Asesinos sueltos
MARGARET buscó desesperadamente un remedio eficaz para su hijo Tito cuando este contrajo la malaria. Se le administraron tres medicamentos, entre ellos la cloroquina, un fármaco muy alabado. Sin embargo, el niño murió cuando solo tenía nueve meses.
Tragedias como esta suceden con mucha frecuencia en Kenia, el país natal de Margaret. La revista “Newsweek” dice: “En esta parte del mundo, el mosquito ‘Anopheles gambiae’ —la principal especie de mosquito portador de la malaria— aumenta en número, pero los niños no. El 5% de ellos mueren víctimas de la malaria antes de llegar a la edad escolar”.
En 1991 un guardia y doce reclusos fallecieron en el estado de Nueva York (E.U.A.) a causa de la tuberculosis. “Vamos a controlarla en las prisiones —dice el Dr. George DiFerdinando, hijo—, pero la verdadera cuestión es: ¿cómo vamos a hacerlo ahora que se ha establecido en la comunidad?”
La Organización Mundial de la Salud informa que 1.700 millones de personas —casi la tercera parte de la población mundial— son portadoras de la bacteria de la tuberculosis. Anualmente a ocho millones de ellas se les declara la enfermedad, y tres millones mueren.
En un hospital de Nueva York nació una niña con once semanas de antelación; pero esa no era la única complicación. La piel descamada de las manos, las llagas de los pies y el tamaño exagerado del hígado y el bazo eran prueba irrefutable de que había contraído la sífilis en la matriz de la madre.
“La enfermedad provoca daños tan graves en algunos fetos mientras están en la matriz, que algunos niños nacen muertos —dice el periódico “The New York Times”—; otros mueren a poco de nacer, algunos con graves lesiones en la piel que se abren durante el parto.”
La malaria, la tuberculosis y la sífilis son tres enfermedades que hace unas décadas se creían controladas y casi erradicadas. ¿Por qué se está produciendo esta devastadora reaparición?