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  • Usted puede decidir su futuro
  • ¡Despertad! 1999
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¡Despertad! 1999
g99 8/8 págs. 9-10

Usted puede decidir su futuro

MIENTRAS que la adivinación era considerada “un importante logro intelectual en todo el mundo antiguo, [...] era un arte que los profetas hebreos ridiculizaban”, señala la arqueóloga Joan Oates. ¿Por qué?

A pesar de hallarse rodeados de pueblos que tenían una visión fatalista de la vida, los israelitas de la antigüedad rechazaron la idea de que una fuerza ciega rigiera su existencia. En los estatutos dados a la nación, Dios dijo: “No debería hallarse en ti [...] nadie que emplee adivinación, practicante de magia ni nadie que busque agüeros ni hechicero, ni [...] un pronosticador profesional de sucesos” (Deuteronomio 18:10, 11).

Al no creer en el destino ni recurrir a los adivinos, los israelitas podían tener confianza en el futuro. La enciclopedia católica francesa Théo explica la razón para ello diciendo que el pueblo creía que “el hombre y el mundo no eran víctimas de una fuerza ciega. Dios tenía un propósito para el hombre”. ¿Qué propósito?

El destino y el libre albedrío

Dios prometió a los israelitas paz y prosperidad si obedecían sus leyes (Levítico 26:3-6). Además, el pueblo esperaba un Mesías que establecería la justicia en la Tierra (Isaías, capítulo 11). Pero el que Dios hubiera hecho estas promesas no quería decir que ellos simplemente podían sentarse a esperar que las cosas sucedieran. Al contrario, se les dijo: “Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismo poder” (Eclesiastés 9:10).

El concepto de libre albedrío era fundamental. Los israelitas tenían libertad para servir a Dios y decidir su propio futuro. Dios les prometió: “Tiene que suceder que si ustedes obedecen sin falta mis mandamientos que les estoy mandando hoy de modo que amen a Jehová su Dios y le sirvan con todo su corazón y con toda su alma, entonces ciertamente daré lluvia para su tierra a su tiempo señalado, lluvia de otoño y lluvia de primavera, y verdaderamente recogerás tu grano y tu vino dulce y tu aceite” (Deuteronomio 11:13, 14). Dios bendecía a los israelitas cuando eran obedientes.

Poco antes de que entraran en la tierra que él les había prometido, Dios dio a la nación de Israel la posibilidad de elegir: “Ve que de veras pongo delante de ti hoy la vida y lo bueno, y la muerte y lo malo” (Deuteronomio 30:15). El futuro de cada uno de ellos dependía de sus propias acciones y decisiones. Servir a Dios se traduciría en vida y bendiciones, mientras que lo contrario les acarrearía dificultades. ¿Qué puede decirse en la actualidad?

Causa y efecto

Estamos sujetos a un sinnúmero de leyes naturales establecidas para nuestro beneficio. Una de ellas es la de causa y efecto, o, como lo expresa la Biblia, “cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará” (Gálatas 6:7). Reconocido este principio, es posible calcular la probabilidad de que ocurran ciertos sucesos en el futuro.

Si conducimos a gran velocidad y de modo temerario, tenemos mucha más probabilidad de sufrir un accidente que si conducimos con prudencia. Si fumamos, hay más posibilidades de que desarrollemos cáncer que si no lo hacemos. Por supuesto, es poco probable que nos veamos implicados en sucesos como los atentados terroristas mencionados en el artículo de apertura, así que no tiene sentido calcular esa probabilidad. Sin embargo, recurrir a la enseñanza del destino no es la solución. No nos aclara ni el presente ni el futuro. Creer en falacias no aporta verdadero alivio en cuanto al futuro, como tampoco lo hace pensar que Dios interviene en todos los asuntos.

¿Qué nos deparará el futuro?

Aunque nuestro futuro no ha sido escrito por adelantado, sí lo moldean los actos que realizamos en el presente. Si bien la vida es un don de Dios, la Biblia indica claramente que desempeñamos un papel clave en decidir nuestro presente y nuestro futuro. El hecho de que tengamos la opción de regocijar a Jehová o, por el contrario, entristecerlo, prueba que Dios nos ha otorgado cierto grado de control sobre nuestra vida (Génesis 6:6; Salmo 78:40; Proverbios 27:11).

Además, las Santas Escrituras recalcan reiteradamente que nuestro futuro está ligado a nuestro aguante y derrotero de vida, lo cual apenas tendría sentido si hubiésemos sido predestinados (Mateo 24:13; Lucas 10:25-28). Si escogemos ser obedientes y fieles a Dios, ¿qué futuro nos espera?

La Biblia revela que a la humanidad le aguarda un brillante porvenir. La Tierra será convertida en un paraíso, donde reinarán la paz y la seguridad (Salmo 37:9-11; 46:8, 9). Tal futuro no fallará, pues el Creador Todopoderoso cumplirá sus promesas (Isaías 55:11). Pero que se nos bendiga con vida en el Paraíso no depende del destino, sino de que efectuemos obedientemente la voluntad de Dios ahora (2 Tesalonicenses 1:6-8; Revelación [Apocalipsis] 7:14, 15). Dios nos ha dotado de libre albedrío y nos anima a ‘escoger la vida a fin de que nos mantengamos vivos’ (Deuteronomio 30:19). ¿Qué escogerá usted? Su futuro no está en las manos del destino, sino en las suyas propias.

[Ilustraciones de la página 10]

Dios se ha propuesto que la humanidad obediente tenga un futuro maravilloso

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