños, desde los búfalos y gorilas que viven en la selva, hasta los jabalíes de río. Por otra parte, en las extensas llanuras africanas o sabanas, los elefantes desempeñan un servicio similar: su búsqueda de forraje fomenta una mezcla de pastos y bosques que proporciona alimento a una amplia variedad de animales herbívoros, desde las jirafas y las cebras, hasta las gacelas y los ñus, que de otra forma no existirían.

Pero esta compleja cadena de interdependencia es frágil. Puede romperse, o bien cuando una zona pierde demasiados elefantes, o bien cuando se aglomeran demasiados. El hombre hace ambas cosas. Por un lado diezma los elefantes fuera de los parques, y por otro fomenta la superpoblación dentro de ellos. Por consiguiente, esta difícil situación ilustra lo que caracteriza a las extinciones provocadas por el hombre: no tienen una finalidad ecológica, sino que son provocadas por el egoísmo, sin apenas preocuparse por las consecuencias, y además, demuestran que el hombre imperfecto y egoísta no está capacitado para administrar este planeta.

La lucha por salvarlos Hay quienes luchan por frenar el curso de la matanza. Organizaciones “conservacionistas” y una docena de gobiernos están haciendo un último esfuerzo por proteger al elefante. Pero no todos concuerdan en lo que deben hacer. Por ejemplo, un grupo ha decidido no intentar que se prohíba el comercio internacional de marfil, pues opina que semejante prohibición solo activaría el tráfico ilegal y lo haría más difícil de controlar. Al fin y al cabo, la prohibición impuesta contra el comercio de los cuernos de rinoceronte no ha logrado impedir que este se encamine precipitadamente a la extinción. Sin embargo, en junio de 1989, varios grupos “conservacionistas” pidieron que se pusiese fin al comercio del marfil. Tres días después, el presidente estadounidense George Bush declaró ilegales las importaciones de marfil, y parece inminente la prohibición de este tipo de comercio a nivel mundial.

Cierto grupo espera conservar solo unos doscientos mil o trescientos mil elefantes, por medio de apartar unas cuantas docenas de lugares para protegerlos. Y también espera refrenar el comercio del marfil, apelando al egoísmo del hombre, al convencer a los residentes locales de que los elefantes pueden traer más dinero a una zona si se refrena la caza furtiva. El programa ha dado algunas señales de éxito.

Pero si la supervivencia de los elefantes depende del egoísmo del hombre, ¿hasta qué grado están seguros? ¿No es el egoísmo humano lo que los está amenazando? Al fin y al cabo, el comercio del marfil continúa floreciendo, se sigue sacrificando a estas gigantescas criaturas para suministrar al mundo figuritas, alhajas y chucherías, y se calcula que el 80% de ese marfil se ha conseguido por medios ilegales. El gobierno de Kenia ha tenido que suspender o despedir a casi cuatro docenas de guardas que no pudieron resistir la tentación de todo ese dinero y colaboraron en secreto con los cazadores furtivos. ¿Quién podría negar que esta generación ha visto cómo la humanidad ha llegado al colmo del egoísmo? A medida que la humanidad está cada vez más obsesionada consigo misma, el mundo está cada vez menos seguro.

Afortunadamente, la Biblia ofrece una esperanza mucho mejor para nuestro planeta y su fauna. Nos dice que el Creador pronto restaurará la Tierra a la condición que originalmente se proponía para ella: un paraíso global en el que prevalecerá la paz. La guerra del hombre motivada por los elefantes y por todas las demás maravillas del medio ambiente habrá terminado por fin. (Isaías 11:6-9.)

[Reconocimiento en la página 16]

Cortesía de Clive Kihn

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