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  • ¿Deberían cursarse más estudios, o no?
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¡Despertad! 1994
g94 22/8 págs. 4-6

¿Deberían cursarse más estudios, o no?

¿CUÁNTA educación escolar se necesita para mantenerse? La respuesta depende del país donde se viva. Parece que en muchos lugares ahora se necesitan más estudios para poder ganarse la vida que hace unos años. En algunos casos, la educación mínima exigida por la ley no basta.

Probablemente esta sea la razón por la que cada vez más jóvenes optan por seguir estudiando al terminar la educación obligatoria en lugar de buscar empleo. Desde luego, los beneficios parecen atractivos. El periódico The New York Times cita un informe del Instituto de Política Económica según el cual, “entre 1979 y 1987, los trabajadores varones que solo tenían diplomas de enseñanza secundaria vieron reducido su salario en un 7,4%, mientras que los universitarios vieron aumentar el suyo en un 7%”.

Los universitarios reciben títulos que les pueden abrir las puertas a diferentes oportunidades de empleo. William B. Johnston, importante investigador del Instituto Hudson, dice: “El título universitario, o solo la prueba de haber asistido a la universidad, se ha convertido en la mejor garantía de empleo de la nación”.

Por otro lado, hay que reconocer que son muchos los universitarios que pugnan por encontrar empleo, y no tienen asegurados sus puestos de trabajo. “La mayor parte de mis amigos que se graduaron al mismo tiempo que yo no tienen trabajo”, dice Karl, de 22 años. A Jim, un hombre de 55 años que se graduó de una prestigiosa universidad con la máxima calificación, le despidieron en febrero de 1992. Su diploma no le sirvió para evitarlo ni le ayudó a encontrar un trabajo estable. “Resulta que has edificado sobre arena”, dice él.

Al igual que Jim, bastantes universitarios se han encontrado en lo que la revista U.S.News & World Report denomina “el purgatorio del oficinista”: son demasiado jóvenes para jubilarse y demasiado viejos para que otra empresa los contrate.

Por consiguiente, si bien la educación universitaria puede proporcionar beneficios, obviamente no es una panacea; tampoco la única opción. Herbert Kohl escribe lo siguiente en el libro The Question Is College (El dilema de ir o no a la universidad): “Hay muchos individuos prósperos que nunca fueron a la universidad y muchos trabajos decentes que no requieren un título universitario”. Cierta empresa importante, por ejemplo, contrata a personas que no han estado en la universidad para puestos que suelen ocupar los universitarios. En lugar de buscar títulos, la compañía busca aspirantes que demuestren que pueden desempeñar bien el trabajo. “Nuestra opinión es que una vez encontrada esa persona —dice un portavoz—, podemos enseñarle las técnicas específicas del trabajo.”

En efecto, muchos han ganado lo suficiente para mantenerse a sí mismos y mantener a su familia sin un título universitario. Hay quienes han seguido algún curso en una escuela de formación profesional, una escuela técnica o algún otro centro, con una mínima inversión de tiempo y dinero.a Otros han aprendido un oficio o un servicio de reparaciones sin ningún tipo de enseñanza especializada. Se han ganado la reputación de ser serios en su trabajo y han logrado conservar un empleo estable.

Un punto de vista equilibrado

Por supuesto, ningún tipo de educación —ni la universitaria ni ninguna otra enseñanza suplementaria— garantiza el éxito. Además, la Biblia indica acertadamente que “la escena de este mundo está cambiando”. (1 Corintios 7:31.) Lo que hoy tiene gran demanda, mañana puede carecer de valor.

Por consiguiente, quien esté pensando en continuar sus estudios haría bien en sopesar con cuidado los pros y los contras. “¿Puedo costeármelos? ¿Qué clase de entorno y de compañías tendré? ¿Me impartirán esos cursos una formación práctica que me permita ganarme el sustento? ¿Podré mantener a una familia si algún día me caso?” De acuerdo con la responsabilidad que la Biblia coloca en los padres, estos pueden ayudar a sus hijos con sus valiosos consejos. (Deuteronomio 4:10; 6:4-9; 11:18-21; Proverbios 4:1, 2.) Si se está pensando en los beneficios económicos o de cualquier otra índole que puede aportar una educación suplementaria, es oportuno considerar las siguientes palabras de Jesús: “¿Quién de ustedes que quiere edificar una torre no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo suficiente para completarla?”. (Lucas 14:28.)

En efecto, la cuestión de procurarse una educación suplementaria o no es una decisión que exige análisis cuidadoso. El cristiano siempre tendrá presentes las palabras de Jesús que se encuentran en Mateo 6:33: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de [su Padre celestial], y todas estas otras cosas les serán añadidas”. Los cristianos verdaderos no miran despectivamente ni tratan como si fuesen inferiores a los que no han cursado más estudios, ni tampoco excluyen ni rechazan como arrogantes a los que sí lo han hecho. El apóstol Pablo escribió: “¿Quién eres tú para juzgar al sirviente de casa ajeno? Para su propio amo está en pie o cae. En verdad, se le hará estar en pie, porque Jehová puede hacer que esté en pie”. (Romanos 14:4.)

Jesús reflejó esta postura equilibrada. No menospreció a los que eran “iletrados y del vulgo”, ni se retuvo de escoger a Pablo, un hombre muy instruido, para llevar a cabo una importante obra de evangelización. (Hechos 4:13; 9:10-16.) En cualquiera de las dos situaciones, hay que mantener la educación en su debido lugar, como se indicará en el siguiente artículo.

[Nota a pie de página]

a Los programas de educación suplementaria varían de un lugar a otro. Para saber cuáles están disponibles donde usted vive, puede pedir información en escuelas, bibliotecas u oficinas de empleo estatales.

[Recuadro en la página 5]

Educación suplementaria

La Atalaya del 1 de noviembre de 1992 comentó lo siguiente respecto a los testigos de Jehová y el ministerio de tiempo completo: “En muchos países el nivel de educación que se requiere para ganar un sueldo razonable hoy día por lo general tiende a ser más alto que hace unos años. [...] Es difícil encontrar empleos que paguen sueldos razonables si el joven solo ha recibido la educación mínima requerida por [la] ley [...].

”¿Qué se quiere decir por ‘sueldos razonables’? [...] El sueldo pudiera considerarse ‘suficiente’ si basta para llevar una vida decente a la vez que permite el tiempo y las fuerzas que se requieren para cumplir con su ministerio cristiano.”

Por eso La Atalaya añadió: “No debemos fijar reglas rigurosas ni a favor ni en contra de recibir más educación”.

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