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¡Despertad! 1999
g99 22/10 págs. 20-24

Criamos a nuestros hijos en África en tiempos difíciles

Relatado por Carmen McLuckie

En el año 1941, cuando se libraba la cruenta II Guerra Mundial, mi hija de cinco meses y yo, una australiana de veintitrés años, nos hallábamos presas en Gwelo (Rhodesia del Sur; actualmente Gweru, Zimbabue). Mi esposo estaba recluido en Salisbury (lo que es hoy Harare). Mis dos hijastros adolescentes estaban cuidando de nuestros otros hijos, de dos y tres años. Permítame contarle cómo llegué a estar en semejante situación.

DE NIÑA vivía con mis padres en Port Kembla, a unos cincuenta kilómetros al sur de Sydney (Australia). En 1924, Clare Honisett visitó a mi madre y despertó su interés en las enseñanzas bíblicas preguntándole si sabía lo que significaba la oración del padrenuestro. Clare le explicó lo que quería decir santificar el nombre de Dios y luego le contó cómo se haría Su voluntad en la Tierra por medio del Reino (Mateo 6:9, 10). Mamá se quedó atónita. A pesar de la oposición de papá, comenzó a profundizar en el conocimiento de las verdades bíblicas.

Poco después, nos mudamos a un barrio de las afueras de Sydney. Mi madre y yo caminábamos unos cinco kilómetros para llegar a las reuniones de los Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová. Aunque papá nunca llegó a ser Testigo, permitía que se condujeran estudios bíblicos en casa. Dos de sus hermanos —Max y Oscar Seidel— se hicieron Testigos. Lo mismo ocurrió con algunos miembros de la familia de Max y con mis hermanos menores Terry y Mylda.

En 1930, la Sociedad Watch Tower compró un velero de dieciséis metros de eslora al que se dio más tarde el nuevo nombre de Lightbearer. Este barco estuvo anclado por dos años a orillas del río Georges, en un extremo de nuestra finca. Allí se reparó con el fin de que lo utilizaran los testigos de Jehová para predicar en las islas de Indonesia. Mi hermana Coral y yo limpiábamos a veces la cabina y la cubierta y tomábamos prestada la lámpara del tope del mástil para ir a pescar camarones.

Viaje a África y matrimonio

A mediados de los años treinta, Australia se vio afectada por una recesión económica, así que mamá y yo viajamos a Sudáfrica para ver si convenía trasladar allí a la familia. Llevábamos una carta de presentación de la sucursal de los testigos de Jehová de Australia para George Phillips, que por aquel entonces supervisaba la obra de la predicación en el sur de África. George estaba en los muelles de Ciudad del Cabo esperando a que llegara nuestro barco. Llevaba debajo del brazo un libro de la Sociedad Watch Tower, Riquezas, para que pudiéramos reconocerle. Aquel mismo día, el 6 de junio de 1936, nos presentó a los cinco trabajadores de la sucursal, entre ellos Robert A. McLuckie.a Antes de un año, Bertie —como todos le llamábamos— y yo nos casamos.

El bisabuelo de Bertie, William McLuckie, vino a África desde Paisley (Escocia) en 1817. En sus primeros viajes conoció a Robert Moffat, el hombre que inventó el sistema de escritura para la lengua tsuana y que tradujo la Biblia a ese idioma.b En aquellos lejanos días, William y su compañero Robert Schoon eran los únicos hombres blancos en los que confiaba Mzilikazi, un importante guerrero del ejército del famoso jefe zulú Chaka. Por esa razón, ellos eran los únicos blancos que podían entrar en la aldea de Mzilikazi, que estaba situada donde hoy se encuentra la ciudad de Pretoria (Sudáfrica). Más tarde, Mzilikazi se convirtió en un hombre de Estado y, a mediados del siglo XIX, unificó muchas tribus en un reino africano centralizado.

Cuando conocí a Bertie, estaba viudo y tenía una hija de doce años llamada Lyall y un hijo de once llamado Donovan. Bertie conoció las verdades bíblicas en 1927, unos meses después del fallecimiento de su esposa, Edna. Durante los siguientes nueve años, predicó las buenas nuevas del Reino de Dios en la isla de Mauricio y en la de Madagascar, así como por toda Nyasalandia (la actual Malaui), África Oriental Portuguesa (hoy Mozambique) y Sudáfrica.

Unos meses después de casarnos, nos mudamos con Lyall y Donovan a Johannesburgo, donde era más fácil para Bertie encontrar trabajo. Por un tiempo fui precursora, que es como se denomina a los ministros de tiempo completo de los testigos de Jehová. Después quedé embarazada de Peter.

Nos mudamos a Rhodesia del Sur

Con el tiempo, el hermano de Bertie, Jack, nos invitó a participar con él en la explotación de una mina de oro cerca de Filabusi (Rhodesia del Sur). Bertie y yo nos fuimos para allá con Peter, que entonces tenía un año, mientras mi madre cuidaba temporalmente de Lyall y Donovan. Cuando llegamos al río Mzingwani, su caudal estaba crecido. Tuvimos que atravesarlo en una caja colgada de un cable que se extendía de una orilla a otra. Embarazada de seis meses de Pauline, estrechaba a Peter fuertemente contra mi pecho. Pasamos mucho miedo, sobre todo cuando el cable casi tocó el agua en medio del río. Por si fuera poco, era media noche y estaba diluviando. Una vez en el otro lado, tuvimos que caminar unos dos kilómetros para llegar a la casa de un familiar.

Más tarde alquilamos una casa vieja que estaba comida por las termitas. Teníamos muy pocos muebles, algunos estaban hechos con las cajas que se utilizaban para la dinamita y las mechas. Pauline enfermaba con frecuencia de difteria y no podíamos pagar sus medicinas. Me hallaba desconsolada, pero gracias a Dios, Pauline siempre sobrevivía.

Bertie y yo en prisión

Una vez al mes íbamos a la ciudad de Bulawayo, a unos ochenta kilómetros de distancia, para venderle al banco el oro que extraíamos. También íbamos a Gwanda, una pequeña localidad más cercana a Filabusi, a fin de conseguir provisiones y participar en el ministerio. En 1940, un año después del inicio de la segunda guerra mundial, se proscribió nuestra predicación en Rhodesia del Sur.

No tardaron mucho en arrestarme mientras predicaba en Gwanda. Por aquel entonces estaba encinta de mi tercer hijo, una niña a la que llamaríamos Estrella. Mientras estudiaban mi apelación, arrestaron a Bertie por predicar y lo encarcelaron en Salisbury, a más de trescientos kilómetros de donde vivíamos.

Esta era nuestra situación en ese momento: Peter estaba en un hospital de Bulawayo con difteria y no sabíamos si sobreviviría. Yo acababa de dar a luz a Estrella, y un amigo me había llevado desde el hospital a la prisión donde se encontraba Bertie para mostrarle a su hija recién nacida. Cuando posteriormente rechazaron mi apelación, un acaudalado comerciante indio tuvo la amabilidad de pagar mi fianza. Tiempo después, tres agentes de policía fueron a la mina para arrestarme. Me dieron dos opciones: podía llevarme a mi pequeña de cinco meses a la prisión o dejarla al cuidado de nuestros hijos adolescentes, Lyall y Donovan. Decidí llevármela.

Me asignaron el trabajo de remendar ropa y el de limpiar. También me proporcionaron una niñera para que me ayudara a cuidar de Estrella. Era una joven reclusa llamada Matossi, que estaba condenada a cadena perpetua por matar a su esposo. El día que me pusieron en libertad Matossi lloraba porque ya no podría cuidar más de Estrella. La carcelera me llevó a su casa a almorzar y después me dejó en el tren para que visitara a Bertie en la prisión de Salisbury.

Mientras Bertie y yo estuvimos encarcelados, Lyall y Donovan cuidaron de nuestros pequeños Peter y Pauline. Aunque Donovan solo tenía dieciséis años, continuó con nuestra empresa minera. Dado que la mina no iba bien, cuando pusieron en libertad a Bertie decidimos mudarnos a Bulawayo. Él consiguió trabajo en el ferrocarril y yo complementaba nuestros ingresos valiéndome de mis nuevas habilidades como costurera.

El trabajo de remachador que desempeñaba Bertie para el ferrocarril se consideraba indispensable, por lo que se le eximió del servicio militar. Durante aquellos años de la guerra, los aproximadamente doce Testigos blancos de Bulawayo celebrábamos las reuniones en nuestra diminuta casa de un dormitorio, y unos cuantos de nuestros hermanos negros se reunían en otro lugar de la ciudad. Sin embargo, ahora hay en Bulawayo más de cuarenta y seis congregaciones de testigos de Jehová, integradas por negros y blancos.

Nuestro ministerio después de la guerra

Cuando terminó el conflicto, Bertie solicitó a la empresa ferroviaria el traslado a Umtali (hoy Mutare), una bonita localidad junto a la frontera de Mozambique. Queríamos servir donde hubiese mayor necesidad de predicadores del Reino, y Umtali parecía el lugar perfecto puesto que no había ningún Testigo en la ciudad. Durante nuestra breve estadía, el matrimonio Holtshauzen y sus cinco hijos varones se hicieron Testigos. En la actualidad hay trece congregaciones en esa ciudad.

En 1947 analizamos en familia la posibilidad de que Bertie reanudara el precursorado. Lyall, que había regresado a casa tras haber servido de precursora en Sudáfrica, secundaba esta idea. En aquel momento, Donovan era precursor en Sudáfrica. Pues bien, cuando la sucursal de Ciudad del Cabo se enteró de que Bertie quería reemprender el precursorado, le pidieron que en vez de eso abriera un almacén de publicaciones en Bulawayo. De modo que renunció a su puesto en el ferrocarril y nos mudamos allí de nuevo. Poco después llegaron a Bulawayo los primeros misioneros que se enviaban a Rhodesia del Sur, entre ellos Eric Cooke, George y Ruby Bradley, Phyllis Kite y Myrtle Taylor.

Nathan H. Knorr, el tercer presidente de la Sociedad Watch Tower, junto con su secretario, Milton G. Henschel, visitó Bulawayo en 1948 y dispuso que el almacén se convirtiera en una sucursal, con el hermano Cooke de superintendente. Al año siguiente nació nuestra hija Lindsay. En 1950 se trasladó la sucursal a Salisbury, la capital de Rhodesia del Sur, y nosotros con ella. Compramos una casa grande en la que vivimos muchos años. Siempre teníamos precursores y visitantes con nosotros, por lo que llegó a conocerse nuestro hogar como el hotel McLuckie.

En 1953, Bertie y yo asistimos a la asamblea internacional de los testigos de Jehová que se celebró en el Estadio Yankee de Nueva York (E.U.A.). ¡Qué acontecimiento tan memorable! Cinco años después, Lyall, Estrella, Lindsay y Jeremy, que contaba dieciséis meses, nos acompañaron durante los ocho días que duró la multitudinaria asamblea internacional de 1958 celebrada en el Estadio Yankee y en el cercano Polo Grounds. El discurso público del último día tuvo una audiencia sin precedentes de más de doscientas cincuenta mil personas.

Predicamos en una nueva asignación

Bertie trabajó durante unos catorce años en la sucursal de Salisbury sin residir en ella. Sin embargo, al cabo de ese tiempo decidimos servir en las islas Seychelles, donde había mayor necesidad de predicadores. Vendimos la casa y los muebles y metimos el resto de las pertenencias en nuestro automóvil Opel. Junto con Lindsay, que por aquel entonces contaba doce años, y Jeremy, que tenía cinco, recorrimos cerca de tres mil kilómetros por caminos de tierra sumamente escabrosos. Atravesamos Rhodesia del Norte (lo que hoy es Zambia) y Tanganica (ahora parte de Tanzania) hasta llegar a Kenia y, por fin, a la ciudad portuaria de Mombasa.

En Mombasa hacía un calor insoportable, pero había unas playas preciosas. Le dejamos nuestro vehículo a un Testigo de la localidad y emprendimos un viaje de tres días en barco hacia las Seychelles. Cuando llegamos, nos encontramos con Norman Gardner, un hombre que tenía un conocimiento básico de la verdad bíblica gracias a un Testigo de Dar es Salam (Tanganica). Norman nos ayudó a alquilar la casa de Sans Souci Pass que se había edificado para los policías que custodiaron al arzobispo ortodoxo griego Makarios, desterrado de Chipre en 1956.

Puesto que la casa estaba muy aislada, después de un mes nos mudamos a otra situada en Beau Vallon, frente a la playa. Allí invitábamos a la gente a escuchar los discursos que Bertie daba en nuestro porche. Empezamos un estudio bíblico a los Bindschedler, y un par de meses más tarde, Bertie los bautizó, a ellos y a su hija adoptiva, así como a Norman Gardner y su esposa. También viajamos con Norman en su barca a la isla de Cerf, donde Bertie dio discursos bíblicos en un cobertizo para botes.

Cuando llevábamos unos cuatro meses en las Seychelles, el jefe de policía nos dijo que dejáramos de predicar o seríamos deportados. Nos quedaba poco dinero y yo estaba embarazada de nuevo, así que decidimos continuar predicando públicamente. Al fin y al cabo sabíamos que de todos modos tendríamos que irnos pronto. Pues bien, cuando llegó de la India el siguiente barco, un mes después, nos deportaron.

El peligroso camino de regreso

Al llegar a Mombasa, recogimos nuestro vehículo y nos dirigimos hacia el sur por la arenosa carretera que bordeaba la costa. Cuando llegamos a Tanga, el motor de nuestro auto se detuvo. Casi no teníamos dinero, pero un familiar y un Testigo nos echaron una mano. Mientras estuvimos en Mombasa, un hermano nos dijo que si íbamos a predicar a Somalia, al norte, él cubriría todos los gastos. Pero yo no me sentía bien, por lo que solo queríamos regresar a Rhodesia del Sur, nuestro hogar.

Pasamos de Tanganica a Nyasalandia y bajamos por el lado occidental del lago Nyasa (conocido hoy como el lago Malaui). Entonces me puse tan enferma que llegué a pedirle a Bertie que me dejara en un lado de la carretera para morir. Estábamos cerca de la ciudad de Lilongwe, así que me llevó a un hospital. Las inyecciones de morfina me aliviaron un poco. Puesto que no podía continuar el viaje en automóvil, Bertie y los niños siguieron sin mí hasta Blantyre, a unos cuatrocientos kilómetros de distancia, mientras un familiar hacía las diligencias necesarias para que yo volara hasta allí unos días más tarde a fin de reunirme con ellos. Desde Blantyre volé de regreso a Salisbury, mientras que Bertie y los niños hicieron el resto del viaje hasta casa en automóvil.

¡Qué alivio supuso para todos llegar a Salisbury a casa de nuestra hija Pauline y su esposo! En 1963 nació nuestro último hijo, Andrew. Tuvo un colapso pulmonar y no se esperaba que sobreviviera, pero afortunadamente salió adelante. Más tarde nos mudamos a Sudáfrica y finalmente hicimos de Pietermaritzburg nuestro hogar.

Bendecidos con una familia afectuosa

En 1995, Bertie falleció en paz a la edad de noventa y cuatro años, y desde entonces vivo sola en nuestra casa de Pietermaritzburg. Pero no estoy sola ni mucho menos. Lyall y Pauline están sirviendo a Jehová junto con sus familias también en Sudáfrica, y algunos miembros de estas viven justo en mi misma ciudad. Lindsay y su familia, todos Testigos activos, están en California (E.U.A.). Nuestros dos hijos menores, Jeremy y Andrew, se fueron a vivir a Australia, donde ambos, felizmente casados, sirven de ancianos en sus respectivas congregaciones.

Nuestros ocho hijos han sido precursores en algún momento, y seis han trabajado en una u otra sucursal de la Sociedad Watch Tower. Donovan se graduó en la decimosexta clase de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower en febrero de 1951, y sirvió como superintendente viajante en Estados Unidos antes de regresar para trabajar en la sucursal de Sudáfrica. En la actualidad es anciano cristiano en Klerksdorp, a unos setecientos kilómetros de Pietermaritzburg. Estrella vive con su esposo, Jack Jones, en la sede mundial de los testigos de Jehová, situada en Brooklyn (Nueva York).

Mi primer hijo, Peter, participó durante algunos años en el servicio de tiempo completo, como precursor y como voluntario en la sucursal de la Watch Tower de Rhodesia. Pero hace algunos años me entristeció saber que había roto su relación con la congregación cristiana.

Cuando pienso en cómo ha sido mi vida, me alegro sinceramente de haber venido a África con mi madre en mi adolescencia. Es cierto que la vida no ha resultado siempre fácil, pero ha sido un privilegio para mí apoyar a mi esposo y criar a una familia que ha ido a la vanguardia de la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios en el sur de África (Mateo 24:14).

[Notas]

a El relato en primera persona de Robert McLuckie aparece en La Atalaya del 1 de febrero de 1990, págs. 26-31.

b Véase la pág. 11 del folleto Un libro para todo el mundo, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Ilustración y mapa de las páginas 22 y 23]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

[Mapa]

Ciudad del Cabo

SOMALIA

KENIA

Mombasa

TANZANIA

Tanga

Dar es Salam

MALAUI

Lilongwe

Blantyre

ZAMBIA

ZIMBABUE

Harare

Mutare

Gweru

Bulawayo

Filabusi

Gwanda

MOZAMBIQUE

SUDÁFRICA

Pretoria

Johannesburgo

Klerksdorp

Pietermaritzburg

SEYCHELLES

[Ilustración]

Bertie, Lyall, Pauline, Peter, Donovan y yo en 1940

[Ilustración de la página 20]

Con Peter, Pauline y Estrella, antes de llevarme a Estrella conmigo a la prisión

[Ilustración de la página 21]

Lyall y Donovan enfrente de nuestra casa cercana a Filabusi

[Ilustración de la página 24]

Carmen y cinco de sus hijos (de izquierda a derecha): Donovan, cuando estudió en Galaad en 1951, y Jeremy, Lindsay, Estrella y Andrew en la actualidad

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