¿Es realmente feliz la vida en las ciudades?
LOS sufridos habitantes de las ciudades de hoy buscan diferentes maneras de divertirse. Eso es precisamente lo que ofrecen ciudades como Bombay, Bangkok, Monte Carlo, San Francisco y Dallas. Y lo logran de múltiples maneras. Ahora bien, ¿puede hallarse disfrute duradero en alguna de las ciudades del mundo?
Fantasía y realidad
A principios de siglo Hollywood se convirtió en la meca del cine. Por eso a algunos les extraña escuchar que la India produce hasta ochocientas películas anuales. La revista alemana Geo indicó que “el pueblo indio está enganchado al cine”, y dijo que su adicción es “casi como una religión”. Añadió: “En ningún otro lugar se hace tan evidente que el cine se ha convertido en un sustituto del mundo real para millones de personas, que solo hallan el éxito, la riqueza, la felicidad y la justicia en la pantalla”.
Aunque casi la mitad de los filmes que se realizan en la India se producen en Madrás, en la costa este, su industria cinematográfica comenzó en la costa oeste. En 1896 los hermanos franceses Auguste y Louis Lumière, inventores de un proyector comercial, presentaron su primer éxito en el Hotel Watson de Bombay.
Bombay era un pueblo pequeño cuando los comerciantes portugueses tomaron posesión de él en 1534. El rey de Inglaterra, Carlos II, se casó con una princesa portuguesa en 1661 y recibió este pueblo como regalo de bodas. En 1668 llegó a estar bajo el control de la Compañía de las Indias Orientales, y al poco tiempo Bombay se convirtió en el puerto más importante de la India occidental.
Una enciclopedia dice que “la belleza natural de Bombay sobrepasa a la de cualquier otra ciudad de la región”. En vista de sus bellos alrededores y en conformidad con el mundo de fantasía que la industria cinematográfica de la India ha ayudado a crear —una combinación de música, baile y amor—, Bombay debería ser un lugar donde reinara la alegría.
Sin embargo, esta metrópoli cuenta con una de las densidades de población más elevadas del planeta. El hacinamiento desluce los bellos alrededores de la ciudad y hace infelices a los muchos miles de personas que viven en los barrios marginados “sin agua corriente ni saneamiento”, por lo que no tienen más remedio que “utilizar los ríos y los terrenos cercanos como retretes y lavaderos públicos”. (La Tierra: un planeta para la vida.)
En Bombay también se dan cita muchas religiones. Pero estas, en vez de ser una fuente de gozo, han provocado en la India graves disturbios religiosos, que tan solo en Bombay han causado la muerte de centenares de personas en los dos últimos años.
No es oro todo lo que reluce
San Francisco también es una ciudad de gran belleza natural. Debe su fama a sus colinas, su bahía, una de las más hermosas del mundo, y sus puentes, en especial el Golden Gate, que cruza la entrada a la bahía. Raro es el visitante que no queda impresionado al verlo.
En 1835 se fundó la población de Yerba Buena, rebautizada en 1847 con el nombre de San Francisco. Un año más tarde se descubrió oro en las proximidades, lo que dio comienzo a la fiebre del oro en California. Lo que hasta entonces había sido un pueblo de unos cuantos cientos de habitantes se convirtió de la noche a la mañana en una próspera ciudad fronteriza. Claro que también ha tenido problemas, como el devastador terremoto y posterior incendio de 1906.
Algo que ha contribuido a la popularidad de San Francisco es su sabor internacional. Dentro de sus límites, comenta la publicación The European, se reúnen “mundos que difieren mucho, tanto en ambiente como en apariencia”. En San Francisco están representadas diversas comunidades de Europa y Asia, como por ejemplo, la china, una de las mayores fuera de Asia. Por otro lado, sus pobladores hispanohablantes resaltan el origen mexicano de la ciudad.
Varios centenares de especialistas en turismo eligieron recientemente a San Francisco como la “ciudad ideal”, alabando su “característica mezcla de amistad, refinamiento y tolerancia”. Cierto periodista escribió: “Si algo caracteriza el norte de California y la ciudad donde vivo es la tolerancia con todo tipo de conducta, algo que confunde e irrita a la gente de otras partes del país”.
Su vida bohemia ha aparecido en multitud de ocasiones en los titulares de los periódicos. En la década de los sesenta, a muchas personas les molestó ver a jóvenes hippies rindiendo tributo al “amor” y a la “paz” antes de sumirse en una deplorable vida de drogas y promiscuidad sexual. Y la ciudad cuenta con una de las mayores comunidades de homosexuales del país.
El sida ha golpeado con fuerza en San Francisco. Un periódico alemán dice que la epidemia es la “crisis más grave” de la ciudad desde el terremoto y el incendio de 1906, a lo que añade que su “atmósfera de alegría parece haberse perdido para siempre”. La ciudad del Golden Gate ha tenido que afrontar una dura realidad: el brillo “áureo” de sus estilos de vida, antaño tan prometedores, ha perdido su esplendor ante los graves problemas que padece.
Más perdedores que ganadores
En Monte Carlo, por largo tiempo paraíso de los ricos y de la elite de la sociedad, se encuentra una de las casas de juego más famosas del mundo. Desde su inauguración, en 1861, ha sido una popular parada para los turistas. Varios casinos están a la disposición de los que creen que ganar en el juego les hará permanentemente felices. Pero en el juego son muchos más los perdedores que los ganadores.
Monte Carlo se encuentra en la Riviera francesa y pertenece al Principado de Mónaco, un pequeño país de unos dos kilómetros cuadrados que fue habitado en la antigüedad por los romanos. En 1297 la aristócrata familia italiana de los Grimaldi se adueñó del territorio. Tras perder la independencia, primero ante España y después ante Francia, se devolvió el principado a los Grimaldi en 1814.
En 1992 Rainiero III, de la casa de los Grimaldi, expresó su preocupación por el bienestar de sus súbditos. Después de observar que “el 40% de los petroleros del mundo pasan por el Mediterráneo”, añadió: “Está ciento cincuenta veces más contaminado que el mar del Norte. El 80% de los desagües que vacían en el mar lo hacen sin ningún tipo de depuración previa”.
A pesar de los problemas, “ningún otro centro turístico evoca tan rápidamente —dice The European— una imagen de diversión y desenfreno al antiguo estilo con la simple mención de su nombre”. Algo que ha contribuido a esta imagen son los casinos, los museos, el lujoso club náutico, la famosa carrera automovilística (se la ha llegado a catalogar como la mejor y de mayor atractivo del mundo), así como su teatro de la ópera. Sin embargo, no es solo la cultura lo que atrae la riqueza a Monte Carlo; el lugar ofrece interesantes ventajas fiscales.
Aun así, el dinero y la cultura no pueden garantizar la felicidad permanente. El inglés Charles Wells consiguió hacer saltar la banca del casino de Monte Carlo en 1891, pero a pesar de su ‘buena suerte’, con el tiempo terminó en la cárcel. Y en una ciudad famosa por las emociones de las carreras de automóviles y lanchas, es una triste ironía que la esposa del príncipe Rainiero, la princesa Grace, muriese en 1982 en un accidente de tráfico, y que el esposo de su hija mayor falleciera en accidente durante una carrera de motonáutica en 1990.
Cultura made in U.S.A.
Aunque críticos de la cultura popular estadounidense, parece que muchos europeos hacen suya gran parte de ella. Por ejemplo, durante años han visto con agrado en la televisión las escenas de intriga y escándalos familiares de la serie Dallas. Un periódico alemán alabó la serie por “satisfacer una necesidad emocional” y por impartir “una idea de seguridad, confianza y sentido de propiedad”.
La revista Time fue menos lisonjera. Observó que el programa “atribuía rango de religión secular al consumismo voraz [...]. Introdujo a los telespectadores en los codiciosos años ochenta, convirtiendo en ídolo a un hombre que se hizo rico con el negocio petrolífero de Texas”.
Cuesta pensar que la imagen que la serie ofrecía de la ciudad que le daba nombre fuera la que concibió el abogado y comerciante John Bryan cuando en 1841 fundó un puesto comercial al que llamó Dallas, probablemente en honor del vicepresidente George Dallas. Esta ciudad es un importante centro de transportes y comunicaciones, financiero e industrial, que acoge a más compañías petrolíferas que ninguna otra urbe de Estados Unidos. Ciertamente “Big D”, como se la llama en Estados Unidos, es una próspera metrópoli.
Como la prosperidad suele ser sinónimo de felicidad, puede haber quien piense que Dallas es una ciudad alegre. Sin embargo, la prosperidad no evita que ocurran sucesos desagradables. El 22 de noviembre de 1963 fue asesinado allí John F. Kennedy, el 35 presidente de Estados Unidos.
El crimen, tan común en las grandes ciudades, es uno de los problemas de Dallas que hace infeliz a la gente. Otro lo constituye la tensión racial y cultural. En esta, como en cualquier otra ciudad compuesta de una sociedad multirracial y multicultural, existe el peligro constante de la violencia, como se vio en los recientes disturbios raciales de Los Ángeles y los de origen religioso ocurridos en Bombay.
Se ahoga en su propio éxito
Por sus numerosos canales, se ha llamado a Bangkok “la Venecia de Oriente”. Sin embargo, gran parte de los canales han sido reemplazados por carreteras, y a pesar de eso un informe dice que “un conductor típico se pasa el equivalente a cuarenta y cuatro días al año mirando al parachoques del automóvil que va delante del suyo”.
El rey Rama I no conocía estos problemas cuando en 1782 convirtió un pequeño pueblo en su capital, a la que llamó Krung Thep, que significa “Ciudad de los Ángeles”. Después de construir el Gran Palacio, el resto de la ciudad se edificó alrededor de él en armonía con la creencia tai de que este era el centro del universo. Durante la II Guerra Mundial, Bangkok sufrió grandes daños debido a los bombardeos. Pese a su nombre y sus hermosos templos, no hubo ninguna prueba de protección angélica.
Aunque está ubicada a unos 30 kilómetros del golfo de Siam, Bangkok se convirtió en un puerto gracias al dragado del río Chao Phraya, que la atraviesa. El río se desborda con frecuencia e inunda varias partes de la ciudad, algunas de las cuales se encuentran a tan solo 60 centímetros sobre el nivel del mar. Sin embargo, en la actualidad se reconducen los desbordamientos por medio de un canal de desvío, lo que ha contribuido a aliviar la situación. Otro problema lo constituyen los miles de pozos artesianos, que han provocado una disminución en el nivel de las aguas subterráneas. Desde 1984 la ciudad se está hundiendo a una media de 10 centímetros al año.
El aumento de su población, que ya sobrepasa los cinco millones de personas, junto con una relativa prosperidad económica, debería ser una causa de alegría. Además, todos los años se recibe la visita de millones de turistas, que suponen una gran fuente de ingresos. Pero estos beneficios se consiguen en parte en detrimento de su reputación, ya que lo que atrae a muchos de sus visitantes es la facilidad para obtener favores sexuales baratos en los prostíbulos de Bangkok. Por esta razón, hoy se conoce a la ciudad como la capital oriental de la lujuria.
Ni siquiera acontecimientos alegres, como la celebración del bicentenario de la ciudad, con desfiles florales, exhibiciones históricas, ceremonias reales, bailes típicos y fuegos artificiales, pueden borrar la tristeza que se respira en ella. La revista Newsweek dijo que se estaba “ahogando en su propio éxito”.
Cómo hallar el verdadero gozo
En realidad, ¿qué pueden ofrecer los centros de entretenimiento del estilo de las ciudades citadas? A lo sumo, placer pasajero, mas no felicidad perdurable. La única manera de alcanzar esta es por medio del espíritu de Dios, uno de cuyos frutos es el gozo. (Gálatas 5:22.)
Por lo tanto, no busque en vano: ni en los estudios cinematográficos de Bombay, ni en los casinos de Monte Carlo, ni en los diferentes estilos de vida de San Francisco, ni en la aparente prosperidad de Dallas, ni en los antros de prostitución de Bangkok encontrará la felicidad duradera. En próximos números veremos dónde se puede hallar.
[Fotografías en la página 25]
San Francisco (E.U.A.)
Bombay (India)
[Fotografía en la página 26]
Bangkok (Tailandia)