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¡Despertad! 2001
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Mitos y realidades acerca de la vejez

Abundan los mitos acerca de los mayores. La publicación Ageing—Exploding the Myths (La vejez: se derrumban los mitos), editada por la Organización Mundial de la Salud para su Programa de Salud y Envejecimiento, expone las falacias en las que se fundamentan algunos de ellos. Veamos unos cuantos ejemplos:

Mito: la mayoría vive en países industrializados.

Realidad: de los 580 millones de ancianos que hay en el planeta, más del 60% residen en países en vías de desarrollo, donde las mejoras en la atención médica y en materia de higiene, vivienda y nutrición posibilitan que un número cada vez mayor de sus habitantes lleguen a la vejez.

Mito: no contribuyen a la buena marcha de la sociedad.

Realidad: los ancianos realizan una aportación significativa al encargarse de tareas no remuneradas. Por ejemplo, en Estados Unidos, los abuelos cuidan de unos dos millones de niños, de los que 1.200.000 viven en casa de los primeros. Los mayores proporcionan alojamiento, alimento y educación a sus nietos y les transmiten valores culturales. De esta forma, los padres pueden continuar como trabajadores en activo. Asimismo, muchas organizaciones voluntarias del mundo industrializado no funcionarían sin su contribución. También desempeñan una labor vital como cuidadores: en algunos países en vías de desarrollo, donde más del 30% de la población adulta ha contraído sida, los ancianos cuidan de sus hijos infectados y, después que estos mueren, se ven en la obligación de criar a sus nietos huérfanos.

Mito: abandonan el mercado laboral porque ya no resultan productivos en sus trabajos.

Realidad: las más de las veces dejan el empleo porque se hallan en inferioridad de condiciones en lo relativo al nivel de instrucción o a cursos de capacitación, o incluso por los prejuicios contra la vejez, más bien que por la ancianidad en sí misma.

Mito: no quieren trabajar.

Realidad: muy a menudo se les despide del empleo a pesar de su voluntad y aptitud para continuar activos. Sobre todo cuando azota el desempleo, suele argumentarse que los mayores deben ceder el paso a los jóvenes que tratan de hacerse un lugar en el mercado laboral. Sin embargo, las jubilaciones anticipadas no se traducen automáticamente en puestos de trabajo para la juventud. Puede que un joven en paro no posea las destrezas que se requieren para sustituir a un veterano. De hecho, son los empleados con experiencia los que garantizan la productividad y estabilidad de la población activa.

Teniendo en cuenta estos factores —apunta la Organización Mundial de la Salud (OMS)—, la comunidad internacional debería ver a la tercera edad como una fuente de pericia que conviene aprovechar. De ahí la observación de Alexandre Kalache, jefe de grupo del Programa de Salud y Envejecimiento de la OMS: “Los Estados no deberían considerar a sus mayores un problema, sino una solución potencial a sus problemas”. Y tiene toda la razón.

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