Singular moneda de África occidental
De nuestro corresponsal en Sierra Leona
¿HA VISTO monedas como esta? Se trata de un penique kissi, del que se exhiben varios ejemplares en el Museo Nacional de Sierra Leona, situado en Freetown. La etiqueta informativa reza: “Este curioso dinero es oriundo de Sierra Leona y Liberia. Hasta 1945 circuló en las provincias. Dado que simbolizaba una cabeza (extremo redondeado) y un pie (extremos en punta), se decía que era dinero con espíritu. Cuando moría un gran jefe, se rompían muchas de estas monedas y se metían en su tumba. La última tarifa de cambio fue de 50 kissis por un chelín de África Occidental”.
Según el libro The African Slave Trade (La trata de esclavos africanos), de Basil Davidson, hace mucho se empleaban “piezas de hierro” para adquirir esclavos. ¿Se trataba de peniques kissis? Algunos entendidos creen que sí y otros discrepan. Pero fuera que se usaran o no para conseguir esclavos, ciertamente sirvieron para comprar esposas.
Ya hemos indicado que estas monedas se empleaban a veces en contextos religiosos, relacionados sobre todo con la doctrina antibíblica de la inmortalidad del alma. Cuando moría alguien, se consideraba que existía el deber de sepultarlo en su aldea nativa. Ahora bien, si el fallecimiento ocurría muy lejos de allí, tal vez resultara inconveniente devolver el cadáver a su aldea. La solución radicaba en transportar el alma en un penique kissi.
Un familiar del difunto viajaba a la aldea donde se había producido la muerte y le solicitaba un penique al chamán, quien, recurriendo a encantamientos, lograba supuestamente que el alma del desaparecido se adhiriera a la moneda. Luego, el pariente tenía que llevar a casa el alma (el penique) y enterrarla en la sepultura ancestral.
El familiar envolvía el penique en un paño limpio y emprendía el viaje, que debía realizar en silencio, pues existía la creencia de que si hablaba con alguien por el camino, el alma se liberaría del penique y regresaría a la aldea donde había expirado la persona. Esto exigiría que el familiar volviera a recogerla, sin duda con un pago adicional al chamán.
Si resultaba imprescindible hablar durante el trayecto, podía hacerlo siempre que hubiese puesto bocabajo la moneda con cuidado, pero no en el suelo. Una vez levantada, la ley del silencio volvía a estar vigente.
Dado que los peniques kissis tenían una longitud de 33 a 35 centímetros, no eran adecuados ni para el bolsillo ni para el monedero. No obstante, tenían una forma práctica para su época, pues podían atarse en haces y cargarse sobre la cabeza. Los adinerados solían guardarlos en los áticos. Si las condiciones climáticas eran las adecuadas, se condensaba el vapor de agua sobre las monedas, y la humedad goteaba al piso de abajo. La cantidad de “lluvia” era una buena indicación de la riqueza del amo de casa a quien se estuviera visitando.