“La ciencia aprende de la naturaleza”
ESTE titular apareció en The New York Times del 31 de agosto de 1993. El artículo destacaba que cada vez son más los científicos dedicados a la búsqueda de nuevos materiales que se han puesto a investigar el campo de la biomimética. El Times la definió como “el estudio de la estructura y función de los materiales biológicos como modelos para crear otros materiales de forma artificial”.
El artículo reconocía que los animales marinos inferiores y las arañas elaboran materiales de calidad superior a las sustancias similares que fabrican los científicos en la actualidad. Por ejemplo, la oreja de mar extrae del agua carbonato cálcico, el componente en polvo de la tiza, y fabrica láminas microfinas. Posteriormente las cementa con una mezcla de proteínas y azúcares. El Dr. Mehmet Sarikaya dice que la estructura de la concha es treinta veces más fuerte y sólida que el carbonato cálcico que se obtiene normalmente en los laboratorios, y admite: “No contamos con la tecnología necesaria para fabricar estratos de material tan finos como los de las conchas marinas”.
De igual forma, la seda de la tela de araña es más fuerte que el acero y más duradera que el nailon. Los científicos la estudian con la esperanza de conseguir fibras más fuertes que el kevlar, una sustancia sólida que se utiliza para hacer chalecos antibalas. Sin embargo, el hombre no ha logrado repetir todavía los complejos procesos de manufactura de la araña.
“Las arañas fabrican la seda utilizando agua como disolvente al aire libre, a temperatura y presión ambientales, y la seda pasa por todas estas etapas hasta convertirse en una tela de gran resistencia, estable e hidrófuga —comentó el Dr. Christopher Viney, de la Universidad de Washington en Seattle—. En cambio, para fabricar una fibra resistente como el kevlar, es necesario utilizar ácido sulfúrico concentrado a mucha presión.” En consecuencia, este científico admite: “Tenemos mucho que aprender”.
Piense en ello: si la tecnología humana más avanzada es incapaz de fabricar lo que las criaturas marinas inferiores y las arañas pueden conseguir, ¿no sería razonable creer que estas criaturas son el producto de una inteligencia superior? Por consiguiente, sería de sabios atribuir el mérito al Gran Artífice, cuyo trabajo se esfuerzan por imitar los científicos de hoy, por su incomparable ingenio al llenar la Tierra con sus producciones. (Salmo 104:24.)