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  • El excepcional monte Cervino
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¡Despertad! 1996
g96 8/2 págs. 16-19

El excepcional monte Cervino

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN SUIZA

“SOLO hay UN monte Cervino en toda la Tierra; solo UNO tan bien proporcionado. ¡Es precioso!” Así se expresó Guido Rey, alpinista italiano.

Desde luego, el monte Cervino (en alemán Matterhorn), con una cumbre extraordinaria, es una de las montañas más conocidas del mundo. Probablemente la fotografía de estas páginas no sea la primera que usted haya visto de esta impresionante montaña.

El monte Cervino tiene forma de pirámide, y está situado en la frontera que se halla entre Italia y Suiza, a 10 kilómetros al sudoeste de Zermatt (Suiza), población de cuyo nombre se deriva el término alemán Matterhorn. Se alza a 4.478 metros, y entre sus dos picos media una distancia aproximada de 100 metros.

Aunque forma parte de los Alpes Centrales, el monte Cervino se yergue solo, sin ningún otro a su lado. Por eso ofrece una vista tan espléndida desde cualquier punto y es tan fotogénico.

Quienes dicen que el Cervino tiene forma de obelisco, tienen razón. Sus cuatro caras están orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, y cada una tiene su propia cima.

A pesar de su gran altura, el Cervino no siempre está cubierto de nieve. A finales de la primavera, sus escarpadas paredes rocosas de la parte superior pierden su manto de nieve y hielo bajo el calor del Sol. Pero más abajo, los glaciares del este y el noroeste forman durante todo el año un cinturón blanco alrededor de la montaña.

Muchos admiradores se preguntan cómo se originó esta montaña excepcional. A sus pies no quedan acumulaciones de fragmentos rocosos que indiquen cómo se formó. Dichos derrubios obviamente fueron desapareciendo durante sus incontables miles de años de existencia. ¡Qué fuerzas de la naturaleza tan poderosas tienen que haber contribuido a esculpir semejante preciosidad!

Primeros asentamientos

El valle alpino que conduce al pie del monte Cervino ya estaba habitado en los tiempos del Imperio romano. Según la historia, en el año 100 a.E.C., el general romano Mario cruzó el collado de Theodule, al este del Cervino, a 3.322 metros de altitud. Este sendero alpino también se utilizaba durante la Edad Media para transportar mercancías del sur al norte.

En aquellos tiempos los habitantes de la región veían este monte con mucho respeto, hasta con cierto temor supersticioso. Jamás intentaron escalarlo, pues pensaban que en él moraba el Diablo. ¿Quién, sino él, arrojaría desde allí rocas del tamaño de una casa y avalanchas de hielo y nieve?

Aumenta el interés por las ciencias naturales

Lo que aquellas personas humildes evitaban hacer, con el tiempo se puso muy de moda entre la alta sociedad inglesa. El interés por la ciencia empezó a aumentar, y aparecieron exploradores que escalaban montañas para realizar investigaciones geológicas, topográficas y botánicas.

De hecho, en 1857 se fundó en Londres el Alpine Club, y muchos ingleses acaudalados viajaron a Francia, Italia o Suiza para participar en la conquista de los Alpes. Personas de espíritu aventurero escalaron un pico tras otro, incluido el Mont-Blanc; aunque tiene la cumbre más alta de Europa, a 4.807 metros de altura, presenta menos dificultades que el Cervino.

Ahora bien, aquellos esfuerzos no se hicieron únicamente en nombre de las ciencias naturales. La ambición empezó a apoderarse de la gente. La fama de ser el primero, el más valiente, el más resistente, se convirtió en la motivación principal. En la Inglaterra de aquella época, la palabra “deporte” solo se relacionaba con el montañismo.

El verano de 1865 fue uno de los más activos en alpinismo, especialmente respecto al Cervino. Esa fascinante pirámide era una de las últimas cimas que quedaban sin conquistar. Se consideraba inaccesible, y los guías de la zona se negaban siquiera a intentarlo. Solían decir: ‘Cualquier otra cima, pero no esa’.

No obstante, la conquista del monte Cervino era inminente. A principios de la década de 1860, se conquistaron varias cumbres alpinas. Los escaladores adquirieron experiencia y desarrollaron nuevas técnicas. A la edad de 20 años, Edward Whymper fue enviado de Inglaterra a Suiza por un editor londinense para que dibujara vistas alpinas con las cuales ilustrar un libro sobre el tema. Whymper quedó fascinado al ver las montañas, y el alpinismo se convirtió en su pasión. Conquistó muchas cimas, tanto en Francia como en Suiza, y trató varias veces de escalar el Cervino, pero sin éxito.

La conquista del monte Cervino

Finalmente, en julio de 1865, tres expediciones de alpinistas se encontraron por casualidad en Zermatt. Las tres estaban resueltas a escalar el Cervino. Apremiadas por el tiempo, ya que parecía que un grupo italiano se les había adelantado, las tres expediciones decidieron formar una cordada, es decir, un solo grupo de alpinistas sujetos por una misma cuerda. Eran siete hombres: Edward Whymper y lord Francis Douglas, Charles Hudson y su joven amigo Hadow —todos ellos ingleses—, más dos guías suizos y uno francés que consiguieron contratar.

Partieron de Zermatt el 13 de julio por la mañana, se acercaron sin prisas a la montaña desde el este y, ya que la parte inferior fue relativamente fácil de escalar, montaron su tienda a una altitud de 3.300 metros y disfrutaron tranquilamente del resto de aquel día soleado.

Al día siguiente, el 14 de julio, empezaron la escalada antes del amanecer. Solo necesitaron la cuerda en contadas ocasiones. Algunas partes eran más difíciles que otras, pero fueron encontrando la manera de sortear los obstáculos. Después de dos períodos de descanso, llegaron a la zona decisiva. Los últimos 70 metros consistían en un campo de nieve, y a la 1.45 de la tarde alcanzaron la cima. ¡Se había conquistado el monte Cervino!

En ninguno de los dos picos había señal de presencia humana, de modo que por lo visto eran los primeros. ¡Qué sensación! Durante una hora, la victoriosa expedición disfrutó de la impresionante vista en todas direcciones y, a continuación, se dispusieron a descender. Los italianos que intentaron el ascenso aquel mismo día se quedaron muy atrás y, al darse cuenta de que habían perdido la carrera, regresaron.

Un precio muy elevado

Pero la victoria de los escaladores iba a costarles un alto precio. En el descenso, cuando llegaron a un trayecto difícil, formaron una cordada y el guía de más experiencia condujo la expedición. A pesar de las precauciones, el expedicionario más joven resbaló y cayó sobre el hombre que estaba abajo, arrastrando con él a los de arriba. Alarmados por un grito, los otros tres hombres pudieron sujetarse en unas rocas. Pero la cuerda se rompió y los cuatro primeros cayeron al precipicio.

Paralizados, Edward Whymper y los dos guías suizos quedaron en una posición difícil. Aquella noche tuvieron que instalar un campamento provisional debido a que no pudieron regresar a Zermatt hasta el día siguiente. La gloria de aquel día se convirtió en un desastre que dejó una huella profunda en los sobrevivientes por el resto de su vida.

Más tarde recuperaron tres de los cuatro cadáveres en un glaciar situado 1.200 metros más abajo del lugar del accidente. El cuarto, el de lord Douglas, jamás fue hallado.

Estas no fueron las últimas personas que perdieron la vida en las laderas del Cervino. A pesar de que se han anclado cuerdas en la roca a lo largo de las diversas rutas de ascenso, así como en las paredes rocosas y las estrechas grietas, y a pesar de que los alpinistas tienen mucha más experiencia y cuentan con equipos mejores, tan solo en esta montaña han muerto unas seiscientas personas.

Peligros

Algo que contribuye mucho al peligro de la escalada son las condiciones climáticas, que pueden cambiar de un momento a otro. Aunque al amanecer haya un día hermoso, es posible que antes de que la persona se dé cuenta, una espesa niebla o pesadas nubes oscuras envuelvan la montaña y se desate una terrible tormenta, quizás acompañada de espantosos relámpagos y rayos, además de una borrasca, y terminar en una fuerte nevada. Y todo ello durante un hermoso día de verano.

Los alpinistas que se encuentran de pronto en una situación de ese tipo, tal vez tengan que pasar la noche en una pequeña plataforma en la que apenas puedan estar de pie, con temperaturas que posiblemente estén por debajo del punto de congelación, y bajo ellos, el abismo. En esa situación, uno desearía haber contemplado el Cervino solo de lejos.

Otro peligro lo constituyen los desprendimientos de piedras. A veces los provocan los propios montañeros por descuido. Pero en la mayoría de los casos, se deben a causas naturales. Los cambios de temperatura, el hielo, la nieve, las lluvias torrenciales y el ardiente sol, así como los fuertes vientos que soplan alrededor del Cervino, son factores que afectan a las rocas y ocasionan el desprendimiento de grandes pedazos. A veces estos se quedan en su lugar por años, como una gran pila de platos, pero a la larga, las avalanchas de nieve los mueven y terminan por caer.

Muchos escaladores se maravillan de que este proceso haya durado miles de años, y a pesar de ello la montaña conserve su esbelta forma de obelisco, sin cambios evidentes en su silueta. La verdad es que, en comparación con los 2.500 millones de metros cúbicos de roca que componen el Cervino, la cantidad de piedras que se desprenden no es lo bastante significativa como para cambiar la forma de la montaña, aunque sí para ocasionar daños y muertes.

A pesar de todo, escalar el monte Cervino se ha hecho muy atractivo. Algunos guías han estado en su cima centenares de veces. Y muchos hombres y mujeres repiten la hazaña por rutas diferentes.

También hay quienes lo intentan y, al darse cuenta de que las circunstancias son desfavorables o de que su propia habilidad, condición física o preparación son insuficientes, abandonan el ascenso. Prefieren actuar con sensatez antes que la fama de conquistar al Cervino.

De todas maneras, sea que usted haya visto esta impresionante montaña en fotografía o en película, o la haya contemplado con sus propios ojos, admirando las magníficas tonalidades que presenta al amanecer o al anochecer, le habrá venido a la mente el Gran Escultor. Seguramente, con profundo respeto por esa obra de arte, su corazón se habrá hecho eco de lo que dice el Salmo 104:24: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones”.

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