Una carta a mamá y papá
¿Qué valor tienen unos buenos padres? La siguiente carta que un hijo adulto escribió a sus padres lo muestra:
“Queridos mamá y papá:
”Han pasado más de dieciséis años desde que dejé el hogar, por lo que quizás les parezca un poco extraño recibir ahora una carta de este tipo. Pero, después de pensarlo mucho, me pareció necesario escribirla. Hace años, cuando me marché, me llevé una serie de cosas sin pedir permiso. Quizás ni siquiera hayan notado que faltaban. Es más, me las llevé con tanto disimulo que no me di cuenta de que las tenía hasta pasados unos años. Son estas:
”Amor a la rectitud: ¡Cómo me ha protegido!
”Amor a la gente: Su estatura, figura o color no cuentan. Solo importa lo que hay en el interior.
”Honradez: Confórmate con lo que poseas; es preferible que lo compartas con los demás, y no tomes lo de otros.
”Determinación: En los momentos más difíciles me ha ayudado a salir adelante.
”Paciencia: ¡Fueron tan amables, pacientes y amorosos conmigo! Nunca se dieron por vencidos.
”Disciplina: Nunca fueron ni demasiado severos ni demasiado blandos conmigo. Pero entonces no lo sabía. ¿Me perdonan?
”Libertad: Libertad del dolor con el que han crecido muchos otros niños, infligido por padres que abusan de ellos física, mental y emocionalmente. Siempre pensaron en lo mejor para mí y me protegieron del peligro. Nunca olvidaré lo que han hecho por mí.
”Amor a las cosas sencillas: Las montañas, los ríos, el cielo azul, las excursiones, las acampadas... Hicieron que la vida fuese tan divertida. Otros padres difícilmente podrían haber hecho más. Y nunca pareció molestarles en lo más mínimo.
”Prudencia: No te apresures a creer todo lo que oigas. Pero cuando lo creas, apégate a ello, sin importar lo que sea.
”La verdad de la Palabra de Dios: Es lo más importante de todo. Es mi herencia. El dinero, las casas, los yates u otras posesiones no pueden compararse con ella. Me dará lo más importante: la vida eterna.
”Es muy difícil valorar las cosas que he mencionado. No tienen precio. Las he utilizado muchísimo. Y quiero seguir haciéndolo si no he de devolverlas. Espero, si no les parece mal, pasárselas a mis hijos. Sé que les serán tan útiles a ellos como me han sido a mí. Siempre les diré de quién las obtuve: de los abuelos.
”Su hijo,”
(Sin firma, por voluntad del autor.)