Análisis de una discusión
ELLA necesita desahogarse. Él quiere dar soluciones. Aunque a través de la historia millones de discusiones matrimoniales han tenido tonos muy diversos, lo normal es que solo sean variaciones de unos cuantos temas básicos. Comprender la opinión o el estilo de comunicación distinto de su cónyuge puede ayudarle a reducir el devastador incendio forestal de una discusión a simples ascuas calientes en la chimenea de un hogar feliz.
“¡No controles mi vida!”
Puede que el estereotipo de la mujer dominante y criticona sea la experiencia de más de un esposo, que se encuentra a cada momento maniatado por consejos, peticiones y críticas. La Biblia reconoce tales sentimientos cuando dice: “Las contiendas de una esposa son como un techo con goteras que ahuyenta a uno”. (Proverbios 19:13.) La esposa quizás le pida a su esposo algo a lo que él se opone en silencio por razones que ella desconoce. Pensando que no la ha escuchado, insiste, diciéndole además lo que tiene que hacer. Él se opone todavía más. ¿Se trata de una esposa criticona y de un esposo arrogante, o simplemente de dos personas que no se han comunicado con suficiente claridad?
Desde el punto de vista de la esposa, la mejor forma de expresar amor a su marido es ofreciéndole consejo útil. Sin embargo, él opina que ella le está dando órdenes y que da a entender que es un incompetente. Cuando ella dice: “No olvides el maletín”, quiere mostrar su interés, asegurarse de que lleva todo lo que necesita, pero a él le recuerda cuando su madre le gritaba desde la puerta: “¿Llevas los guantes?”.
Puede que la esposa esté agotada y diga de forma amable: “¿Te apetece que cenemos fuera esta noche?”, cuando lo que en realidad quiere decir es: “¿Por qué no me llevas a cenar fuera esta noche?; estoy demasiado cansada para cocinar”. Pero su querido esposo puede que escoja ese momento para alabar su forma de cocinar e insistir en que prefiere su comida a cualquier otra. O quizás piense: ‘Intenta manipularme’. Mientras tanto, la esposa tal vez se pregunte resentida: ‘¿Cómo es posible que no se dé cuenta?’.
“¡No me quieres!”
“¿Cómo puede pensar así? —exclama el esposo frustrado y perplejo—. Trabajo, pago las cuentas y de vez en cuando hasta le traigo flores.”
Si bien todos los humanos necesitan sentirse amados, la mujer tiene una necesidad especial de que se lo repitan a menudo. Quizás no lo diga, pero en su interior puede que se sienta como una carga inútil, sobre todo si su ciclo menstrual le ocasiona depresión temporal. Es posible que en tales ocasiones su esposo la deje sola, pensando que necesita tiempo para ella. La esposa tal vez interprete su alejamiento como una confirmación de sus peores temores: él ya no la quiere. Quizás le hable con aspereza e intente forzarlo a que la ame y la apoye.
“Cariño, ¿qué te pasa?”
La manera que tiene el hombre de resolver un problema preocupante posiblemente sea buscar un lugar tranquilo para meditar sobre él. La esposa pudiera intuir la tensión y reaccionar de forma instintiva intentando sacarle de su aislamiento. Por muy buena intención que tenga, el esposo puede considerarlo una intromisión humillante. Cuando se retira para meditar en su problema, ve por encima del hombro a su fiel esposa siguiéndole con determinación y escucha esa voz persistente y amorosa que le dice: “Cariño, ¿estás bien? ¿Qué te pasa? ¿Por qué no me lo cuentas?”.
En caso de que no haya respuesta, la esposa quizás se sienta herida. Cuando ella tiene un problema, le gusta comentarlo con él, pero el hombre al que ama no quiere hacerla partícipe de sus sentimientos. Puede que llegue a la conclusión: “Ya no me quiere”. Por eso, cuando el esposo, que no sospecha nada, sale de su mundo interno contento con la solución que ha encontrado, no se encuentra a la compañera amorosa que dejó a un lado, sino a una esposa encolerizada dispuesta a enfrentarse con él por haberla relegado.
“¡Nunca me escuchas!”
La acusación parece una broma. Él piensa que no hace más que escuchar. En cambio, su esposa tiene la extraña sensación de que mientras habla todo lo que dice está siendo leído y analizado por un ordenador que resuelve un complicado problema matemático. Sus sospechas se confirman cuando en medio de una frase él dice: “Pero ¿por qué no tratas de...?”.
Cuando la esposa acude a su marido con un problema, en muchas ocasiones ni le está echando la culpa ni le pide una solución. Lo que más necesita es un oído comprensivo que escuche, no solo los hechos desnudos, sino sus sentimientos al respecto. No quiere consejo, sino una confirmación de sus sentimientos. Por eso, más de un esposo bien intencionado ha desencadenado una explosión con tan solo decir: “Cariño, no te lo tomes así, no es tan grave”.
A menudo muchas personas esperan que sus cónyuges les lean el pensamiento. “Llevamos veinticinco años casados —dijo un hombre—. Si a estas alturas no sabe lo que quiero, o es que no le importa o no presta atención.” Un escritor explica en su libro sobre la relación matrimonial: “Cuando los cónyuges no se dicen el uno al otro lo que quieren y se critican constantemente por no hacer las cosas bien, no sorprende que el espíritu de amor y cooperación desaparezca. En su lugar surge [...] una lucha por el poder, en la que cada uno intenta obligar al otro a satisfacer sus necesidades”.
“¡Eres un irresponsable!”
Puede que la esposa no se lo diga a su esposo tan abiertamente, pero su tono de voz puede comunicar la misma idea. La pregunta “¿por qué llegas tan tarde?” podría ser una simple petición de información. Sin embargo, es más probable que con su mirada acusadora y los brazos en jarras esté diciéndole a su esposo: “Tú, criatura irresponsable, me tenías preocupada. ¿Por qué no me llamaste? Eres un desconsiderado. Ahora la cena se ha echado a perder”.
Desde luego, tiene razón respecto a la cena. Pero si se suscita una discusión, ¿no corre peligro también su relación? “La mayoría de las discusiones no se producen solo porque dos personas están en desacuerdo, sino porque o bien el marido piensa que la mujer no aprueba su punto de vista o esta no está de acuerdo con el modo de hablar que emplea con ella”, comenta el Dr. John Gray.
Hay personas que opinan que en el hogar uno debe ser libre de decir lo que quiera sin restricciones. No obstante, un buen comunicador intenta llegar a un acuerdo y hacer las paces, teniendo en cuenta los sentimientos del que le escucha. Tal conversación podría compararse más o menos a servir un vaso de agua helada al cónyuge en vez de arrojárselo a la cara. Se comprende que la diferencia está en el modo de servir.
Poner en práctica las palabras de Colosenses 3:12-14 eliminará las discusiones y producirá un hogar feliz: “De consiguiente, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia. Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes. Pero, además de todas estas cosas, vístanse de amor, porque es un vínculo perfecto de unión”.
[Fotografía en la página 9]
Él defiende los hechos; ella, los sentimientos