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¡Despertad! 1997
g97 22/4 págs. 24-25

El didgeridoo y sus ritmos fascinantes

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN AUSTRALIA

VENGA con nosotros a un corroboría de aborígenes en el Territorio Septentrional australiano, a solo unas horas en automóvil de Darwin, la capital. En vez de ser el preludio de una guerra tribal, hoy día muchas de estas celebraciones se realizan expresamente para los turistas. Este es el tipo de representación a la que asistiremos.

Los participantes, cuyos cuerpos están pintados de colores intensos, permanecen de pie en silencio, esperando que la música dé la señal para iniciar la danza. De repente, suena la música, y un ritmo vigoroso y palpitante rompe la tranquilidad de la noche en el desierto. Complementan el acompañamiento dos varas de madera cortas que chocan entre sí al compás de la música del didgeridoo.

Puede que muy pocas personas fuera de Australia hayan oído el sonido del didgeridoo, un instrumento musical de viento exclusivo de los aborígenes australianos. Por lo general se fabrica de una rama ahuecada de eucalipto, y la longitud preferida oscila entre un metro y un metro y medio. El músico se sienta en el suelo a un lado de donde se efectúa la representación y toca el didgeridoo, el cual, pese a su aparente sencillez, resulta muy curioso.

Un sonido único

Aunque el didgeridoo produce un tono relativamente constante —se lo denomina adecuadamente “trompeta de tono sostenido”—, puede crear ritmos y trinos complejos. De pronto tiene el sonido de un instrumento solo y al poco rato puede abundar en potencia y sentimiento, como toda una orquesta.

Antes de que los europeos llegaran a Australia hace doscientos años, era conocido solo de los aborígenes que deambulaban por el norte del continente insular. En los corroborís proveía el acompañamiento musical a las danzas que recreaban la mitología aborigen de la creación. En aquel tiempo se tenía en gran estima a quienes lo tocaban bien, y hoy todavía se considera un miembro célebre de la tribu a la persona diestra en el arte de tocarlo.

Los músicos talentosos suelen superponer imitaciones vocalizadas de aves y otros animales a las notas fundamentales del instrumento. La risa del cucaburra, el aullido del perro salvaje australiano, o dingo, el suave arrullo de las palomas y otra multitud de sonidos figuran en su ingenioso repertorio de imitaciones.

Un diccionario de música dice lo siguiente con respecto al que toca el didgeridoo: “Entre sus atributos se cuentan la agilidad y precisión de los movimientos de la lengua, un excelente control de la respiración, el cierre hermético de los labios en el extremo del tubo y una estupenda memoria musical. [...] Aunque carente de materiales y recursos técnicos, y desconocedor de conceptos como boquilla, lengüetas, varas correderas y orificios para tapar con los dedos, [el aborigen] ha convertido un instrumento rústico en un instrumento musical virtuoso valiéndose de la imaginación musical y de aptitudes físicas de un orden muy elevado”. (The New Grove Dictionary of Music and Musicians.)

Indudablemente, la característica más notable de la música del didgeridoo es su tono continuo, o sostenido. Da la impresión de que quien lo toca posee una capacidad pulmonar infinita, pues la música puede sonar ininterrumpidamente hasta por diez minutos.

Cómo se fabrica un didgeridoo

Con su ojo de experto, el artesano nativo recorre el bosque para hallar un árbol de madera dura apropiado, preferentemente un eucalipto. Aun cuando se pueden emplear maderas más blandas, las duras dan un tono superior. El árbol no debe estar muy lejos de un termitero, ya que las termitas son las ingenieras del didgeridoo. Ellas ahuecan las ramas que se utilizan para su elaboración.

Una vez seleccionada la rama, se corta del largo deseado. La longitud elegida determina el tono que tendrá el instrumento acabado. Se descorteza, se remueve la capa exterior de la albura para evitar agrietamientos y se vacía el interior. Si las termitas se han comido el corazón lo suficiente, podrá rodar por él una moneda de buen tamaño. El siguiente paso consiste en la decoración, la cual puede resultar muy atractiva; sin embargo, el didgeridoo aún no está listo para tocarse.

Los labios del músico se irritarían muy pronto por el constante roce con la madera. Por lo tanto, se pone un borde de cera de abeja alrededor de la abertura, que la suaviza para que no lastime la boca. Hoy se construyen muchos didgeridoos en fábricas, a menudo de maderas blandas; pero estos carecen del timbre y la sonoridad singulares que posee el instrumento elaborado a mano con madera dura.

Así pues, al finalizar el corroborí y acercarse a su fin nuestra noche tropical bajo las estrellas, ya no consideramos el didgeridoo como una simple curiosidad. En verdad, la armonía inolvidable de este instrumento hace mucho honor a los aborígenes australianos amantes de la música.

[Nota]

a Danzas de los indígenas australianos, que se ejecutan siempre después del anochecer y representan acciones de guerra, aventuras de caza, etc.

[Ilustración de la página 24]

El didgeridoo puede estar pintado de colores muy vivos

[Ilustración de la página 25]

Un corroborí de aborígenes

[Reconocimiento]

Aborígenes de las páginas 24 y 25: por cortesía de la Australian Northern Territory Tourist Commission

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