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  • Las hermosas orquídeas
  • ¡Despertad! 1992
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¡Despertad! 1992
g92 8/12 págs. 16-18

Las hermosas orquídeas

“PINTA bambú cuando estés enfadado; orquídeas cuando seas feliz.” Este proverbio chino refleja una pasión milenaria entre las orquídeas y los floricultores y artistas orientales que las han inmortalizado.

Las orquídeas son, sin duda alguna, flores fascinantes, pero su encanto singular no se valoró en Occidente hasta hace relativamente poco tiempo. De hecho, su cultivo comenzó de forma casi accidental.

A principios del siglo XIX, William Cattley, un importador de plantas tropicales, se fijó en unas raíces tuberosas que se utilizaban como material de embalaje. Por curiosidad las plantó en su invernadero y poco más tarde en ese mismo año fue recompensado con una magnífica orquídea de color malva. Otros floricultores europeos comprendieron enseguida las posibilidades comerciales de unas flores tan extraordinarias.

No tardó mucho tiempo en iniciarse una búsqueda intensa de estos tesoros tropicales. Recorrieron las selvas en busca de especies raras, muchas de las cuales no sobrevivieron al largo viaje marítimo hasta Europa. Las que lo consiguieron, se vendieron a precios muy elevados. En 1906 se pagó en Londres durante una subasta la suma de 1.150 guineas (unos 100.000 dólares [E.U.A.] al cambio actual) por un solo ejemplar. Los precios bajaron de forma notable con la aparición de híbridos de cultivo artificial. Pero incluso en la actualidad un coleccionista puede pagar hasta 25.000 dólares por un nuevo híbrido.

¿Qué hace que las orquídeas sean tan especiales? Quizás sea la interminable variedad de formas y colores que presentan, ¿o será su belleza sutil, o esa atracción exótica tan difícil de definir? Sea cual sea el motivo, es lo suficientemente poderoso como para sustentar un creciente comercio internacional de orquídeas.

Por lo general, los floricultores prefieren cultivar las especies tropicales, que son las más llamativas, pero la mayoría de las orquídeas son flores humildes que pasan inadvertidas. Algunas orquídeas son tan pequeñas que tienen una anchura de tan solo dos milímetros.

Se pueden encontrar orquídeas silvestres en los desiertos, pantanos y cumbres de las montañas, desde las húmedas selvas tropicales hasta la inmensidad estéril del Ártico. Muchas crecen en los árboles, aunque algunas escogen un cactus o una raíz de manglar como anfitrión. Pero las orquídeas no son parásitos; simplemente necesitan el árbol para apoyarse, de modo que sus raíces aéreas puedan absorber la humedad atmosférica.

Aparte de su variedad, las orquídeas se destacan también por sus métodos singulares de propagación. Una sola cápsula de orquídea —maravilla de embalaje natural⁠— puede contener hasta dos millones de semillas diminutas, que el viento puede esparcir por todas partes. A diferencia de la mayoría de las semillas, no tienen un abastecimiento nutritivo interno, de modo que su germinación depende de que hallen hongos que les suministren algunos de los nutrientes necesarios.

Para que la flor dé semillas, primero ha de ser polinizada, normalmente por un insecto. ¿Qué atrae al insecto hasta la flor? Las orquídeas no pueden ofrecer polen al visitante como alimento, y no todas las especies tienen néctar. ¿Cuáles son sus encantos predilectos? Belleza, aroma y mimetismo, o propiedad de imitar.

Atraídos por la belleza

Los floricultores llevan más de cien años afanándose por desarrollar híbridos a partir de especies silvestres atractivas. En la actualidad hay registradas más de 75.000 variedades.

La belleza resulta práctica para la orquídea silvestre. La atractiva flor sirve para llamar la atención de los polinizadores. El gran pétalo central, o labelo, con frecuencia el de coloración más viva, constituye una llamativa pista de aterrizaje para un invitado con alas.

Las brillantes flores atraen a las abejas, avispas, mariposas y colibríes, y las líneas paralelas en los pétalos de muchas orquídeas sirven como señales que indican al visitante cómo encontrar la comida: el néctar, en algunas especies. Pero en el mundo de los insectos, la belleza no lo es todo.

Un aroma irresistible

La visión general de un insecto no es muy aguda, por lo que podría pasar por delante de una flor sin reparar en su belleza. Un aroma atrayente, en cambio, es irresistible. El aroma puede parecerse al del insecto hembra. Se dice que algunas orquídeas tienen un olor de avispa hembra más fuerte que el de las propias avispas.

El aroma no es siempre tan delicado. Algunas orquídeas apestan a materia en descomposición. Sin embargo, este olor también resulta eficaz. Ninguna mosca que se precie puede pasarlo por alto. Y por si el olor no fuera suficiente, se puede emplear un atavío eficaz para aumentar el fraude olfativo.

Mimetismo inteligente

Cuando el viento mece suavemente a las orquídeas del género Oncidium, se parecen tanto a uno de los insectos enemigos de la abeja que esta se abalanza contra la orquídea en un intento de ahuyentar a su “adversario”. Durante el proceso, recoge involuntariamente un pequeño paquete de polen de la orquídea.

Por otra parte, las orquídeas del género Ophrys, llamadas “flor de abeja”, parecen amigas más bien que enemigas. Huelen como abejas y se parecen a ellas. La abeja macho visita una flor, confundiéndola con una hembra, y para cuando el desventurado pretendiente descubre el engaño, los polinios (pequeñas masas de polen) se han pegado a su cuerpo. La siguiente orquídea que le engaña (se puede engañar a una abeja dos veces) será entonces polinizada debidamente.

Tributo al Creador

Tal asombrosa variedad y complejidad de mecanismos constituye un testimonio vivo de la sabiduría del Creador. De seguro ni la casualidad ciega ni la simple necesidad originaron estas maravillas.

Jesucristo mencionó otra lección que podría aprenderse de esta belleza floral. “Fíjense cómo crecen las flores del campo”, dijo él. “Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como una de ellas. Pues si Dios viste así a la hierba [...], ¡con mayor razón los vestirá a ustedes [...]!” (Mateo 6:28-30, Versión Popular, 1979.)

Podemos esperar ilusionados el tiempo en que el hombre, a su vez, cuidará de las preciadas orquídeas de la Tierra. Faltan todavía por descubrirse miles de especies tropicales y ¡quién sabe los secretos y sorpresas que encierran! Pero, sin importar su forma o color, no hay duda de que aumentarán aún más nuestro aprecio por la belleza y variedad de la creación. (Compárese con Isaías 35:1, 2.)

[Fotografías en las páginas 16-18]

1. Cattleya (híbrido)

2. Cattleya (híbrido)

3. Vanda (híbrido)

4. Phalaenopsis (híbrido)

5. Cattleya (híbrido)

6. Phalaenopsis (híbrido)

7. Vanda (híbrido)

8. Phalaenopsis

9. Phalaenopsis (híbrido)

10. Cattleya auriantiaca

[Reconocimientos]

Fotos 1, 2, 4-6, 8-10: Cortesía de Jardinería Juan Bourguignon, Madrid (España)

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