De nuestros lectores
La depresión
Cuando vi por primera vez su revista sobre “¡Usted puede vencer la depresión!” (22 de octubre de 1987), lo primero que pensé fue: “¡Oh, no! Otra vez un artículo diciendo que todo lo que uno tiene que hacer es pensar en cosas alegres y tener siempre una sonrisa en los labios, y todo desaparecerá”. Me diagnosticaron un trastorno afectivo estacional (S.A.D.), así que, cuando lo vi mencionado en su artículo, ¡me alegré muchísimo! En especial les agradezco lo que dijeron después de describir dicho trastorno: “Por todo lo considerado, puede apreciarse que la depresión no es solo una cuestión ‘mental’”.
E. G., Estados Unidos
Educación universitaria
Discrepé de lo expuesto en su artículo “Una educación universitaria, ¿qué preparación provee?” (8 de enero de 1987) y también de la carta que apareció en el número del 22 de agosto de 1987. Conozco personalmente a jóvenes que han asistido a la universidad y que tienen un empleo que les satisface, además de un matrimonio cristiano firme. La vida no consiste solo en aprender cosas prácticas. Cuando caminamos por el bosque, miramos las estrellas, aprendemos a jugar al tenis o leemos un libro de arte, no estamos haciendo nada práctico, pero estas cosas pueden enriquecer muchísimo nuestras vidas.
A. J. M., Estados Unidos
Su artículo sobre la educación universitaria me molestó. Concuerdo con el lector que decía que era injusto y parcial, y también estoy de acuerdo con la respuesta que ustedes dieron (8 de noviembre de 1987). La universidad tiene unos aspectos positivos y otros negativos. El que una persona tenga éxito en la universidad o en una organización religiosa depende de a qué grado aplica personalmente lo que ha aprendido.
T. M., Estados Unidos
Estamos de acuerdo en que se pueden derivar muchos beneficios del mayor conocimiento que las instituciones de educación superior ofrecen. Al mismo tiempo, no desestimamos los beneficios que ha recibido la sociedad de hombres como Thomas Edison y Henry Ford, quienes tenían poca o ninguna educación formal. No condenamos la llamada educación superior como tal, e insistimos en lo que dijimos anteriormente, que el ir a la universidad es un asunto que cada uno tiene que decidir por sí mismo. Al mismo tiempo, nos vemos obligados a señalar los peligros del ambiente universitario.
En primer lugar, aunque puede que haya excepciones, la educación universitaria, por lo general, tiende a minar la fe en Dios en favor de las filosofías humanas.
En segundo lugar, la educación universitaria normalmente pone el énfasis en alcanzar una buena posición en el mundo y éxito material, contrario a lo que Jesús y el apóstol Juan aconsejaron. (Mateo 6:19-21, 25-34; 1 Juan 2:15, 16.)
En tercer lugar, el ambiente que suele reinar en las universidades engendra un espíritu de independencia y de permisividad que resulta en inmoralidad sexual y en abuso de las drogas, algo que para muchos jóvenes puede ser difícil de resistir. Animamos a los jóvenes a que continúen adquiriendo conocimiento, especialmente el que se encuentra en la Biblia, porque este lleva a alcanzar vida eterna. (Juan 17:3.) También les animamos a que cultiven las aptitudes necesarias para llevar una vida útil y productiva, una vida que refleje las palabras de Jesús registradas en Mateo 6:33: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios”.
Y en cuarto lugar, no queda mucho tiempo. (Lucas 21:34-36; Efesios 5:15, 16.) La mejor manera de aprovecharlo es sirviendo a nuestro Creador.—La dirección.